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Editorial Português Inglês    
Año 2 - N° 83 - 23 de Noviembre del 2008


 

Traducción
ISABEL PORRAS GONZÁLES - isy@divulgacion.org
 

Jesús, la violencia y el
sermón profético

 
Los números que retratan el recrudecimiento de la violencia en Brasil parecen indiscutibles. Y, hecho curioso, los porcentajes pertinentes a la criminalidad se presentan mayores, conforme las estadísticas oficiales, en los lugares en que teóricamente la pobreza y la necesidad material son menores.

Toda vez que esos datos son públicos, el gobierno federal llama la atención con un nuevo plan de seguridad que, según la propaganda oficial, deberá revertir la situación, esperando con eso calmar la población brasileña, que se encuentra cansada de tanta violencia, de tanta corrupción y de tantos desmanes en un país que acostumbra, con indescifrado orgullo, decirse cristiano.

Si las estadísticas valen para alguna cosa, esa última divulgada por el gobierno trae números sintomáticos.

Veamos. Los que tienen la manía de atribuir la violencia apenas a la necesidad material tendrán dificultad para explicar porqué Maranhâo y el Piauí, de los estados del Nordeste, ambos muy pobres, presentan números más civilizados e inferiores a lo apurado en el rico Rio Grande do Sul y en opulento Paraná.

En verdad, como escribió cierta vez nuestra compañera Jane Martins Vilela en un artículo publicado en el artículo El Inmortal, violencia siempre hubo en el mundo. ¿Ya olvidamos las dos Guerras Mundiales, la guerra de Vietnam, la guerra de Corea y los conflictos de Bosnia y de Kosovo?

El mundo, obviamente, no está peor por causa de ese o de aquel estado de beligerancia. El mundo está, sí, aunque de forma lenta, cada vez mejor, ya que el número de los que matan, de los que avanzan sobre los cofres públicos, de los que no respetan los derechos del prójimo es infinitamente menor que el número de los que anhelan por la paz, de los que viven a veces miserablemente con escasos salarios y de los que, incluso así, respetan al semejante. Como decía J. Herculano Pires, la Tierra no experimenta una crisis de involución, sino de revolución, crisis por señal prevista por Jesús en el sermón profético, según el cual, antes de la victoria final del Evangelio, que será un día enseñado y practicado en todos los lugares, habría guerras, estremecimiento de la tierra y mucha iniquidad, pero eso no significa el fin del mundo, sólo el comienzo de una nueva era.

El estado caótico en que aun nos encontramos, a pesar del progreso registrado en los últimos tiempos, muestra sólo que la Tierra es un planeta aun muy atrasado y lejos de ese estadio llamado Mundo de Regeneración, cuyo advenimiento para los próximos años sólo es propagado por las personas desinformadas que no ven televisión ni leen los periódicos.

 


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Revista Semanal de Divulgación Espirita