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Año 2 – 93 – 8 de Febrero del 2009

ABEL SIDNEY       
abelsidney@gmail.com  
Porto Velho, Rondônia (Brasil) 

Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org


Escuela, padres e hijos: los desafíos de los nuevos tiempos

Debemos sentirnos alertas para nuestras responsabilidades delante de los hijos, para que estos, como nuestras cartas vivas, puedan dar un día el mejor testimonio al mundo de lo que pudieron aprender con nosotros 
 

La desatención de los padres en relación a los hijos ha provocado problemas de todo orden. Uno de esos problemas está en la sobrecarga que las escuelas sufren por cuenta de eso. La escuela, en verdad, ha sido una de las instituciones que más han sufrido con los desajustes de la familia. Todos los profesores tienen algunas historias nada edificantes que contar sobre este tema. La gravedad del asunto es preocupación de Juan Carlos Tudesco, educador argentino. (1) Él dedicó parte de su obra “El Nuevo Pacto Educativo” al que denominó de “déficit de socialización de    los    alumnos”.  (2)    En   otras

palabras, la familia, primera institución socializadora, no está cumpliendo su papel, que es el de hacer a los niños asimilar las reglas y valores básicos necesarios para la convivencia social. Resumiendo, ellos no han aprendido a “comportarse”, y a tener “buenos hábitos”, a “respetar el derecho de los hermanos y colegas” etc.

Conozcamos en breves líneas las ideas de este autor, en su entrevista concedida a la revista Nueva Escuela:

 “... en las últimas décadas (...), en todo el mundo, la familia viene perdiendo su capacidad de ofrecer esa socialización primaria, en muchos casos por la ausencia de la figura paterna; o porque la imagen paterna cambia dos o tres veces a lo largo de la infancia. Además de eso, el niño hoy se incorpora cada vez más pronto a instituciones diferentes de la familia, como pre-escuelas y guarderías o incluso alguien que cuida de el para que la madre trabaje. Esos adultos son menos importantes que los padres, del punto de vista afectivo. Por eso, la primera socialización se está realizando sin tanta carga afectiva, como en el pasado. No se puede simplemente transmitir conocimientos si la socialización primaria, imbuida de valores y afectos importantes, no está completa. Eso tiene reflejos en el desempeño de los profesores y en el propio diseño de la institución escolar”. (negrita nuestra)

El papel de los padres es el de educar a los hijos, Espíritus que vuelven para una experiencia más en la carne

La nueva escuela que surge a partir de entonces pasa a incorporar también el papel de la familia, cabiendo a la escuela, que el denominó de total, inclusive, “la tarea de formación de la personalidad”.

Delante de este grave cuadro, envolviendo dos instituciones fundamentales en la formación de nuestros niños – la familia y la escuela -, ¿qué reflexiones o legado de la Doctrina Espírita nos puede proporcionar? ¿Qué nos dicen los Espíritus a este respecto?

En resumen, nosotros y nuestros hijos somos Espíritus. Vivimos tantas existencias como sean necesarias a nuestra elevación intelecto-moral. El papel de los padres, en este proceso, es el de educar a los hijos, Espíritus que vuelven para una experiencia más en la carne. No siempre lo que parece evidente, no obstante, se traduce en acciones reales en nuestra vida cotidiana… Por eso, la tarea de educar a los hijos, propia de la familia, de los padres, incluso entre padres espíritas, ha sido relegada a un segundo plano, transferida para la escuela y los profesores.

Para situarnos mejor, recurramos, pues al Evangelio según el Espiritismo, en el capítulo XIV, ítem 9, mensaje titulado La ingratitud de los hijos y los lazos de familia (Kardec, 1996, p. 239), en la cual San Agustín nos alerta:

 “... cuando producís un cuerpo, el alma que en el encarna viene del espacio para progresar; enteraos de vuestros deberes y poned todo vuestro amor en aproximar a Dios ese alma; tal misión que os está confiada y cuya recompensa recibiréis, si fielmente la cumplís. Vuestros cuidados y la educación que le daréis auxiliarán a su perfeccionamiento y a su bienestar futuro”. (negrita nuestra)

Los Espíritus de los padres tienen por misión desenvolver los de sus hijos por la educación: esa es su tarea

Es responsabilidad clara de los padres estos cuidados que envuelven la seguridad, la alimentación, la protección, en fin todo lo del niño, y la educación que, conforme Kardec, debe prestarse a la formación de caracteres. (3)

