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Año 2 – Nº 82 16 de Noviembre del 2008

ABEL SIDNEY      
abelsidney@gmail.com        
Porto Velho, Rondônia (Brasil)

Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org


La felicidad y la depresión

 La idea de que debamos vivir el momento presente es también lección de los Espíritus, que nos han invitado a aprovechar
mejor el día de hoy, que debíamos considerar como
siendo el último día de nuestras vidas.
 

“El hombre contemporáneo es más feliz que sus antepasados, porque dispone de más medios para ser dichoso”, subraya el psiquiatra Luís Rojas Marcos, autor del libro Nuestra felicidad, en una entrevista al site Saluladia.  

Sin embargo, su pronostico para el futuro inmediato es de que “no faltarán hombres y mujeres angustiados”.

El futuro inmediato, en verdad, ya nos tocó a la puerta, desde  el  lanzamiento  de  su  obra,  hace  ocho  años.

Basta mirar a nuestro alrededor para constatar la onda de malestar que barre la sociedad, a todos desafiando.

Prosigue el Dr. Marcos: “Los seres humanos tienen una tendencia a pensar que vivimos los peores momentos de nuestra existencia. La Historia es el mejor antídoto de esa nostalgia”.

Vivimos a veces, en busca de un tiempo perdido, en el pasado, cuando habríamos sido felices, olvidándonos de que, si la felicidad es construida y resultados de pequeños momentos, el mejor momento para vivirla es ahora. Ni ayer y mucho menos mañana. Lo que no quiere decir que no podamos volver a los paisajes felices de nuestro pasado; o que dejemos de creer que podremos ser más felices en el futuro…

La idea de que debamos vivir el momento presente, lo que denotaría madurez y equilibrio, es también lección de los Espíritus, que nos han invitado a aprovechar mejor el día de hoy, que debíamos considerar como siendo el último día de nuestras vidas.

No es otro el pensamiento de Joanna de Ângelis al enseñarnos: “Si deseas ser feliz, vive, cada momento, de forma integral, reuniendo las cuotas de alegría, de esperanza, de sueño, de bendición, en un panel planificador”.

Continúa el psiquiatra, posteriormente, comentando sobre los ladrones de la felicidad: el dolor, el miedo, el odio y la depresión. La depresión, especialmente es considerada por el “el ladrón de felicidad más infeliz y peligroso de nuestro tiempo”, por robar la esperanza, lo que puede llevar a la propia autodestrucción.

Más adelante él afirma que aunque “los jóvenes de hoy hayan crecido con más riqueza, más derechos, más posibilidades para realizarse y más libertad, son más pesimistas y sufren más con el tedio”. Las nuevas generaciones están, de esta forma, más vulnerables a la depresión, que está para asumir proporciones epidémicas en todo el mundo, conforme testimonian otros especialistas.

Para el psiquiatra, diversos factores deberán ser combinados para comprender “la proliferación de la depresión”:

·                   La creciente glorificación del individualismo que fomenta la competitividad;

·                   El sentimiento de fracaso por la búsqueda obsesiva de status social;

·                   La frustración por el desequilibrio entre nuestras aspiraciones y nuestras oportunidades;

·                   La responsabilidad personal por nuestros éxitos y fracasos y

·                   El creciente número de separaciones familiares.

A pesar de este cuadro, él entiende que “los avances médicos y farmacológicos permiten que las depresiones endógenas, que tengan causa internas, se diagnostiquen a tiempo y se traten con bastante precisión. En más del 90 por ciento de los casos que se tratan mejoran sensiblemente o se curan”.

El paciente debe trabajarse sin
auto-piedad ni auto-castigo

Al cerrar su entrevista, él describe la depresión como se presenta: “tristeza, falta de voluntad de vivir, apatía, indiferencia, violencia…” y da, por fin, su receta de cómo combatirla, dentro del cuadro de los recursos médicos y farmacológicos, que compone su referencia de trabajo como psiquiatra. En sus palabras: “Combatiremos la depresión con tratamientos médicos, con la mejora evolutiva de la especie y con nuestros conocimientos sobre el cerebro. La prevención se basará en nuestros conocimientos del genoma humano”.

