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Año 3 – Nº 106 10 de Mayo del 2009

ROGÉRIO COELHO
rcoelho47@yahoo.com.br   
Muriaé, Minas Gerais (Brasil)

Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org

 

Ensayo sobre las raíces de las incoherencias doctrinarias

 El Espiritismo es una síntesis de los esfuerzos humanos para la comprensión del mundo
y de la vida
 

(1ª Parte) 

 “La fe ingenua, impuesta por la autoridad y la tradición, se derrite como cera frágil, al fuego de la razón.”  - Herculano Pires
 

Emmanuel recomendó a su tutelado – Francisco Cándido Xavier – que de el se apartase en el momento en que dijese algo diferente de lo que dijo Jesús y Kardec. Infelizmente tal recomendación no ha sido observada por numerosas criaturas que promueven en sus Casas Espíritas   los   más   absurdos   disparates   doctrinarios.

Evidentemente tal recomendación es extendida a todos los espíritas para que jamás vengamos a incitar modismos dictados por los ancestrales atavismos, penetrando el movimiento y las Instituciones Espíritas con prácticas esdrújulas, divorciadas de la coherencia doctrinaria.

 

Lamentablemente ya se propagan locuras de variado matiz, gracias a la falta de estudios y ausencia de sedimentación doctrinaria de quien “aprendió” Espiritismo de “oído”, sin el debido estudio de las Obras Básicas…

Vamos a buscar en las raíces de las civilizaciones la explicación para tal estado de cosas, a fin de que podamos comprender como, a pesar de toda la claridad de la Doctrina Espírita, aun existen tantos modelos ideológicos desfasados y comprometidos con la ignorancia, corrompiendo el medio espiritista, consecuencia lógica del comodismo y del misoneísmo (aversión a todo lo que es nuevo) de los faltos de vigilancia.

Por hablar de “raíces de las civilizaciones”, debemos entender que los diversos estadios evolutivos esparcidos por las edades desde el inicio de los tiempos hasta hoy son conocidos como “horizontes”. En el momento en que de nómada el hombre pasó a sus primeras experiencias sedentarias, tenemos ahí el inicio del “horizonte agrícola” que localiza en el tiempo las edades más primitivas por las cuales ya pasamos, pero por increíble que parezca, aun restan, incluso en los días de hoy, resquicios de ese retroceso “horizonte” como vamos a ver en la secuencia de nuestras elucubraciones sin pretensiones. Tales substratos es lo que generan los desaciertos doctrinarios con que nos vemos impotentes hoy en día, una vez que los ancestrales atavismos son de difícil erradicación.

Escribió Segundo Herculano Pires:

 “(...) Más de un siglo después del advenimiento del Espiritismo reina aun gran incomprensión al respecto de la Doctrina, de su propia naturaleza y de su finalidad. La Codificación, mientras, fue elaborada en un lenguaje claro, preciso, accesible a todos. A la lucidez natural del espíritu francés, Kardec juntaba su vocación y su experiencia pedagógicas, además de la comprensión de tratar con una materia sumamente compleja. Lo vemos afirmar, a cada paso, que deseaba escribir de manera para no dejar margen para interpretaciones, o sea, para divergencias interpretativas…

¿Cuál es el motivo, entonces, de porqué los propios adeptos del Espiritismo, aun hoy, divergen en lo tocante a las cuestiones doctrinarias de importancia? 

El Espiritismo, según Kardec y sus principales continuadores, constituye la última fase del
proceso del conocimiento
 

A la manera del Cristianismo, el Espiritismo abre camino en el mundo, enfrentando la incomprensión de adeptos y no adeptos.

En primer lugar, está el problema de la posición de la doctrina: Unos la encaran como sistematizado de viejas supersticiones; otros, como intentos frustrados de elaboración científica; otros, como ciencia infusa, no organizada; otros aun, como un esbozo impreciso de filosofía religiosa; otros, como una secta más, entre las muchas sectas religiosas del mundo. Para la mayoría de los adeptos y no adeptos, el Espiritismo se presenta como simple “creencia”, especie de religión y superstición, al mismo tiempo, contaminada de residuos mágicos…

Al contrario de todo eso, sin embargo, el Espiritismo, según la definición de Kardec y de sus principales continuadores, constituye la última fase del proceso del conocimiento. Última no en el sentido de fase final, sino de la que el hombre puede alcanzar hasta ahora, en su lenta evolución a través del tiempo. Es evidente que se trata del conocimiento en sentido general, no limitado a un determinado aspecto, no especializado… En ese sentido general, el Espiritismo aparece como una síntesis de los esfuerzos humanos para comprensión del mundo y de la vida. Se justifica así, que haya dificultad para su comprensión, a pesar de la claridad de la estructura doctrinaria de la Codificación. De un lado, el pueblo no puede abarcarlo en su totalidad, contentándose con su aspecto religioso; de otro, los especialistas no admiten su naturaleza sintética; y de otro, aun los preconceptos culturales levantan numerosas objeciones a sus principios.

