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Año 3 110 – 7 de Junio del 2009

JADER SAMPAIO
jadersampaio@uai.com.br
Belo Horizonte, Minas Gerais (Brazil)

Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org


Visión espírita de las curas y pases en la tradición judaico-cristiana
 

A imposición de manos fue utilizada con frecuencia por Jesús, aunque no haya relatos de pases (movimiento de manos), y las obsesiones fueron casi totalmente tratadas con diálogos establecidos con los Espíritus que Jesús trataba con autoridad

 (1ª Parte)
 

Los libros de la Biblia son una gran referencia cultural para la civilización como un todo. Afirmados o contradictorios por los sistemas filosóficos contemporáneos, usados a veces como un conocimiento que fue válido un día, defendidos por creyentes ardientes y confiados en la fe, los postulados bíblicos continúan presentes en nuestro día a día. 

Kardec incentivó a los espíritas al estudio bíblico a la luz del Espiritismo, al afirmar que “El Espiritismo se nos depara por todas partes en la antigüedad y en las diferentes épocas de la Humanidad. Por todas partes se le descubren los vestigios: en los escritos, en las creencias y en los monumentos. Esa es la razón de porqué, a la vez que rasga horizontes nuevos para el futuro, proyecta luz no menos viva sobre los nuevos misterios del pasado.” (KARDEC, 1978, p. 27) 

¿Las enfermedades eran tratadas o curadas con alguna práctica semejante al pase en los escritos bíblicos? ¿Cómo se interpretaban en el contexto del antiguo y del nuevo testamento las prácticas de cura a partir de la imposición de manos? ¿Cómo el Espiritismo codificado por Allan Kardec es afectado por la tradición cristiana de la imposición de manos? 

Dolencia y pecado 

En la introducción de “El Evangelio según el Espiritismo”, Kardec defiende la necesidad de entender el significado de las palabras encontradas en los escritos hebreos y cristianos en su época porque ellas “caracterizan el estado de las costumbres y de la sociedad judía en aquella época” y hoy tienen un sentido diferente, dificultando la comprensión. Él propone que se haga un estudio hermenéutico, que se diferencien los mitos y leyendas de los fenómenos históricos y que se puedan explicar algunos pasajes, hasta hoy comprendidos por la fe como milagros o acción de Dios, a partir de los principios y de la fenomenológica espírita. 

Un estudio comprensivo del Antiguo Testamento va a encontrar en los descendientes de Moisés una comprensión de la enfermedad como un castigo divino a los pecados de la propia persona o de sus ascendentes. Moisés, en el Pentateuco, estableció, en nombre de Iaweh, todo un rito que tenía por función el reconocimiento y la purificación de los pecados. Originalmente, este perdón de los pecados estaba asociado a los sacrificios de animales, especialmente los novillos, los corderos y los chivos (de ahí la expresión chivo expiatorio). 

El rito sacerdotal y los sacrificios tenían una función mediadora entre los hombres y la divinidad, o sea, hacían pública y exterior la creencia y la aceptación ante la sociedad de las leyes atribuidas a Dios. 

La enfermedad de Job 

La asociación entre enfermedad y castigo divino es muy clara en el libro de Job. En este posible mito bíblico, Job es un hombre que actúa en la atención cuidadosa, por no decir obsesiva, de los cuidados prescritos por Dios, para evitar el mal y la enfermedad en su vida. Él tiene muchas esposas, hijos, rebaños y riquezas, lo que señaliza al lector que él recibió la prosperidad en pago de la fe, la promesa del Antiguo Testamento. Inusitadamente, en una esfera divina, Satanás cuestionaría a Dios si, al contrario de lo que él afirmaba, la fe no fuese fruto de la prosperidad. 

Sin que Job tuviera conciencia, Dios, en esta historia, le pone a prueba la fe, permitiendo que todos sus bienes (incluyéndose ahí su familia) le fueran “tomados” y, posteriormente, que la salud le fuera afectada. El texto bíblico se desarrolla en un diálogo intimista entre Job y tres amigos que vinieron a consolarlo, y se hace una especie de reflexión de la fragilidad y de la incomprensión humana ante los designios divinos.  

