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Espiritismo para los niños - Célia X. de Camargo - Português Inglês 
Año 3 107 – 17 de Mayo del 2009

 
                                                            
Traducción
ISABEL PORRAS GONZÁLES - isy@divulgacion.org

 

La lección del esclavo

 

Hace mucho tiempo, cuando aun existía la esclavitud en Brasil, un negro viejito, de cabellos de nieve, llamado Bastiâo, vivía en una hacienda grande y bonita.

El señor, dueño de las tierras, era malo y prepotente. Por cualquier cosa, pegaba con el látigo a los esclavos; y, si sus órdenes no fueran obedecidas o si el negro intentara huir, era colocado en el tronco, donde quedaba amarrado sin comer y sin beber por muchos días.

Por  eso,  los  esclavos  eran  rebeldes  y  no  les  gustaba el

patrón. Pero Bastião era diferente. Dueño de corazón bueno y generoso, estaba siempre contento de la vida e intentando ayudar a todos.

La hijita del hacendado, niña tierna y gentil, si aficionó al viejo Bastião y pasaba el tiempo junto al esclavo, oyendo sus historias.

Cierto día, uno de los esclavos, no soportando más los malos tratos, intentó huir. Encontrado por el capataz y aprisionado, fue amarrado al tronco.

El hijo del esclavo huido, niño de sólo cinco años, viendo al padre amarrado, se aproximó con lágrimas, agarrándose a las piernas de él.

Irritado con los gritos del pequeño, el señor mandó que lo tiraran en medio de los matorrales para no oír más su llanto.

El hacendado no percibió, sin embargo, que su hijita Ana, condolida por la suerte del negrito, se tiró también por el matorral para hacerle compañía.

Al preguntar por la niña, que era la luz de sus ojos, sintiendo su falta, le dijeron que ella fue a buscar al pequeño esclavo.

Asustado, el patrón llamó algunos hombres y fue detrás de ella. Pero, el viejo Bastião, que percibió lo que estaba ocurriendo, ya se hubo adelantado y había ido a buscar a los niños.

Cuando el hacendado y sus hombres llegaron, lo encontraron con una cobra venenosa muerta en las manos, y los niños abrazados y seguros, encogidos detrás de un tronco caído, aterrorizados de miedo.

Bastiâo mató a la cobra, pero fue picado por ella.

Viendo lo que había ocurrido, el señor no sabía como manifestar su gratitud, pues era evidente que

el esclavo hube defendido a los niños con la propia vida.

Abrazando a la hijita, que estaba muy asustada, el patrón preguntó, por primera vez demostrando gentileza en el trato con un esclavo:

— ¿Qué desea usted, Bastião, por el valor que demostró salvando la vida de mi hija? Sea lo que sea que pidiera, le será concedido.

Y el viejo esclavo, en cuyo organismo el veneno de la cobra ya hacía efecto, respondió con los ojos húmedos de llanto, muy emocionado:

— No salvé sólo a su hija, señor, también la vida de un pequeño esclavo, pues toda vida viene de Dios y es igualmente importante. Ya que me permite expresar un deseo, me gustaría  pedirle que todas las criaturas fueran tratadas como seres humanos, sin distinción, una vez que somos todos hijos de nuestro Padre Celestial.

Y percibiendo la mirada de espanto del señor ante sus conceptos, que no hubo juzgado posible encontrar en un viejo esclavo, Bastião concluyó:

- Yo aprendí eso con Jesucristo.

Delante de aquellas palabras que representaban una lección para él, una vez que el esclavo podría haberse vengado de él en la persona de su hija Ana, y no lo hubo hecho, el hacendado bajó la cabeza, avergonzado, y concordó:

— Es verdad. Usted tiene razón, Bastião. Sea así como desea. De hoy en delante yo le prometo que los esclavos serán bien tratados, con todo el respeto que se debe a seres humanos.

A partir de ese día, el hacendado mejoró considerablemente la vida de los esclavos, dándoles condiciones dignas de existencia, mejorando sus viviendas y suministrándoles alimentación más saludable.

Con la mejoría en las condiciones de vida, él pensó que el tronco no era necesario más, pues los esclavos pasaron a gustar de él y del servicio en la hacienda, y todo lo que hacían era de buena gana y con una sonrisa en los labios.

Algunos años después, con el crecimiento de la idea abolicionista en Brasil, ese hacendado fue de los primeros en liberar a sus esclavos, transformándolos en trabajadores asalariados.

Y nunca más el hacendado se olvidó del viejo esclavo Bastião que, en su simplicidad, hube dado un ejemplo de amor tan grande, que hubo modificado su vida y la de todos cuántos residían en aquella propiedad.

                                                                  Tía Célia 

 
 



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Revista Semanal de Divulgación Espirita