Especial

por Ricardo Baesso de Oliveira

Cinco problemas del concepto de mérito

Parte 1

Allan Kardec reconoció que el principio del mérito rige la dinámica del Espíritu: Depende apenas del Espíritu apremiar su progreso rumbo a la perfección, pues él la alcanza conforme su deseo y su sumisión a la voluntad de Dios. Al examinar las predisposiciones instintivas como posibles obstáculos al ejercicio del libre albedrío, Kardec afirmó que no hay arrastre irresistible, cuando se tiene la voluntad de resistir, recordando de que querer es poder.  Según él, el hombre podría siempre vencer sus malas tendencias por sus propios esfuerzos, y lo que le falta es la voluntad. 

Queda bien establecido, por tanto, que la condición de superioridad espiritual depende del esfuerzo del Espíritu en la adquisición de los valores intelectuales y morales, además, obviamente, de su “edad”, de la cual resulta un número mayor de experiencias de aprendizaje.

¿Cuándo se examina el Espíritu encarnado, bajo la influencia profunda de la materia, las cuestiones de mérito se mantienen, particularmente, en lo que se relaciona al acceso a empleos, formación educacional y carrera pública?     

Según el filósofo Michael Sandel, en algunos aspectos, sí; no hay nada de errado en contratar personas con base en el mérito. Además, es la cosa cierta a hacerse. Si es preciso de un bombero hidráulico para consertar mi receptaculo sanitario o de un dentista para restaurar mi diente, intento encontrar la mejor persona para la tarea. Tal vez, no sea la mejor persona, pero es cierto que yo quiero a alguien cualificado.

Además de eso, seleccionar por el mérito es un progreso si consideramos otras formas de selección, como la aristocracia hereditaria, la selección por criterios religiosos, financieros, belleza física, o propina dada por los padres.

El tema, todavía, merece análisis más profundo. Cuestiones relacionadas al mérito ha sido responsables por algunos conceptos, que absorber la vida contemporánea, y que fueron, muchas veces, usadas hasta incluso por figuras ilustres.

Barack Obama usó la expresión “usted consigue, si intenta”, 140 veces durante sus dos mandatos.

Como ejercicio reflexivo, propongo algunos pensamientos.


Primero

No es verdad que todos aquellos que se esfuerzan, consiguen. Muchas personas hicieron todo bien en la vida, siguieron las reglas, dieron lo mejor, renunciaron a muchas cosas en pro de un objetivo, pero nunca conseguirán alcazarlo. Por otro lado, personas que ni se esfuerzán tanto, alcanzarán el ápice dentro de lo que esperaban.

El esfuerzo es muy importante, pero no es todo. Hasta incluso el talento, no es garantía de éxito. Según una filósofa contemporánea, es dudoso que dones naturales tengan mucho que ver con desigualdades de renta en las economías capitalistas. La mayoría de las diferencias de renta son debido al hecho de que la sociedad invirtió en el desenvolvimiento de los talentos de algunas personas mucho más de lo que otras, y que coloca cantidades muy desiguales de capital a la disposición de cada trabajador.  La productividad está unida principalmente a los papeles en el trabajo, no en los individuos. 


Segundo

El principio del esfuerzo personal no se aplica para todos, en todos los contextos. Hay personas que no poseen la energía necesaria para la autosuperación. No posen en derivación de trastornos mentales, como la depresión, que genera una profunda apatía; o no consiguen en virtud de la propia condición espiritual.

Kardec reconoció eso, conforme se nota en este pasaje de El Libro de los Espíritus:

Pregunta: ¿No desean esos Espíritus abreviar sus sufrimientos?

Respuesta: Lo desean, sin duda, pero les falta energía bastante para querer lo que los puede aliviar. ¿Cuántos individuos se cuentan, entre vosotros, que prefieren morir de miseria a trabajar?  (L.E., pregunta 995-a.)


Tercero

La meritocracia, al alimentar comportamientos volcados para el éxito y el fracaso, contribuye para sentimiento de la soberbia, en unos, y de humillación y revuelta en otros. Los vencedores, muchas veces, se ven invadidos por el espíritu de la arrogancia meritocratica: creen fuertemente que merecen lo que conquistaron, y, consecuentemente, tienden a perder la empatía, sentimiento fundamental en cualquier sociedad. Los otros, los “derrotados”, son vistos como incompetentes, obtusos o débiles. Les resta, por tanto, conformarse a la idea de que están “por debajo” porque son “inferiores”.

