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Año 2 – 93 – 8 de Febrero del 2009


 

Traducción
ISABEL PORRAS GONZÁLES - isy@divulgacion.org
 

Afecto y no vara para las
almas débiles
 

 
Fabio da Silva, hoy con 31 años, es uno de los muchachos que escaparon, 15 años atrás, de la carnicería de Candelaria, ocurrida en 1993. El llamado acaso – vocablo que André Luiz pide sea excluido de las reflexiones de los espíritas – hizo que en la fecha del lamentable episodio él fuese a pasar la noche en otro lugar.  

El caso Fabio da Silva apareció en los medios por causa del secuestro de un autobús ocurrido en la Zona Sur de Rio de Janeiro en junio del 2000, cuyo final, exhibido por las emisoras de televisión, redundó en la muerte de la profesora Geisa Firmo Gonçalves y de su ejecutor, el joven Sandro do Nascimento, ex colega de Fabio y también sobreviviente de la carnicería que hizo a la Candelaria mundialmente famosa.

El secuestro es el tema central de la película “Última Parada 174”, de Bruno Barreto, lanzada en octubre del año pasado en nuestro país, en el cual la vida de Sandro do Nascimento, 20 años en la época, es el foco.

La violencia observada en el caso de la profesora Geisa y mostrada en la película conmovió a la nación entera y reencendió un antiguo debate acerca de la necesidad de instituir en Brasil la pena de muerte, porque solamente el recelo de la muerte – entienden los defensores de la idea – sería capaz de poner un freno a la onda de violencia que ha crecido de forma incontrolable en nuestro país.

En la época de esos acontecimientos, Fabio ya no vivía en las calles, pues conseguía con el tiempo ajustarse a la sociedad y asegurar con su trabajo el propio sustento, cosa que, infelizmente, no se dio con Sandro que, en un momento de total desequilibrio, sesgó la vida de una joven que el jamás vio y que, evidentemente, no podía ser odiada por el.

El reportero de una importante revista preguntó a Fabio el motivo de haber el salido de casa para vivir en la calle, hecho que se dio cuando Fabio tenía sólo 7 años. “Fue después del suicidio de mi padre”, explicó el muchacho. “El saltó del 17º piso de un edificio.” Después la madre murió del corazón y, sin nadie que los pudiese mantener, los 11 hermanos se perdieron.

Historias como la de Fabio están en la raíz de muchos casos semejantes al de Sandro, el criminal que gran parte de la sociedad brasileña, sin mayores cuidados, desearía poner en la silla eléctrica, si la Constitución y el Código Penal Brasileño así lo autorizasen.

Es preciso entender, no obstante, que las almas débiles como la de Sandro necesitan más de médico que de verdugo, más de afecto que de golpes.

La violencia tiende a generar más violencia. El afecto, el cariño, comprensión y apoyo generan, al contrario, equilibrio y armonía, predisponiendo al individuo a enfrentar con serenidad los momentos difíciles, que no son pocos en el mundo en que vivimos.

 


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