 (...) Siendo el Espiritismo una realidad histórica, afirmada por el Codificador y sus sucesores, tiene el su pasado y su presente, como tendrá su futuro. En el tiempo de Kardec, introducir a alguien en el estudio del Espiritismo era introducirlo en una realidad naciente, en una verdadera problemática en ebullición, en un proceso histórico en principio de definición, y principalmente “en un nuevo orden de ideas”. Hoy, es introducir ese alguien en un proceso ya definido, y no sólo en un orden de ideas, sino también en la propia introducción de Kardec.

Sin el examen histórico del problema mediúmnico, por ejemplo, los estudiantes de hoy estarán amenazados de fluctuar en lo abstracto. Introduciéndose en un orden de ideas, sin el conocimiento de sus raíces históricas, se arriesgan a confundir, como hacen los legos, mediumnismo y Espiritismo, o sea, el proceso mediúmnico de desarrollo espiritual del hombre, con el Espiritismo. Se arriesga aun más, a aturdirse con hechos mediúmnicos rudimentarios, considerándolos, por su apariencia extravagante, como novedad. Por otro lado, difícilmente comprenderán la aparente contradicción existente en el hecho de ser el Espiritismo, al mismo tiempo, una doctrina moderna y un proceso histórico provenido de las eras más remotas de la Humanidad.  

Existe aun el problema religioso, y particularmente el de las uniones del Espiritismo con el Cristianismo, que solamente una introducción histórica puede esclarecer”.

Esto es lo que intentamos hacer en este pequeño ensayo. 

*

 “Vosotros adoráis lo que no sabéis; pero ahora viene, y ahora es, en que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y verdad; porque el Padre busca a tales que así Lo adoren.” – Jesús. (Jo., 4:22 a 24.) 

Esta parte del diálogo entre Jesús y la mujer samaritana a la vera del pozo de Jacob, transcendiendo su mero aspecto circunstancial-temporal, marca el exacto momento en que Él hablaba no sólo a ella, sino a toda la Humanidad acerca de la urgente necesidad de romper con los mitos y fantasías de antaño, elevándose a los elevados lugares donde brilla la luz de la razón, o sea: mostraba donde está la realidad espiritual, por señal bien distante de esta en la cual nos situamos. 

Los mitos perdieron la fuerza de expresión, no sin embargo, de contenido, por estar incluido en la historia evolutiva de la propia criatura 

Según Joanna de Ângelis traemos una herencia de arquetipos de mitos y fantasías, de los periodos iniciales de la evolución del pensamiento, que prosigue sometiéndonos y subyugándonos y, consecuentemente, impidiéndonos de vislumbrar los horizontes espirituales y conquista, evidentemente obstando también a nuestra deseada liberación espiritual, meta además, señalada por Dios para todas Sus criaturas.

Acompañemos las palabras de la noble mentora:

 “(...) Los personajes mitológicos del Panteón greco-romano, o los dioses Todo-Poderoso de la herencia oriental, han resurgido con fuerza bastante singular en los más diferentes periodos de las atrasadas civilizaciones, tomando forma dominadora en la actualidad.

El renacer de culturas bárbaras adoptadas como exhibicionismo por la moderna juventud, no sólo resucita atavismos que remanecen de su reencarnación anterior, aun viva en el inconsciente, sino también, como expresiones violentas del instinto de sobrevivencia, agresiva por mecanismos de defensa y de auto-realización, llamando la atención exteriormente, a fin de ocultar los conflictos internos de cada uno, la timidez, el miedo de la sociedad, así formando nuevos grupos de identificación, en los cuales se indisponen, dando largas a lo primario en ellos yacentes.