Una cuestión en especial incomoda la Job: él era fiel a aquello que Dios le había solicitado por medio de la ley mosaica, y no comprendía porqué padecía todas aquellas pérdidas y enfermedades, como se puede leer en el libro de Job, capítulo 27: “¡Por el Dios Vivo que me niega justicia, por Shaddai que me amarga el alma, mientras en mí haya un soplo de vida y el aliento de Dios en la nariz, mis labios no dirán falsedades, ni mi lengua pronunciará mentiras! ¡Lejos de mí daros razón! Hasta el último aliento mantendré mi inocencia, quedo firme en mi justicia y no la dejo. La conciencia no me avergüenza por mis días (...)”

Queda evidente que el hombre del Antiguo Testamento, que cumple el “pacto ritual con Dios”, no entiende la enfermedad que no cede a la rudimentaria medicina hebraica o a los sacrificios, si no hubiera cometido algún pecado. La enfermedad que resiste al tiempo y a los remedios es vista como castigo de Dios. En Job, la enfermedad es una prueba de fe, que el héroe del Antiguo Testamento no es capaz de percibir. 

Aún en el Antiguo Testamento hay otras evidencias de que la enfermedad sea una señal de la acción divina. El Espiritismo no defiende la existencia de una divinidad del mal. En el mito de Jó, Satanás no personifica un Espíritu malo, sino la precariedad del mundo y de la vida, que posibilita que cualquier hombre pase por pruebas, sea él religioso o no. Shaddai, según la Biblia de Jerusalén, es un “antiguo nombre divino de la época patriarcal, mantenido especialmente por la tradición sacerdotal”. El sentido de la palabra podría ser “Dios de la Montaña”, si la palabra fue originada en el acádico Shadû (lengua semítica hablada en la antigua Acadia), o “Dios de la Estepa”, si es oriundo del hebraico Sadeh. 

Elías, el “Hombre de Dios” 

Elías es otro héroe legendario bíblico que defiende la fe en Iahweh y se opone a otras creencias, como la del Dios Baal. En el primer libro de Reyes, capítulo 17, Elías va a la ciudad de Sarepta, ordenado por Dios, y se queda en la casa de una viuda con el hijo enfermo. Después de un episodio semejante a la multiplicación de los panes del Nuevo Testamento, el hijo de la viuda “enfermó, y su mal fue tan grave que él vino a fallecer”. 

Para nuestro estudio, interesa el comentario de la madre del niño, que dice: “¿Qué hay entre mí y tú, hombre de Dios? ¡Viniste a mi casa para reavivar el recuerdo de mis faltas y causar la muerte de mi hijo!” 

La viuda no pregunta, afirma sonoramente su creencia en la asociación entre las faltas y la muerte del hijo. Ella entiende también que Elías es hombre de Dios, porque la capacidad de castigar las faltas con la muerte o la enfermedad es un poder divino. Elías toma al niño, se extiende sobre él por tres veces, y pide a Iaweh que le devuelva el alma, haciéndolo revivir. Inmediatamente, la viuda comenta: “¡Ahora sé que eres un hombre de Dios y que Iaweh habla verdaderamente por tu boca!” 

Mito o realidad, historia o leyenda, ya se encuentra en el Antiguo Testamento una práctica semejante a la de los pases magnéticos, sólo que en el contexto cultural de la época, explica la comprensión de su resultado por medio de una acción divina. 

El Mesías de Isaías  

El libro de Isaías, en el conjunto del Antiguo Testamento, además del carácter político, en el cual él incentiva su pueblo a abandonar las alianzas políticas con asirios y egipcios para confiar en Dios, denuncia la corrupción de las costumbres y  anuncia a venida del Mesías. La concepción del Mesías en Isaías es compleja y huye al designio de este texto, interesando una de sus características divinas: la capacidad de curar las enfermedades, liberando a los hombres del sacrificio ritual para Dios. 

