Especial

por Rogério Miguez

El suicidio según los suicidas

El título de este texto, para muchos, podría indicar una aberración, al final, ¿¡ como un muerto podría volver y prestar una declaración sobre su propio suicidio!?

Para los incredulos en Dios, en la inmortalidad y continuidad de la vida, la propuesta sugiere una fantasía, casi delirante, en razón de no aceptar la vida después de la muerte, creen ser literalmente imposible a un suicida comentar su propio acto desvariado y las repercusiones, pues, según ellos, la nada lo aguarda.

Para algunos religiosos, el objetivo del escrito también es sin propósito, ya que quien se suicida va para el llamado infierno, lugar de donde jamás saldrá.

La mayor parte de la humanidad, es cierto, no reconoce la posibilidad de un suicida volver del reino de los muertos y conversar con los aun vivos, con el propósito de describir las circunstancias enfrentadas, cuando aun estaban encarnados, que los llevaron a la falta de respeto a la mayor dádiva concedida por el Creador: la vida.

Para esclarecer a unos, enseñando a otros, Jesús - nuestro Gobernador -, aun durante su estancia en la Tierra, deliberó que hubiese una etapa más de revelaciones al pueblo sediento de esperanza en el futuro, más allá de las que Él mismo nos trajo, traducidas por el advenimiento de otro Consolador. Esta profecia se materializó por medio de la obra granítica de Allan Kardec estructurada en el siglo XIX – el Espiritismo.

A partir de entonces, cualquier persona – creyente o incrédula -, si así lo deseara, puede tomar conocimiento de relatos de antiguos suicidas, abordando particularidades sobre la vida de cada uno, incluyendo las motivaciones y medios empleados para el cometimiento de lo que supongan ser el acto final de sus existencias.

Con todo, así creemos, la parte más importante de las informaciones traidas por los suicidas se prende a las consecuencias de lo que hicieron, así como el que les reserva el futuro en sus nuevas reencarnaciones, contrariando sus expectativas de que con el suicidio estarían libres de las cuestiones que los incomodaban cuando aun estaban encarnados.

Algunos dirán: ¡imposible! ¡Otros exclamarían: ¡absurdo!

Engañados están todos los que niegan esa realidad, presentada claramente a partir de la publicación de la cuarta obra fundamental de la Doctrina de los Inmortales: El Cielo y el Infierno, o La Justicia divina según el Espiritismo.1

Sí, por medio del uso correcto de la mediumnidad, Espíritus que echaron mano de esa engañosa providencia, para verse libres de situaciones indeseadas, volvieron del más allá para instruirnos y, principalmente, alertar sobre las implicaciones del uso de esa falsa puerta de escape de la vida.

Esta obra contempla en su segunda parte varios ejemplos, o mejor, narraciones de muertos en variadas situaciones y, en particular, en referencia al tema en análisis, un conjunto de relatos describiendo la situación de algunos suicidas, todos evocados por Allan Kardec. Sigue resumen de los relatos para ilustrarnos sobre la continuidad de la vida:

 

Motivaciones

Una de las razones que lleva al suicidio es el sentimiento de abandono que experimenta el individuo, provocando sufrimiento y tortura íntima. En el momento del suicidio, deseado por la muerte, pues, finalmente, espera reposar. Como no creen en el futuro, juzgan ser mejor retirarse, anticipadamente, del ingrato presente.

Hay situaciones singulares, cuando un padre se mata - guiado por el amor paterno -, al tener conocimiento de la convocación de su hijo para el servicio militar, seguro de que él sería muerto en batalla. Obrando así, pretendia no obligarlo a presentarse, bajo la alegación de que, a partir de su muerte, sería hijo único de una viuda.

El hambre en la vejez desamparada es otra fuerte motivación – la prueba de la miseria -, aun más cuando el desafortunado opta por beber para olvidar las afliciones de la existencia.

El amor maternal, cuando es descontrolado, puede también provocar el suicidio, como fue el caso de una madre que, después de la muerte de su hijo en función de una dolencia grave, interrumpió su propia vida en la esperanza de reencontrarlo en el más allá.

Aun citando el amor, hay el caso de dos amantes que se mataron para no cometer indecencias, pues ambos estaban casados.

Peleas y desentendimientos entre enamorados, a veces, también terminan en suicidio, como fue el caso de los novios que se enfadaron y tuvieron el compromiso roto. Él optó por el suicidio en función de ella no perdonarlo.

El materialismo ofreció su contribución. Hay relato de un ateo que se mató bajo el imperio del tedio y de la falta de horizonte para el futuro.

Cuestiones ligadas a bienes materiales y fortunas también desequilibran a las personas llevándolas a actitudes inesperadas. Uno de los suicidas tuvo sus bienes comprometidos y, no siendo posible repararlos en virtud de la edad, cedió al desánimo y se mató.

 

Lugares y medios

La lesión a la propia garganta fue uno de los recursos utilizados. Fue el caso del suicida de la Samaritana. Él se mató dentro de una conocida tienda de departamentos situada a la bera del río Sena en París.

Tirarse de lugares altos sobre piedras fue otra forma de abreviar la dádiva de la vida.

El ahorcamiento y el ahogamiento provocaron las muertes en otros casos.

La asfixia fue la modalidad usada por los dos amantes. Ellos dejaron una carta explicando el motivo y pidiendo para ser enterrados juntos en la misma sepultura.

 

Consecuencias

Los que se lanzan de las alturas rumbo a la muerte biológica experimentan un contínuo vacío bajo de sí mismos, cuando se sorprenden vivos del lado de allá. Ellos se ven siempre cayendo, en un proceso repetitivo aparentemente sin fin.