Por otro lado, el mito que permanece vivo en el individuo genera nuevos dioses, a los cuales se someten, creando un lenguaje propio de comunicación, a través del cual se siente elegido, depredando, agrediendo a los otros grupos sociales y consumiéndose en la alucinación de las drogas en terribles estados de conciencia alterados, que se manifiestan en desequilibrio y muerte.

El exacerbado culto al cuerpo evoca el helenismo subyacente y los ideales de los gladiadores en las arenas, conquistando glorias mientras mataban, promoviendo el ego destructor en detrimento del “Self” (yo) profundo y realizador.

Las expresiones positivas de los mitos ancestrales constituirán instrumentos estimuladores para el crecimiento de incontables generaciones que se fascinaban con esos arquetipos inherentes al ser humano, y procedentes de las fuerzas vivas de la Naturaleza.

En base al desarrollo antropo-socio-psicológico, la identificación del mito como recurso de evolución experimentó una necesaria relectura, concluyéndose que, en la mayoría de las veces, transformándose en fantasía, apartaba las mentes y las emociones de la realidad, propiciando fugas espectaculares para lejos de la realidad, con inmensos perjuicios para la madurez interior.

Pareciendo haber sucumbido, los mitos perdieron la fuerza de la expresión, no sin embargo, de contenido, por estar implantados en la historia evolutiva de la propia criatura.

Acuérdese que, a la medida que las viejas historias mentirosas y otras fueron siendo dejadas al margen en los programas educacionales, la industrialización de los pueblos y las luchas por la adquisición consumista de las personas producirían terribles vacíos existenciales, robando el significado profundo de la Vida humana.

Ante la ausencia de un lenguaje psicológico propio para llenar las lagunas de objetivo en el transcurso de la Vida física, fueron creados nuevos dioses, conforme los patrones comportamentales del momento, enmascarando muchos conflictos y dando curso a la vigencia de mitos que pudiesen superar el desinterés y cansada jornada operativa, con lo cual el ser se encuentra vacío.

Los mitos y fantasías ancestrales resurgirán en las músicas ruidosas, primitivas, exigiendo los movimientos
tribales del cuerpo
 

El peso de los atavismos es tan considerable que hasta incluso al tiempo de Moisés podemos encontrar su acción inmediatista: En cuanto Moisés subía al Monte Sinai para recibir los transcendentales procedimientos nuevos que van a alterar el “status quo” de la masa ignorante, el pueblo no perdió tiempo: fundió con oro un becerro al cual adoraban en el momento en que Moisés descendía con las Tablas de la Ley. Evidentemente la imagen del becerro de oro hablaba más de cerca de sus necesidades de protección, esto es, materializaron un recurso más palpable para resolver las fobias colectivas, en un flagrante desvío doctrinario de la línea que Moisés estaba presentando.

Veamos el registro de tal hecho en la narración del propio Legislador hebreo: “(…) y las dos tablas del concierto estaban en mis manos; y mire, y he que habíais pecado contra el Señor vuestro Dios; vosotros habéis hecho un becerro fundido; pronto os desviasteis del camino que el Señor os ordenó. Entonces cogí la dos tablas, y las arroje de mis manos, y las rompí a vuestros ojos”. 

Continuamos con la conclusión de Joanna de Ângelis:

“(...) Renacidos, los mitos y fantasías ancestrales, resurgieron en las músicas ruidosas, primitivas, exigiendo los movimientos tribales del cuerpo, con los apetitos de la exacerbada sensualidad, favoreciendo los juegos exhaustivos del sexo y de la embriaguez de los sentidos, como fuentes de placer y abismos de olvido de la responsabilidad de conciencia delante de las exigencias de la evolución intelecto-moral; los deportes resucitaron a sus gladiadores, los más violentos, o trajeron de vuelta a los semidioses de las competencias de todo género, empeñados en vencer siempre, sin el menor respeto por el placer de competir; el profesionalismo sin piedad diseminó organizaciones, algunas criminales, sin duda, en las cuales el atleta es sólo objeto de interés comercial, que debe ser eliminado cuando ya no atienda a las pasiones mafiosas y a las de los fanáticos que los adoraban, matan y mueren por ellos, terminando por devorarlos también”.