Falta a los “victoriosos” la bella virtud de la gratitud, pues no reconocen que su éxito fue resultado de una gama enorme de condiciones, muchas de ellas, independientes de él mismo. Son incapaces de reconocer que la evolución es colectiva y solidaria; que nadie vence solo o casi solo; todo deriva de una enorme multiplicidad de factores que se conjugan. De varias formas, estamos en duda para con la comunidad que vuelve nuestro éxito posible. Un astro del baloncesto posiblemente quedaría rico en  América del Norte, pero difícilmente en Brasil, donde ese deporte es poco valorado. ¿Anita y Neymar serían lo que son viviendo en una teocracia musulmana?

Se lee en Kardec: Todo hombre bastante orgulloso para juzgarse superior, en virtudes y méritos, a sus hermanos encarnados, es insensato y culpable. 


Cuarto

El concepto de mérito es, en gran parte equivocado, porque ignora la existencia de fuerzas que están fuera de nuestro control, que independen de nuestro esfuerzo y de nuestra voluntad. Al examinar el móvil de las acciones humanas, Kardec admite que nuestras elecciones, acciones y decisiones están bajo tres ordenes de influencias, que en gran parte, independen de nosotros: el organismo, el medio en que el individuo está situado y las circunstancias subsiguientes. 

a) Inteligencia: las personas poseen inteligencias distintas. Obviamente, las personas más inteligentes tienden a salir mejor en varias situaciones de la vida. La inteligencia tiene una heredabilidad del 50%, o sea, la genética explica el 50% de la variación de la inteligencia, siendo, por tanto, en gran parte, innata. Eso no depende de esfuerzo personal; es resultado de los genes heredados de los padres.

Alguien dirá que es el Espíritu reencarnante que selecciona los genes que formarán su cuerpo. Así, indirectamente, la inteligencia del Espíritu (fruto de sus esfuerzos en existencias anteriores) definirá la inteligencia del hombre. ¡En otras palabras: merecemos nuestro talento! Eso es, apenas, parcialmente correcto, pues el Espíritu encarnado se encuentra bajo fuertes influencias de la materia. Según Kardec la inteligencia depende del estado del cuerpo que adquirir, recordando aunque con el cambio de los cuerpos, pueden perderse ciertas facultades intelectuales. 

Para ilustrar, evocamos un fenómeno biológico denominado linkage, o genes unidos. Ciertos genes, estando muy próximos en región específica del cromosoma, serán seleccionados en conjunto, como un verdadero paquete. Cuando ocurre la formación de los gametos (espermatozoide y óvulo) esos genes permanecen siempre muy juntos y no pueden ser separados. Eso se chama linkage, o sea, genes unidos. Así, al “seleccionar” determinados genes necesarios a su nueva experiencia encarnatoria, el Espíritu puede “cargar” otros genes, que no fueron necesariamente “escogidos”, pero que viene junto en el paquete.

Consideremos un ejemplo hipotético: determinado Espíritu desea (o precisa) vivir experiencias en la esfera de la música, en la condición de pianista. Al sintonizarse con el gameto paterno y materno, lo harán con aquellos que contienen genes vinculados a la fisiología musical del cerebro. Así, la construcción y el funcionamiento de un cerebro con circuitos más adecuados al ejercicio de la música le estarán asegurados. Si, por hipótesis, junto a esos genes se encuentran genes relacionados, por ejemplo, a la calvicie, ellos vendrán juntos. Él deberá constituirse en un pianista calvo. Los genes de la calvicie, en ese nuestro ejemplo, no fueron seleccionados por el reencarnante, pero vendrá, por linkage, en el paquete.

b) Influencias sociales: no todos nacen en familias con los mismos recursos financeros, con los mismos valores morales, dando la misma importancia a cuestiones como escolaridad, o necesidad de preparación para la vida. Los individuos durante la infancia y adolescencia son sometidos a estímulos diferentes, alimentos más o menos nutritivos, acceso a libros y recursos didácticos tecnológicos, asistencia médica y odontológica muy distintas, mayor o menor autoestima en virtud de un ambiente familiar, cariño de los padres, preconceptos, escuelas mejores, bullying por ser gordo o delgado demás, bajo o alto demás, negro, homo o transexual etc. Todo eso, obviamente, va a influenciar el evento de esa persona en su vida adulta.

Según Joseph Stiglitz, Nobel de Economia, el 90% de los niños nacidos en los hogares pobres mueren pobres, no importa lo cual capaz sean; más de 90% de los niños nacidos en hogares ricos mueren ricos, no importa cuan estúpidos sean. 

Existe una forma correlación, por ejemplo, entre el nível de desempeño educacional y el éxito ocupacional en la sociedad moderna. Cuanto mejores las notas que un individuo saca en la escuela, más bien remunerado, probablemente, será su trabajo cuando el salga.


(Continúa en la próxima edición.)

 

Traducción:
Isabel Porras
isabelporras1@gmail.com

 
 

     
     

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 Revista Semanal de Divulgação Espírita