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Espiritismo para los niños - Célia X. de Camargo - Português Inglês 
Año 2 - N° 64 - 13 de Julio del 2008

 
                                                            
Traducción
MERCEDES CRUZ REYES - MERCHITA926@telefonica.net

 
Responsabilidad y amistad

 

Juquinha volvía de la escuela con la mochila colgada a la espalda y una pelota en las manos.  

 Saltando, el chutó la pelota y rompió el cristal de la ventana de una residencia por la cual estaba pasando. 

Temeroso por lo que hizo, el salio corriendo y dobló la esquina, deprisa.  

Zeze, su colega, que venia un poco más detrás, preocupado con una prueba que aria al día siguiente, ni noto lo que había acontecido. 

Al pasar delante de la casa, se topo con un hombre muy enojado, que, agarrándolo por el brazo, grito: 

¡Páguela usted, bellaco  desvergonzado¡ 

Asustado, sin entender lo que estaba aconteciendo, Zeze se defendió: 

- ¡Yo no hice nada! No se de lo que el señor me acusa.  

-¿Como que no lo sabe? ¿Usted acaba de romper el cristal de la ventana de mi casa  y no lo sabe?... 

- ¡No lo se no, señor!. ¡No fui yo! ¡No fui Yo! 

- ¿Ah, no? ¿Y esa pelota de quien es? 

Zeze había reconocido la pelota, nueva y bonita, que pertenecía a su amigo Juquinha. Sin embargo el no era acusador y no entregaría al compañero. Entonces, apenas respondió:

- ¡No es mía, señor, yo lo juro!

- Si usted esta mintiéndome, se arrepentirá. ¡Vamos! Voy a llevarlo hasta su casa y hablare con sus padres.

- ¡Por favor, señor, suélteme! Mis padres están trabajando y no hay nadie en mi casa.

Zeze lloraba y suplicaba tanto, que el hombre cedió. 

Soltó el brazo  de el y le pidió la dirección. Que el chaval le dio. Después, volviendo poco a poco a la normalidad, el informo:

- Mañana iré a la escuela a hablar con su profesora. ¿Cómo es su nombre?

- José Luiz Barbosa, más todos me llama Zeze.

- Muy bien, Zeze. Se puede ir ahora.

Zeze continuó su camino, aliviado. Al día siguiente todo se aclararía, tenia la certeza. Ciertamente Juquinha no dejaría que el fuese acusado injustamente.

Por la mañana Zeze se levantó, confiado, y fue a la escuela. 

Eran las diez de la mañana cuando el hombre apareció en la puerta de la sala de la clase.

La profesora Dorinha lo recibió y pregunto lo que deseaba. El entró y explico lo que había acontecido delante de toda la clase. 

Juquinha se encogió en la cartera. 

Ante la acusación de aquel hombre, Zeze espero que Juquinha asumiese la culpa, no dejando que el fuese acusado injustamente.  

Como juquinha continuaba callado, Zeze bajo la cabeza triste y desilusionado.

La profesora Dorinha, viendo la situación creada, salio en defensa del alumno.

- El señor tiene toda la razón de reclamar  y hasta desear una reparación, sin embargo no puede venir aquí  y acusar a un alumno mio sin la certeza de la culpa de el. Más allá de eso, esta pelota no es de Zeze, se lo puedo afirmar.

- Pero alguien rompió mi ventana con esta pelota y quiero saber quien fue. 

El miraba para toda la clase, mirando uno por uno. 

Todavía nadie se manifestó, irritado, el dijo: 

- Muy bien. Ustedes se están protegiendo, más yo voy a descubrir quien fue y, ahí, tomaré providencias. Dejaré la pelota aquí en la mesa. Que el dueño la pegue después, si tiene coraje. Pásenlo bien. 

El hombre se retiro pisando duro. Después a la salida de ella, Dorinha miro a su clase, tiste, y consideró: 

- Estoy bastante decepcionada con ustedes. No importa lo que hayamos hecho, tenemos la obligación moral de asumir nuestros errores. Mentir es muy feo y, omitir nuestra responsabilidad, dejando que alguien sea acusado en nuestro lugar, es peor aun. 

Zeze con la cabeza entre las manos, lloraba bajito. En ese momento, Juquinha se levanto, tímido y avergonzado:

- Profesora, fui yo quien rompió el cristal. ¡Más no fue queriendo! ¡Fue un accidente!

Después, volviéndose para el amigo que lloraba, dijo: 

¡Zeze, discúlpeme! No quise crear un problema para usted, apenas  quede con miedo de la reacción de mis padres al enterarse. Sin embargo, usted sabía que yo era culpable y no me entregó, y eso me dejo como avergonzado de mi mismo. ¿Podrá perdonarme? 

Zeze levanto la cabeza, limpio las lágrimas y sonrió: 

- ¡Claro Juquinha. Sabia que usted no dejarías que yo fuese acusado injustamente. Al final somos buenos amigos! 

Juquinha caminó hasta Zeze y se abrazaron, contentos por haber resuelto bien la situación. 

Después, Joquinhau, también emocionado, prometió:

- Profesora, yo prometo  que al salir de aquí iré a la casa de ese señor, le contaré la verdad y me responsabilizaré  por los daños que cause.

- Optimo, Juquinha. Usted decidió muy bien – concordó Dorinha. 

Y Zeze, al lado de el, afirmo:

- Yo le acompaño a usted, Juquinha. 

La profesora abrazó a ambos, después mirando para los demás alumnos, informo:

- En este día tuvimos una lección a lo vivo. Una situación difícil se resolvió de una forma pacifica, todos enmudecieron un poco más. Juquinha aprendió  que la mentira solo perjudica, y puede comprobar la grandeza de Zeze que no entregó al amigo, aun mismo sabiéndolo culpable. 

Ella paro de hablar por algunos momentos, después prosiguió conmovida:

- Juquinha aun va a enfrentar dificultades con el hombre a quien perjudico, y también con sus padres, más todo quedará más fácil ante su reacción de decir la verdad. 

Que todos podamos haber aprendido la lección. 

Al terminar la clase, Zeze acompañó a Juquinha, que  le explicó al hombre lo que le habia acontecido, despues, disculpandose y prometiendo pagar  los daños causados, usan su paga para comprarle un cristal nuevo. 

Les contaría a sus padres lo que había acontecido, y tenía la certeza de que el problema seria resuelto con tranquilidad. 

Lo más difícil fue admitir la culpa. Todo lo demás no tenía importancia. 

Sereno y confiado, Juquinha retorno para casa, seguro de que, de allí en adelante, no habría problema que no consiguiese resolver.  

Aprendería, también, que una amistad sincera como la de Zeze, no tenia precio y precisaba ser valorizada. Y desde ese día en adelante, se tornaron aun más amigos.                                       

                                                                       Tía Celia
 



O Consolador
 
Revista Semanal de Divulgación Espirita