WEB

BUSCA NO SITE

Página Inicial
Capa desta edição
Edições Anteriores
Quem somos
Estudos Espíritas
Biblioteca Virtual
Livros Espíritas em Português Libros Espíritas en Español  Spiritist Books in English Livres Spirites en Français Spiritisma Libroj en Esperanto 
Jornal O Imortal
Vocabulário Espírita
Biografias
Livros Espíritas em Português Libros Espíritas en Español  Spiritist Books in English Livres Spirites en Français Spiritisma Libroj en Esperanto 
Mensagens de Voz
Filmes Espiritualistas
Livros Espíritas em Português Libros Espíritas en Español  Spiritist Books in English    
Efemérides
Esperanto sem mestre
Links
Fale Conosco
Espiritismo para los niños - Célia X. de Camargo - Português Inglês 
Año 2 – Nº 75 28 de Septiembre del 2008

 
                                                            
Traducción
ISABEL PORRAS GONZÁLES - isy@divulgacion.org


Respecto a las cosas ajenas

 

Paulino era un niño que fue criado con todo amor y cariño por sus padres.

Estudiaba en una buena escuela y confortable, tenía una profesora dedicada y amigos con quien se divertía en las horas de recreo. En fin, era un buen alumno.

Con todo, cierta vez entró en su clase un niño mayor que vino transferido de otra escuela. De una personalidad absolvente, Roberto comenzó a dominar a Paulino, que pasó a ver en el nuevo amigo un líder.

Desde ese día en adelante, Paulino mostró un rendimiento bajo escolar, no hacía los deberes más en su casa, se volvió malcriado y salía por la noche volviendo tarde al hogar, sin que su madre supiese donde había estado.

No valieron consejos y recomendaciones de los padres y de la profesora; el muchacho cada vez mostraba más indisciplina, falta de respeto y desinterés por todo lo que fuera enseñado hasta entonces.

Sus padres, muy preocupados, no sabían qué hacer más.

En esa época, el padre de Paulino comenzó a tener problemas de salud. El corazón estaba seriamente afectado y era necesario un tratamiento riguroso y mucho cuidado.

Cierto día, Paulino llegó tarde por la noche y encontró todo cerrado y silencioso. Nadie en casa.

Sin saber qué hacer, buscó informarse con el vecino. Así, recibió la noticia de que su padre se sintió mal y fue llevado deprisa para el hospital.

Con el corazón angustiado, corrió hasta el hospital y encontró a su madre llorando.

-- Gracias a Dios que llegaste, hijo mío –

dijo ella.

-- ¿Cómo está papá? – preguntó, afligido.

-- Está siendo atendido por el médico, Paulino, pero tardamos mucho para venir y temo que el socorro llegue tarde.

-- Pero, ¿por qué mamá? ¿Por qué no pediste a Anita después que llamara por un teléfono público?

-- Yo lo pedí, hijo mío, pero el teléfono está roto.

Muy confundido, el chico se acordó de que fue él mismo y su banda quienes destruyeron el aparato, por jugar. Tartamudeando, insistió:
 

-- Pero hay un centro de salud próximo de nuestra casa- ¿Por qué no llamaste a una ambulancia?

Moviendo la cabeza, la madre informó algo desanimada:

-- Lo intentamos, Paulino... Pero la ambulancia, infelizmente, estaba con las cuatro ruedas cortadas, hecho por una banda de muchachos desocupados que andan por ahí, según me informaron.

Colorado hasta la raíz de los cabellos, Paulino se acordó   que,   también   por  diversión,  ellos  habían

estropeado las ruedas de la ambulancia que estaba estacionada en el patio de enfrente del centro de salud.

Lleno de vergüenza y arrepentido, con lágrimas, Paulino confesó a su madre todo lo que hizo, y concluyó:

-- Si papá muere, nunca más voy a perdonarme. Por mi culpa él no recibió la asistencia urgente de que tanto necesitaba.

La madrecita que oía callada le acarició los cabellos y habló con cariño:

-- Siempre es tiempo de arrepentirnos de nuestras malas acciones, hijo mío. Ora y pide a Dios en favor de tu padre. Él nunca deja de ampararnos en nuestras necesidades.

Algún tiempo después, el médico vino a avisar que estaba todo trascurriendo bien y que el paciente más tarde estaría recuperado.

Llenos de alegría, madre e hijo se abrazaron, agradeciendo a Dios que atendiera a sus suplicas.

Y, a partir de aquel día, Paulino volvió a ser el niño que era antes, reconociendo que el respeto a la propiedad ajena es muy importante, especialmente a las cosas públicas que prestan un servicio inestimable a la población, y que nunca sabremos cuando nosotros también podemos necesitar.

Que él, en vez de transmitir sus buenas cualidades a los amigos indisciplinados, se dejó contaminar por ellos.

Paulino se prometió a sí mismo que haría todo lo que pudiese para que sus amigos también comprendiesen que solamente el respeto y el amor al prójimo podrán volvernos personas mejores y más feliz.

Fiel a las promesas de cambio interior que hiciera a sí mismo, Paulino buscó a la compañía telefónica y la dirección del centro de salud responsabilizándose por los estragos verificados y se apresuraría a pagar con su trabajo los perjuicios que causó.

                                                                  Tía Célia 
 



O Consolador
 
Revista Semanal de Divulgación Espirita