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Año 2 – Nº 67 3 de Agosto del 2008


 

Traducción
ISABEL PORRAS GONZÁLES - isy@divulgacion.org
 

Leonardo da Vinci y las
vidas
sucesivas

 

En una interesante materia publicada algún tiempo atrás por una importante revista brasileña sobre Leonardo da Vinci y sus inventos, el reportero, después de discurrir largamente sobre la obra y los invetos del autor de Mona Lisa (también conocida como La Gioconda), indaga: - ¿Cómo explicar tamaña genialidad?

Está claro que, no admitiéndose la existencia del alma, todo cuanto diga respecto al talento acaba resumiéndose a la potencialidad del cuerpo, de los genes, de la masa cerebral o cosa que lo granjee. Y lo mismo se da cuando, aunque se admita el alma, circunscribimos su proceso evolutivo a los parcos años que constituyen una existencia humana. Como tal periodo de tiempo es claramente insuficiente para explicar la genialidad de algunos, como Einstein, Newton, Freud y el propio Leonardo da Vinci, la tendencia es buscar en el instrumento – el cuerpo material – el origen de alguna cosa que no puede ser encontrada en él, pero sí en el agente – el alma o espíritu -, lo que infelizmente no pasa por las meditaciones de la ciencia.

La tesis de las vidas sucesivas, que remonta a la India antigua, de donde salió para llegar a Egipto y a Atenas, siendo perfilada por personajes de la cultura de entonces del porte de Pitágoras, Sócrates y Platón, no puede ser descartada cuando se discuten cuestiones de ese orden.

La genialidad de Leonardo no constituye un privilegio inadmisible o un fenómeno inhabitual que contemple a unos e ignora a la mayoría. No; Leonardo da Vinci adquirió, por si mismo, el talento que lo destacó, valiéndose para eso de múltiples existencias, lo que implica reconocer que pertenece a él el mérito de esa conquista.

A los que imaginan que la Doctrina Espírita constituye la voz aislada en la defensa de la tesis reencarnacionista, recordemos que Buda y sus seguidores también la admiten y que, incluso en el seno de los seguidores de Moisés, la creencia en la reencarnación continúa viva. ¿Por qué decimos vida? quien ya leyó los Evangelios sabe que entre los hebreos la reencarnación constituía una creencia común, designada alguna veces por el vocablo resurrección. En este sentido es que los apóstoles, respondiendo a una indagación de Jesús, le afirman: - “Dicen que tú eres Juan Bautista, Elías, Jeremías o uno de los profetas que volvió” (Mateo, 16:14). Ahora, Jeremías murió enfermo y con una edad avanzada, mientras Jesús era un joven vigoroso y de padres conocidos. Si Jeremías debiese volver al escenario de la Tierra, como los hombres creían, sólo podría hacerlo por medio de la reencarnación, jamás por la resurrección de un cuerpo muerto y sepultado, lo que la ciencia demuestra ser imposible.

La vieja doctrina reencarnacionista continúa, sin embargo, actual en los tiempos en que vivimos, y no sólo en el seno de los espíritas, como podemos ver en el artículo “Inmortalidad y el alma”, proporcionado por la revista Moraschá, edición de septiembre del 2004, pp. 20 a 24, publicada por el Instituto Morashá de cultura, que congrega en su equipo de supervisión religiosa a los rabinos David Weitman, Efraim Laniado, Isaac Shrem y Abrahán Cohen.

Reafirmando el principio de la reencarnación, que es uno de los puntos fundamentales del Espiritismo, asevera el artículo en causa: “Una misma alma humana puede ser reencarnada varias veces, en cuerpos diferentes, teniendo de esa manera la oportunidad de rectificar daños hechos en encarnaciones anteriores o de alcanzar la perfección no alcanzada previamente. En su origen, el alma es parte de la Esencia Divina, siendo totalmente pura. Pero, en su vida terrestre, puede desviarse. Será, pues, necesario volver para rectificar los errores o para intentar ascender a niveles espirituales más elevados.

Allan Kardec preguntó, más de 150 años atrás, a los Espíritus superiores: - ¿Cuál es el objetivo de la reencarnación? Y ellos respondieron (El Libro de los Espíritus, pregunta 176): “Expiación, perfeccionamiento progresivo de la humanidad, sin eso, ¿dónde estaría la justicia?".
 
 


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O Consolador
 
Revista Semanal de Divulgación Espirita