Espiritismo para
los niños

por Marcela Prada

 

Tema: Apego y renovación


El vestido perfecto


Raquel era una niña bonita y vanidosa. Ella era feliz cuando tenía alguna fiesta, pues podía arreglarse aún más y usar vestidos bonitos.

Tenía un vestido que era su favorito. Era amarillo, casi dorado, con bordados brillantes. Lo había usado en la boda de su tía y después en la fiesta de su
cumpleaños. Y también se lo ponía de vez en cuando en casa, pues se sentía una princesa con él.

Pero el tempo fue pasando y Raquel creció. Un día se dio cuenta de que el vestido ya no le estaba quedando. Si lo forzaba podría romper la costura.

Ella se quedó muy triste.

- Aunque ya no me sirva, no voy a dárselo a nadie. ¡Ni venderlo, ni prestarlo! Ese es el mejor vestido de todos. ¡Es el vestido de mi vida! – decía ella.

Su mamá a veces intentaba conversar con la niña. Le decía que de la misma forma que el vestido había sido bueno para ella, ahora podría alegrar a alguna niña también. Pero Raquel no se convencía con ningún argumento.

Un día, revisando su guardarropa vio el vestido amarillo, lo saco del colgador y se dio cuenta de que tenía un olor feo, de ropa guardada hacía mucho tiempo.

Raquel tomó el vestido, se sentó en su cama y se quedó pensando. Sentía mucha pena por no poder usarlo más. Un vestido tan lindo como ese se había vuelto inútil y ahora solo se quedaba escondido, guardado todo el tiempo. Un día se volvería más viejo y tendría que ser botado.

Ella sabía que era un traje, un pedazo de tela cosido, pero aun así le era difícil desapegarse de él.

Raquel entonces lloró cuando se dio cuenta de que lo correcto era dejar que otra niña lo use. Conversó con su mamá y decidieron dárselo a la primita de Raquel, Renata. Ella todavía era pequeña y podría aprovecharlo mucho.

Cuando Renata vio el vestido saltó de alegría. Tía Juliana, su mamá, agradeció mucho a Raquel, y le dijo que ayudaría a cuidar bien de él para que continuara bonito por mucho tiempo.

Raquel se sintió muy feliz con la alegría de su prima. La mamá de Raquel también quedó muy contenta con la actitud de su hija y elogió su coraje, por haber hecho lo que ella sabía que era correcto, incluso sin ganas de hacerlo.

El tiempo pasó y Raquel fue volviéndose una joven. Cuando cumplió quince años, su mamá mandó hacer un vestido para su cumpleaños. Raquel escogió el modelo y la tela, que era rojo satinado. La costurera lo hizo exactamente como ella quería y, cuando quedó listo, la llamó para la prueba.

Raquel se probó el vestido y se sintió linda. Con una enorme sonrisa fue a mostrárselo a su mamá.

- Mira, mamá, ¡qué lindo quedó! ¡Lo amo! ¡Es perfecto! – dijo entusiasmada. - ¡Este es el vestido de mi vida!

Su mamá, riendo, le dijo:

- ¡Ah no! ¡No vamos a volver a comenzar! ¡Si Dios quiere, vas a tener muchos vestidos perfectos en tu vida! Cada uno va a cumplir su papel y solo eso.

Raquel, que estaba súper feliz, abrazó a su mamá, y dijo:

- ¡Está bien! ¡De acuerdo, entonces! Voy a tener muchos vestidos perfectos.

Desprendernos de las cosas que nos gustan no es fácil, pero es necesario, pues la vida siempre está en movimiento. Todo pasa, pero también todo se renueva, y el tiempo se encarga de traernos siempre nuevas e increíbles oportunidades.

 

Traducción:
Carmen Morante
carmen.morante9512@gmail.com


 


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