Después esta necesaria digresión donde ya podemos notar algo cerca del porqué de tanta incoherencia doctrinaria en los arrabales espiritistas, una vez que los “desvíos” están arraigados en nuestro caldo cultural, vamos a acompañar el lúcido razonamiento de Herculano Pires, para quedarnos mejor situados en la cuestión, viajando con él en un provechoso “flashback” histórico. Para tal, vamos a extraer algunos tópicos de su libro (1) apuntando por una investigación de la Candela Distribuidora de Libros de Catanduva (SP) como unos diez libros espíritas del siglo 20, donde están consignados los testimonios de varios sabios, entre ellos Ernesto Bozzano que, a su vez, apoyó sus elucubraciones científicas en las investigaciones del antropólogo Andrew Lang y del etnólogo Max Freedom Long, realizadas entre las tribus de Polinesia, para mostrar la existencia de los fenómenos espíritas en el horizonte tribal y, consiguientemente la creencia en la sobrevivencia del espíritu humano.

Observamos así, que desde las más primeras eras, el hombre ya identificaba “una fuerza” más allá de la materia. De ahí surgieron los mitos y su cortejo de fantasías. No obstante, es razonable constatar que de las selvas a la civilización, los Espíritus enseñan a los hombres que la Vida no se encierra en la tumba, como no comienza en el nacimiento.

Cuando de nómada el hombre pasó a las primeras formas sedentarias de vida social, vemos el animismo desarrollarse en el plano de la racionalización. Ese pasado periodo es también conocido como “horizonte agrícola”, del cual aun hoy existen fuertes resquicios como veremos más adelante. 

El conocimiento de los procesos históricos es indispensable al espírita, para inmunizarlo contra las
deformaciones místicas de la doctrina
 

Estamos en aquel periodo gélido, y por eso aún dialéctico, en que la razón se desarrolla en el proceso histórico, entendido este como el progreso del hombre en la Tierra. Las invenciones, el empleo de instrumentos, el aumento demográfico y el desarrollo mental se procesan de manera simultánea, y es precisamente del desarrollo mental que va a surgir una consecuencia curiosa: la profundidad de la creencia tribal en los Espíritus, en un sentido de personalización, envolviendo los aspectos y los elementos de la Naturaleza. La experiencia concreta que dio al hombre primitivo el conocimiento de la existencia de los Espíritus se alía ahora al uso más amplio de las categorías de la razón. Las dos formas generales de razonamiento anímico son la concepción de la Tierra-Madre y la del Cielo-Padre. Esas formas aparecen bien nítidas en el pensamiento chino, que conservó hasta nuestros días los elementos característicos del “horizonte agrícola”. El Cielo es el dios-padre, que fecunda la tierra, diosa-madre”.

 

Podemos observar así, que el dogma de la virginidad de Maria, madre de Jesús y la “fecundación divina” que pretensiosa y osadamente intenta explicar la divinidad de Cristo. Nada más es sino una “copia” ostensiva y grosera, diríamos un “plagio”, de los mitos paganos hecho por la casta sacerdotal. Más adelante veremos que la utilización del pan y del vino realizada hasta hoy en varias denominaciones religiosas tiene el mismo origen, pues los religiosos de la Edad Media no entendiendo la esencia de la enseñanza de Jesús en la última cena, al referirse al pan y al vino, equivocadamente materializaron el precepto y perdieron el rumbo de su real sentido. La misma fuente suministró también el origen del sacramento del bautismo por el agua, conforme también veremos. Pero, como podemos notar desde ya, ni aún originalidad los inventores de las religiones tuvieron, ya que simplemente repitieron ediciones reformadas y apenas aliñadas de modelos existentes en el pasado.

Continuemos con Herculano Pires:

 “(...) En la civilización egipcia, hay una inversión de posiciones: El Cielo es la madre y la Tierra es el Padre; y dentro de la ancestral teogamia egipcia, los Faraones eran también portadores de doble naturaleza: la humana y la divina, porque eran hijos de la reina con el dios-solar. No eran, por lo tanto, hijos de un hombre, y ni aún de un hombre-dios, sino del propio Dios, que a través de procesos divinos fecundaba a la reina. El conocimiento de esos procesos históricos es indispensable al espírita, para inmunizarlo contra las deformaciones místicas o supersticiosas de la doctrina, tan comunes en un mundo que, a pesar de enorgullecerse de su progreso científico, aún no se liberó de su pesada herencia mitológica.” (Continuará en el próximo número.) 

 

Nota

(1) PIRES, José Herculano. O Espírito e o Tempo. 3.ed.São Paulo:EDIECEL, 1979.


 


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O Consolador
 
Revista Semanal de Divulgación Espirita