Isaías así escribe: “... y sin embargo, eran nuestras enfermedades que él llevaba sobre sí, nuestros dolores que él cargaba” (Isaías 53:4). Iahweh, según la Biblia de Jerusalén, es el nombre que Dios da a Moisés para ser enseñado al pueblo, cuando está en la montaña. Hay una discusión etimológica sobre su nombre, pero la palabra está relacionada al verbo ser y puede ser traducida como “Aquel que es” y trae en su interior el significado de la existencia, o sea, él se presenta como el único que realmente existe.  

Baal, según el Houaiss, es el nombre de una divinidad cananea y fenicia, adorada por otros pueblos del Oriente próximo en la antigüedad. Ese pasaje llevó al evangelista Mateo a reconocer en Jesús, después de la expulsión de los Espíritus y la cura de enfermos en la casa de la suegra de Pedro, la persona del Mesías predicado por Isaías (Mt 8:17). 

Las curas de Jesús 

Parte significativa de los evangelios trata de las curas realizadas por Jesús. Kardec evita  discutirlas en “El Evangelio según el Espiritismo”, pero dedica toda una parte de “La Génesis” explicándolas con el auxilio de la Doctrina Espírita. 

Kardec entiende que Jesús no actuaba como médium en las curas que efectuaba, por no necesitar de asistencia, sino que “actuaba por sí mismo, en virtud de su poder personal, como lo pueden hacer, en ciertos casos, los encarnados, en la medida de sus fuerzas”. (KARDEC, 1973, p. 311.) 

Las descripciones de las curas en los evangelios comprenden imposición de manos, toques, aplicación de barro sobre el órgano afectado, cura la distancia, entre otras. 

a) Imposición de manos - Son muchos los pasajes en que Jesús cura imponiendo las manos sobre los enfermos. Como ejemplos, Mateo narra el pedido de Jairo a Jesús, que imponga las manos sobre la hija, considerada muerta (Mt 9:18 y Mc 5:21) y Marcos relata que Jesús curaba enfermos imponiendo las manos (Mc. 6:5). Esta capacidad, en la cultura judaica, como ya fue dicho anteriormente, era propia de los profetas. Fue después de un episodio de curas que Mateo identifica a Jesús cómo siendo el Mesías (Mt 8:17), al transcribir un habla de una persona del pueblo,

que repite la profecía de Isaías. El concepto de salud no se disociaba de la influencia de demonios. Son incontables los pasajes en que Jesús conversa con demonios o los expulsa de personas. Lucas (Lc. 13:11) narra la cura de una posesa encorvada por medio de la imposición de manos. La imposición de manos parece tener otro sentido, tal vez una bendición o, en lenguaje médico contemporáneo, un papel profiláctico. En otro pasaje evangélico, Mateo (Mt. 19:14 y 15) relata que Jesús impone las manos sobre los niños que querían verlo y en principio habían sido impedidos por los apóstolos. Ellos no se encontraban enfermos y, al parecer, sólo deseaban conocer a Jesús. Además de la imposición de manos, otras formas de tratamiento son descritas en los Evangelios. 

b) Toque de manos - Jesús curó a la suegra de Pedro tocándola con las manos (Mt. 8:15). También la mujer hemorrágica tuvo su enfermedad curada, pero fue ella quien tocó las vestiduras de Jesús (Mt 9: 20-22), que le dice: “Ánimo, hija mía, tu fe te salvó”. Tres de los evangelistas (Mt. 9: 18-26, Mc 5:21-43 y Lc 8:40-56) narran la cura de la hija de Jairo, jefe de la Sinagoga. Ella estaba considerada muerta, pero Jesús dice que ella no había muerto, que estaba sólo durmiendo. Él “la tomó por la mano y ella se levantó”. 