El Libro de los Espíritus, en la cuestión 208, también aclara esta cuestión. Kardec pregunta a los Espíritus sobre la influencia de los padres sobre los hijos, después del nacimiento de estos. Después de destacar que “gran influencia ejercen”, es dicho que “los Espíritus de los padres tienen por misión desenvolver los de sus hijos por la educación. Les constituye eso una tarea”. La respuesta es finalizada con una grave advertencia: “Se volverán culpables, si viniesen a fallar en su desempeño”. (negrita nuestra)

Vamos a exponer ahora en tópicos otros elementos que demuestran la complejidad de este problema:

·                    Los padres desean educar de la mejor forma a sus hijos. Los padres espíritas, aquellos que buscan la orientación de la Doctrina Espírita para sus vidas, tienen conciencia de su papel y se esfuerzan para ejercerlo bien, en la mayoría de las veces;

·  No obstante, no basta desear, es necesario que se cree condiciones reales para que esto ocurra. Esto es, el tiempo y el espacio de la convivencia familiar deben estar plenamente ocupados con este objetivo. En otras palabras, nuestro hogar, en el poco tiempo que nos sobra para estar juntos, debe transformarse en verdadera escuela del alma. Es en el espacio de convivencia familiar que se va a forjar la citada “socialización primaria”, con sus valores, reglas y la necesaria carga afectiva, muy importante para la capacidad de aprendizaje de los niños.

Es necesario y urgente volvamos para casa; no al acaso campañas  en pro de la familia se suceden
en nuestro medio.

·                    Los padres desean encaminar a sus hijos profesionalmente. Y aquí está uno de los grandes problemas de nuestro tiempo: la excesiva atención a los aspectos meramente cognitivos del aprendizaje de los hijos, como si sólo el desarrollo de la inteligencia los preparase para la conquista del “futuro empleo” o del “status social” con que soñamos para el. De ahí la desmesurada atención a las dichas escuelas buenas y fuertes, en que ellos deberán volverse competitivos en el mercado de trabajo un día… Curiosamente, el propio mercado de trabajo trata de librarnos de estas ilusiones al apuntar otros factores determinantes en el perfil de un buen profesional: un buen coeficiente emocional que, evidentemente, no nace sólo de los ejercicios del razonamiento y de la memoria; no se aprende, en fin, en los bancos escolares, sino principalmente en las esferas de relaciones familiares, donde se incluye la convivencia entre padres e hijos…

Delante de este cuadro, debemos sentirnos alertas para nuestras responsabilidades delante de los hijos, para que estos, como nuestras cartas vivas, puedan dar un día el mejor testimonio al mundo de lo que pudieron aprender con nosotros…

Por eso, es siempre necesario y urgente volvernos para casa. No al acaso las campañas en pro de la familia se suceden en el movimiento espírita y en otras religiones. “La familia apriete este lazo” fue el lema de la campaña promovida por la USE algunos años atrás, con su invitación directa y sugestiva.

Lazos afectivos apretados, convivencia reforzada, problemas con posibilidades de ser solucionados.

Delante del tiempo siempre escaso para una “vida en familia”, según los moldes antiguos, la cualidad del tiempo que dedicamos a los nuestros es la que podrá marcarlos definitivamente. Mientras redefinir nuestra escala de valores y responder la simple, pero difícil cuestión: “¿qué ha sido más importante en nuestras vidas?
 

Notas:

(1)  Director del escritorio regional de Buenos Aires del Instituto Internacional de Planeamiento de la Educación, órgano de la UNESCO que discute nuevos rumbos a la educación.

(2) Socialización es el proceso por el cual el individuo, en el transcurrir de su convivencia social, asimila las reglas, normas y valores de las instituciones y grupos que lo cercan, volviendo posible su integración, adecuación a la sociedad.

(3) Para Kardec, conforme consta en los comentarios a la pregunta 685 de El Libro de los Espíritus, la educación “… consiste en el arte de formar los caracteres, la que incumbe hábitos, por cuanto la educación es el conjunto de los hábitos adquiridos”. (reseña del original)

 

Referências:

Nova Escola, Edição Número 156, Outubro 2002. 

Kardec, A. O Evangelho segundo o Espiritismo. 112 ed. Brasília: FEB, 1996.

Kardec, A. O Livro dos Espíritos. 76 ed. Brasília: FEB, 1995.

 


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