No nos cabe aquí apuntar, como ya es común y a veces nada elegante, los límites y deficiencias del pensamiento y de la acción ajena, para exaltar los recursos que tenemos a mano, sean los recursos espíritas de diagnóstico y cura, sean otras modalidades de terapia, que mejor se encuadren en nuestras preferencias.

Debemos respetar, por tanto, la Psiquiatría, el Psicoanálisis, la Psicología y todas sus vertientes y líneas de acción, pues que estas especialidades de la salud tienen sus abordajes y métodos propios, dignos de todo nuestro aprecio.

Cada profesional trabajará siempre dentro de sus cuadros de creencias, valores y recursos. Y aunque podamos distinguir ciertos límites en los recursos de que se utilicen, no debemos jamás descalificándolos.  

Retomando el tema ha sido tema de muchas obras. Joanna de Ângelis, en sus obras de cuño psicológico, ha abordado este asunto con acierto y profundidad dentro de los referentes espíritas. 

En cuanto a la depresión, ¿cuál es la visión espírita sobre este síndrome, hoy epidémico?

El mensaje titulado Nostalgia y Depresión, de la referida autora espiritual nos servirá de guía en este estudio. Ella nos afirma que:

·                    No importa el origen de los disturbios depresivos; fundamental es la participación del enfermo en el proceso de cura.

El deprimido es un enfermo, pues la depresión, tal como afirman los especialistas del área médica, es una dolencia y por eso exige tratamiento adecuado.

No es, se debe acentuar bien, una vaga tristeza, un sentirse disgustados y enfadado temporalmente, si no un mal instalado.

El hecho de que el tratamiento exija acción medicamentosa no nos debe causar ninguna sorpresa, pues los implementos físicos, la química cerebral se encuentra afectada, alterada, exigiendo recursos de tratamiento adecuados.

·                    El paciente debe trabajarse sin auto-piedad “ni auto-castigo para reencontrar  los objetivos de la existencia”

La auto-piedad o el mal de lo cotidiano es uno de esos complejos que nos alcanza a todos. Tendemos, no es raro, a sentir dolor de nosotros mismos, como si dijésemos: “pobre de mí, como sufro…”

Como si no bastase la auto-piedad aun añadimos a este peligroso estado de alma el auto-castigo. En este caso añadiríamos: “Sufro sí y no podría ser diferente, pues no merezco otro destino; pues lo que hice (o dejé de hacer) no tiene perdón. Dios jamás me perdonará…”

Joanna de Ângelis dice que el hombre es la
medida de sus esfuerzos

·           El esfuerzo personal es fundamental en el proceso de cura.

El paciente debe accionar las fuerzas de la voluntad, buscando siempre que sea necesario, con humildad, el refuerzo de los recursos ajenos – el apoyo, el amparo, el afecto de los amigos, de los familiares.

·                    La búsqueda de la conciencia de sí mismo o el autoconocimiento puede promover la liberación de las fijaciones de la “idea depresiva, de la autocompasión”, propiciando “renovación mental y acción constructora”.

Es necesario en estas ocasiones descubrir nuestros talentos ocultos; al lado de los límites conveniente percibimos nuestros amplios potenciales de crecimiento para la vida. Eso nos exigirá ciertamente más esfuerzo de razonamiento, más altos vuelos, para sentirnos, desde ya, Espíritu Inmortal, heredero de Dios.

Podemos tener noción de los abismos bajo nuestros pies, que nos cabe evitar, pero se hace imprescindible contemplar las estrellas, para que paso a paso veamos nacer los frutos que brotan de nuestras luchas en busca de superarnos.                                        

¡A todo eso acostumbran a denominar de autocura, que demandará mucho más que ligeras lecturas y músicas suaves!

Joanna aun complementa su pensamiento, en este aspecto, afirmando que “el hombre es la medida de sus esfuerzos y luchas interiores para el auto-crecimiento”...

La cura de este o de otros males, síndromes o disturbios, no deberá, pues ser concebida, como un simple proceso de liberar al paciente de algo que lo oprime, lo embarga, lo hiere y hace infeliz; debe antes, tomarse como un compromiso nuestro, individual, para que busquemos ajustar los rumbos de la propia vida, teniendo en cuenta la necesidad de nuestra transformación más profunda.