Uno de ellos, después de ser evocado seis días después del suicidio, aun se juzgaba vivo, sin saber donde estaba, deseando el anonimato, pero sabía que estaba prisionero del ataúd. Su alma aun estaba unida al cuerpo, sintiendo los gusanos corroyéndolo. Este estado es consecuencia del acto, y el Espíritu permanecerá unido por el tiempo equivalente de vida abreviada. Con todo, esta condición varia en duración e intensidad conforme las circunstancias envueltas en la falta. La sensación de los gusanos destruyendo el cuerpo no es exclusiva de los suicidas, sino común en aquellos que vivieron más de la vida material que de la vida espiritual.

En esos procesos hay agravantes y atenuantes, como fue el caso del padre que se mató para librar al hijo de la muerte cierta - según su entendimiento -, cuando este tuviese que actuar como militar. Su motivo fue noble, un típico atenuante, pero no lo exime totalmente de la responsabilidad. Al final, el padre no podría tener certeza de la muerte del hijo y, más allá de eso, la carrera militar podría ser útil al hijo.

Otro factor atenuante es no premeditar el suicidio, caso del novio que, en desesperación y por amor, se mata por entender que no sería posible reconciliarse con su novia. La pena en estos casos es atenuada, no habiendo puniciones uniformes y constantes para las faltas del mismo género. Por otro lado, el verdadero mérito habría sido vencer el desafío.

Es de notar que cuando alguien rebelde se mata, para reunirse al ente amado en el espacio, provoca un efecto opuesto al deseado, pues del lado de allá no es permitido que se vean, por cuenta de las leyes que gobiernan el Universo y se mantendrá apartados por mucho tiempo, lo contrario de lo que esperaban, inclusive durante otras reencarnaciones, en una búsqueda infructífera. La situación inesperada es la primera punición al infractor. Siendo esta también la pena de los amantes que creían poder reencontrarse después del suicidio, pero experimentaron una especie de noche donde tampoco no se veían y, en aquella ocasión, creían sería imposible el reencuentro.

Situación inesperada para muchos suicidas es la responsabilización por el mal que provocaron en los que quedan. Por ejemplo, cuando los hijos se pierden en función de la ausencia de la madre o del padre, o de ambos, por cuenta del suicidio, los engaños y desventuras de los hijos en la conducción de sus existencias, como consecuencia de la falta de orientación de los padres, serán parcialmente imputados a los padres.

Una de las graves repercusiones en la jornada evolutiva de los suicidas es que en futuras existencias, cuando se encontrarán en situaciones semejantes a las que tendrían que haber enfrentado en el pasado, y ellas verán - compromiso demorado no es compromiso quitado -, tendrá la tendencia de matarse, mas una vez, pues desenvolverán inclinación para tanto.

En algunos casos relatados, para aquellos que podrían entender el sorprendente deshecho, pedirán a los encarnados – parientes y amigos - oraciones por ellos, uno, principalmente, para librarse de horribles compañeros que, junto a él, lo obsesaban con gritos, sonrisas y escarnios infernales. Providencia siempre muy oportuna para los que están en sufrimiento en el lado de allá, la oración es de extremo valor, aun más cuando provocaron la propia muerte.

En varios de ellos faltaron resignación, coraje, humildad, paciencia, virtudes necesarias para enfrentar las dificultades de la vida, comunes a todos, sin excepción, en los mundos de pruebas y expiaciones.

De modo alguno resolvieron sus problemas y dificultades abreviando la vida, complicando sus trayectorias evolutivas para el futuro, pues en las próximas reencarnaciones tendrán que nuevamente estar cara a cara con las antiguas cuestiones, con todo, con agravantes. En estos relatos, ninguno de ellos había aun entendido que el método usado para intentar escapar de la vida repercutió en sus periespíritus, y causaron lesiones y limitaciones de nacimiento futuros que no encontraran solución por la medicina oficial, tampoco por tratamientos espirituales. 

Las terapias podrán minimizar los efectos, pero no será posible reparar el periespíritu en la próxima existencia. Así, tendrá que enfrentar las pruebas y expiaciones antiguas – no cumplidas -, junto con las nuevas expiaciones surgidas por cuenta del suicidio cometido. Más allá de eso, enfatizamos, todos tendrán latente la inclinación de destruir el cuerpo físico, caso juzguen nuevamente insoportables los desafíos de la jornada actual.

El arrepentimiento es el primer paso para la rehabilitación del suicida. A partir del surgiminto de este sentimiento será posible iniciar el proceso de reconstrucción personal, bajo duras penas, es hecho, pues después de cometer este crimen es preciso, más allá de arrepentirse, expiar y reparar, para solo entonces tranquilizar la propia conciencia.

Tengamos en mente de que todo lo que se hace para abreviar la vida representa intentos de suicidio, pero no es suicidio exponerse a una muerte inminente para salvar al semejante.

Y, como mensaje final, dice la Ley Mayor: saldrás de la muerte, tantas veces cuantas fueran necesarias, pero de la vida jamás.2

 

Referências:

1 KARDEC, Allan. O Céu e o Inferno, ou A Justiça divina segundo o Espiritismo. Tradução Evandro Noleto Bezerra. ed. 2. imp. 1. Brasília/DF: FEB, 2013. parte 2. Exemplos. cap. V Suicidas.

XAVIER, Francisco C. Recados do além. Pelo Espírito Emmanuel. ed.1. IDEAL. 2021. Imortalidade.
 

Traducción:
Isabel Porras
isabelporras1@gmail.com

 
 

     
     

O Consolador
 Revista Semanal de Divulgação Espírita