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Editorial Português Inglês    
Año 2 - N° 81 - 9 de Noviembre del 2008


 

Traducción
ISABEL PORRAS GONZÁLES - isy@divulgacion.org
 

El lazo que liga el Espiritismo
a la doctrina cristiana
 

 
En el estudio que hizo, en el capítulo I del libro La Génesis, sobre las tres grandes revelaciones de Dios, Kardec fue por demás claro.

Recordemos lo que el Codificador allí escribió.

A Moisés debemos – dice Kardec – tres grandes realizaciones: la revelación de la existencia de un Dios único, Soberano Señor y Orientador de todas las cosas; la promulgación de la ley del Sinai, o Decálogo, y el lanzamiento de las bases de la verdadera fe.

El Cristo – recuerda el Codificador -, tomando de la antigua ley lo que es eterno y divino y rechazando lo que era transitorio, puramente disciplinario y de concepción humana, añadiéndole la revelación de la vida futura y disertó sobre las penas y recompensas que aguardan al hombre después de la muerte, un tema que no había sido tratado en la doctrina mosaica.

Evidentemente, dada la condición de inferioridad intelecto-moral que caracterizaba a los hombres de su época, el Cristo no puede avanzar sobre los otros temas, razón por la cual dice estas palabras registradas en el Evangelio de Juan: “Muchas de las cosas que os digo aun no las comprendéis y muchas otras tendría que decir, que no comprenderíais; por eso es que os hablo por parábolas; más tarde, sin embargo, os enviaré el Consolador, el Espíritu de Verdad, que restablecerá todas las cosas y os la explicará todas”.

Surgió entonces, 18 siglos después el Espiritismo que, partiendo de las propias palabras del Cristo, como este partió de las de Moisés, es – conforme palabras textuales de Kardec – “consecuencia directa de su doctrina”.

El lazo que une las revelaciones no podría ser expuesto con mayor claridad.

La Doctrina Espírita, cuyo advenimiento ocurre en una época mucho más favorable a la diseminación del conocimiento, añadió a las revelaciones anteriores informaciones importantes, como la confirmación de la existencia del mundo invisible que nos rodea; la definición de los lazos que unen el alma al cuerpo y, por consecuencia, la disipación del velo que ocultaba a los hombres los misterios del nacimiento y de la muerte.

Con las luces traídas por el Espiritismo, el hombre sabe de dónde viene, para dónde va, porqué está en la Tierra, porqué sufre temporalmente, y ve por todas partes la justicia de Dios, consciente de que, conforme Jesús enseñó, amar a Dios y al prójimo constituye el deber principal de todos nosotros.
 


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O Consolador
 
Revista Semanal de Divulgación Espirita