De ahí podemos afirmar que no tenemos dolencias, a pesar de los síntomas que se manifiestan; somos enfermos en largo proceso de cura de los tantos males que aun retenemos en las profundidades de nosotros mismos…

·                    Ejercicios físicos para la revitalización del cuerpo y desintoxicación, por consecuencia, de los centros de fuerza.

A veces nos olvidamos que estamos domiciliados en un cuerpo y que este obra y reacciona a nuestros comandos de pensamiento y emoción. El viejo adagio “mente sana en cuerpo sano” no debe ser olvidado.

·                    Recursos terapéuticos diversos pueden ser accionados, tales como la “terapia bioenergética (Reich, como también la espírita), la logo terapia (Víktor Frankl), o conforme se presenten los síndromes, el curso del psicoterapeuta especializado, así como de un grupo de ayuda, se hacen indispensables”.

La indicación de estos recursos lanza por tierra la idea, a veces, presente en el medio espírita de que: 1) todo puede ser obsesión (incluso la depresión y otros disturbios psicológicos); 2) todo puede ser curado con algunos pases y agua fluidificada, más allá del alejamiento, en las reuniones de desobsesión, del agente causante del mal…

El papel del paciente es la piedra de toque
del proceso de cura

La terapia espírita, como complemento es fundamental y a veces puede corresponder a la casi total responsabilidad por la cura del paciente, afectado por este o aquel mal. Sin embargo, ella no debe ser exclusiva, en caso que la intervención de los profesionales de la salud sea necesaria.

El papel del paciente, por otro lado, es siempre la piedra de toque del proceso de cura. Es el que se propone a estudiar, a transformarse, a accionar los recursos que el Espiritismo nos coloca a la disposición. Si hay algún milagro, es el milagro de la auto-superación, de la auto-transformación.

·                La elección del recurso terapéutico adecuado “debe ser hecho por el paciente, si dispusiera de la necesaria lucidez para tanto”, o en caso contrario, por los familiares “a fin de evitar daños comprensibles, los cuales, ocurriendo, generan más complejidades y dificultades de recuperación”.

La resistencia de los pacientes y familiares a determinadas modalidades de tratamiento pueden generar las “complejidades y dificultades” citadas por Joanna. En casos extremos, el paciente no encuentra la cura o incluso se suicida.

La resistencia a los tratamientos va de la terapia psicológica a la ingestión de medicamentos recetados por clínicos o psiquiatras, sin contar los que resisten a coger los beneficios de los recursos auxiliares disponibles en los centros espíritas: el pase, el agua fluidificada, la orientación por el diálogo fraterno.

·                    Otros recursos importantes para la reconquista de la salud mental y emocional de los pacientes dependerá: 1) de la creación de una psicosfera saludable en torno del mismo y 2) del cambio de factores psico-sociales en el hogar e incluso en el ambiente de trabajo.

Como se puede percibir, el proceso de cura debe contar con la participación: 1) del propio paciente; 2) de los familiares; 3) de los colegas de trabajo e incluso los ambientes o psicosfera existentes a su alrededor puede afectarlo positiva o negativamente.

A guisa de conclusión – Abordamos la cuestión de la felicidad y de la depresión, a partir de los informes encontrados en la obra del Dr. Luiz Rojas Marcos.

Las lecciones de Joanna de Ângelis acerca de la depresión nos trajo esclarecimientos importantes y ahora nos cabe profundizar en los temas aquí propuestos, complejos, exigiendo aun otras lecturas y estudios.

Y nos acordamos, por fin, en nuestras luchas y búsqueda, de lo que nos enseñó el Espíritu de Verdad, tal como está en El Evangelio según el Espiritismo: “¡Espíritas! Amaos, este es el primer mandamiento; instruiros, este es el segundo.” 

 

Referências:

FRANCO, Divaldo Pereira. Amor Imbatível Amor (pelo espírito Joanna de Ângelis). 1ª ed. Salvador: Livraria Espírita Alvorada, 2002.  

KARDEC, A. O Evangelho Segundo o Espiritismo. 112ª ed. Brasília: FEB, 1996. 

ROJAS MARCOS, L. Nuestra Felicidad. 1ª ed. Madri: Espasa Calpe, 2000.

 


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Revista Semanal de Divulgación Espirita