c) Cura a distancia o por medio del diálogo - Jesús curó los diez leprosos (Mt. 17:11-19) mandándolos de vuelta a la ciudad. La cura se efectuó en el camino y uno de ellos volvió para agradecerlo. Jesús le pregunta sobre los otros nueve y le dice: “Levántate y ve; tu fe te salvó.” Jesús cura al paralítico de Cafarnaún, según Mateo (Mt. 8:1-8), apenas diciendo: “Ten ánimo, hijo mío; tus pecados son perdonados” y después “Levántate, toma tu cama y ve para casa”. En el templo (Mc 3:1-5) Jesús sólo pidió que un hombre extendiera su mano atrofiada y ella quedó curada. Jesús (Mc. 1:23-28) advierte a un “espíritu impuro” en una sinagoga, el cual subyugaba a un hombre, ordenándole: “cállate y sal de él”. También conversando, Jesús cura a los dos endemoniados ganaderos, considerados violentos (Mt 8:28-33), expulsando los demonios. Marcos (Mc. 9:14-29) relata la expulsión de un demonio que atormentaba un niño con señales de epilepsia (“Cuando él lo toma, lo tira por el suelo. Y él espumajea, cruje los dientes y queda reseco”). Jesús dirigió la palabra al Espíritu impuro diciéndole: “Espíritu mudo y sordo, yo te ordeno: déjalo y nunca más entres en él”. El niño quedó como muerto y Jesús le tomó la mano, levantándolo. El hijo de una viuda de la ciudad de Naim (Lc. 7:11-17) y Lázaro (Jo. 11:1-43), considerados muertos, despiertan de su sueño mediante la voz sonora de Jesús que los llama de vuelta. 

d) Cura con saliva y barro - Marcos (Mc 8:22-26) narra la cura del invidente de Betsaida en la cual Jesús pasa saliva sobre los ojos y le impone las manos. La cura es comentada por Kardec en “La Génesis” (cap. 15). Juan (Jo. 9:1-41) relata la cura de un invidente de nacimiento, para el cual Jesús mezcla saliva al barro, pasa sobre sus ojos y manda sea lavada la mezcla en el tanque de Silo. El mendigo, ahora curado, va al templo y enfrenta a fariseos y sacerdotes, confirmando la cura de Jesús y considerándolo un profeta por eso. 

Estas citas están lejos de agotar todas las narraciones de curas encontradas en los Evangelios. Kardec destaca el desconocimiento de enfermedades que eran tomadas como acción de demonios y Espíritus impuros, como la epilepsia, los estados de coma y la mudez, enfermedades que el Espiritismo contemporáneo no confundiría con obsesión espiritual, aunque puedan presentar un componente obsesivo. 

La imposición de manos fue extremadamente utilizada por Jesús, aunque no haya relatos de pases (movimiento de manos). Las obsesiones fueron casi totalmente tratadas con diálogos establecidos con los Espíritus que Jesús trataba con autoridad, autoridad esta que estamos lejos de tener en los días actuales. 

La idea de que Jesús tenía una capacidad superior es mantenida por Kardec, pero no se puede olvidar de analizar la trayectoria de los apóstoles. Ellos también presentan capacidad de curar y usan para eso la imposición de manos. (Lea la conclusión de este artículo en la próxima edición de esta revista.) 

 

Fontes bibliográficas: 

A Bíblia de Jerusalém. São Paulo: Paulinas, 1985.

GOMES, Mauro. O toque das mãos do rei. Disponível em
http://www.pulmonar.org.br/blog/tuberculose/o-toque-das-maos-do-rei/.
Acesso em 01/12/ 2007.

KARDEC, Allan. O Evangelho Segundo o Espiritismo. Rio de Janeiro: FEB, 1978. [Edição Popular]

A Gênese. Rio de Janeiro: FEB, 1973.

MICHAELUS. Magnetismo Espiritual. Rio de Janeiro: FEB, 1983.

OLIVEIRA, Maria Izabel B. Morais. O milagre régio e o ciclo legendário em prol do fortalecimento do poder, no círculo de Carlos V França (1364-1380), Revista d História e Estudos Culturais, v.3, n. 1, jan/mar 2006. 

 


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O Consolador
 
Revista Semanal de Divulgación Espirita