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Año 2 – Nº 79 26 de Octubre del 2008


 

Traducción
ISABEL PORRAS GONZÁLES - isy@divulgacion.org
 

La Iglesia a la búsqueda
de un rumbo
 

 
En la abertura del Sínodo de los Obispos, realizado en el inicio de octubre en Roma, el papa Benedicto XVI dice que los hombres de la actualidad quieren vivir sin Dios, lo que vuelve a la sociedad más confusa y más infeliz. El pontífice parece asustado con la disminución de la influencia de la Iglesia Católica en nuestro mundo.

En el artículo publicado en el Periódico de Brasil, edición de 6/10/2008, escribe Mauro Santayana: El siglo 20 fue el más difícil de su Historia, porque la jerarquía no supo oír al apóstol que Cristo envió al Vaticano, en la figura admirable de Ângelo Roncalli. El Concilio, convocado en 1962 por los campesinos de Bergamo, fue la gran oportunidad para que la Iglesia volviese a las pisadas de Cristo dejadas en los caminos de Palestina, pero sus sucesores las perdieron. A pesar de las memorables encíclicas (sobre todo la Pacem in Terris), que volvían a las preocupaciones del Evangelio, y trajeron otra buena nueva al mundo, el Vaticano fue abandonando, paulatinamente la doctrina de Juan XXIII, y combatiéndola, sin complacencia, en el cuerpo de la Iglesia. El propósito que él pretendía tomó otro rumbo. Roncalli, que conversa con los dos lados del mundo – con Kennedy y con Khruschev – tenía los ojos en los pobres. Como sucesor del pescador Pedro, la misión que se le atribuyó era la de, mansamente, recordara a los católicos que el Cristianismo no se limitaba al padre-nuestro, sino que exigía volver al Cristo que multiplicaba panes y peces y perdonaba a la adultera”.

Prosigue el artículo: “Uno de los grandes secretos del extraordinario conductor de la Iglesia fue su afecto real para con todos. Hace días, el gran hombre público brasileño Waldir Pires contaba a este columnista la visita que hizo, como diputado federal, al vaticano, en compañía de su mujer, Yolanda, entonces embarazada. El protocolo determinaba que las mujeres se arrodillasen delante del papa, y cuando él se aproximaba al grupo, Yolanda comenzó a inclinarse para cumplir el rito. Juan XXIII corrió en su dirección y, cogiéndola por los brazos, le impidió la genuflexión. Después de algunas frases cariñosas, le bendijo el vientre. Es lo que habría hecho Cristo, podemos imaginar”.

La conclusión del conocido periodista es que, si Dios y los hombres se distancian hoy, mucha de esa responsabilidad es del Vaticano. “La jerarquía católica no quiso encontrar – a no ser en el brevísimo Albino Luciani – que estuviese dispuesto a continuar los esfuerzos de Juan XXIII para devolver a la Iglesia a Cristo. Con Karol Wojtyla, la Iglesia salió de en medio de los pobres, y los entregó a las sectas pentecostales.

Rematando el artículo, Santayana observó: “La Iglesia está pidiendo un nuevo y gran papa, que la salve y, al salvarla, ayude al hombre del Occidente a restablecer sus compromisos con la Creación. Por lo que hemos visto, no será el papa Ratzinger el predestinado a promover esa revolución necesaria”. 

El análisis contenía en el artículo ahora examinado explica, por lo menos en parte, lo que fue dicho en este espacio en el editorial de la semana pasada. Motivos existen, y en gran número, para la reducción de las vocaciones y el vacío de los templos católicos.

Es preciso, por tanto, un esfuerzo muy grande para fortalecer la fe en nuestro Padre Creador, una necesidad vital para que el mundo se transforme y podamos cumplir los compromisos que Él espera que cumplamos. Al final, van volviendo al mundo de paseo y todos tenemos dos mitades clarísimas a alcanzar. Una nos dice al respecto de nuestro perfeccionamiento personal; la otra tiene que ver con el progreso general y con la parte que nos cabe en la obra de la Creación.

 


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Revista Semanal de Divulgación Espirita