Especial

por Paulo da Silva Neto Sobrinho

El ectoplasma elas
obras de la codificación

“Jamás encontraremos la verdad, si nos contentamos con lo que ya fue descubierto. Aquellos que escribieron antes de nosotros no son señores, sino guías. La verdad está abierta a todos, ella no fue aun poseída integralmente.” (GILBERTO TOURNAI, Séc. XIII)


Si nos propusieramos la investigación en las obras de la Codificación publicadas por Allan Kardec (1804-1869), ciertamente, no encontraremos el vocablo “ectoplasma”. Entre tanto, hasta hoy no identificamos ningún adepto del Espiritismo, estudioso o investigador, que afirme que “eso no
está en Kardec”; invariablemente, todos lo aceptan como algo proveniente del Codificador.

En enero de 1868, el Maestro de Lyon dejó bien clara su posición en relación a los principios doctrinarios, conforme podemos desprender de varias de sus palabras registradas en la Revista Espírita. Entre ellas, destacamos esta que encontramos en la Revista Espírita 1868:

[…] el Espiritismo jamás dijo que no tenía nada más que enseñar. El posee una clave de la cual está aun lejos de conocer todas las aplicaciones; es al estudiarlas que el se aplica, a fin de llegar a un conocimiento tan completo como posible de las fuerzas naturales y del mundo invisible, en medio del cual vivimos, mundo que nos interesa a todos, porque todos, sin excepción, deberán en él entrar pronto o tarde, y vemos todos los días, por el ejemplo de aquellos que parten la ventaja que hay en conocerlo antes. (i) (negrita nuestra)

El Codificador, sensatamente, no cerró la puerta para nuevos conocimientos, sin embargo estableció las condiciones para que eso ocurra al exponer sobre el Control Universal de la Enseñanza de los Espíritus.

El término “ectoplasma”, por lo que sabemos, surge en 1894. Su creador fue el médico fisiólogo Charles Richet (1850-1935), premio Nobel de Fisiología o Medicina en 1913. Consultamos el Diccionario de Filosofía Espírita, en el cual L. Palhano Jr. (1946-2000) dice:

ECTOPLASMA. (Del griego: ektos = indica movimiento para fuera; plasma = obra modelable, sustancia plástica). (Metapsíquica). Palabra utilizada por Charles Richet para definir una sustancia caracterizada como una especie de plasma, flexible, viscosa, incolora e inodora, sensible al pensamiento, que escapa del organismo de ciertos individuos a través de los poros y de los orificios del cuerpo. […]. (ii)

Es hecho bien curioso ver que alguien que, en Tratado de Metapsíquica – Tomo I, dice esto del Codificador…

Es necesario admirar sin reserva la energía intelectual de Allan Kardec. No obstante su credulidad exagerada, tiene fe en la experimentación. Es siempre en la experimentación que se apoya, de manera que su obra no es apenas una teoría grandiosa y homogénea, sino también un imponente recopilatorio de hechos.

Esa teoría tiene, entre tanto, un lado débil, dolorosamente débil. Toda la construcción del sistema filosófico de Allan Kardec (que es aquella misma del espiritismo) tiene por base esta brillante hipótesis de que los médiuns, en los cuales se dice que los espíritus están incorporados, no se engañan nunca, y que las escrituras automáticas nos revelan verdades que es necesario aceptar, a no ser que esté influenciado por malos espíritus. En estas condiciones, si acompañamos la teoría de Allan Kardec, seremos también llevados a aceptar como dinero contado todas las divagaciones del inconsciente, las cuales, salvo excepciones, dan siempre muestra de una muy primitiva y pueril inteligencia. Es un error bien grave construir una doctrina con las palabras de los dichos espíritus, que son pobres espíritus. (iii) (negrita nuestra)

...haya creado un término que se popularizó en el medio espírita a tal punto que nadie más cuestiona su origen. Tal vez, buena parte de los adeptos de la doctrina espírita cree haber sido el propio Allan Kardec.

De la misma forma que la palabra reencarnación no está en la Bíblia, pero su idea podemos encontrar en ella, el término ectoplasma no consta en ninguna obra de Allan Kardec, entre tanto, la idea de él es clara. Podemos verificar que, delante de cierto contexto, las expresiones “fluido vital”, “fluido nervioso”, “fluido periespiritual” y fluido magnético animal”, en ciertas situaciones, nada más hacen que designarlo.

Hasta incluso confundiéndolo como siendo el periespíritu, podemos ver en El Libro de los Médiuns, 2ª parte, cap. IV – Teoría de las manifestaciones físicas, ítem 74, pregunta 9, donde leemos:

“[…] Cuando una mesa se mueve bajo vuestras manos, el Espíritu evocado va a extraer del fluido universal lo que es necesario para darle una vida artificial. Así preparada, el Espíritu atrae la mesa y a mover bajo la influencia del fluido que de sí mismo desprende, por efecto de su voluntad. Cuando la masa que desea mover es mucho pesada para él, llama en su auxilio a otros Espíritus, cuyas condiciones sean idénticas a las suyas. En virtud de su naturaleza etérea, el Espíritu, propiamente dicho, no puede actuar sobre la materia grosera, sin intermediario, esto es, sin el elemento que lo liga a la materia. Ese elemento, que constituye lo que llamáis periespíritu, os faculta la clave de todos los fenómenos espíritas de orden material. Creo que me expliqué con bastante claridad, para ser comprendido.” (iv) (negrita nuestra)

Que el Espíritu necesita del periespíritu para actuar sobre la materia y algo ya bien definido, sin embargo, en las manifestaciones de efectos físicos el precisará del ectoplasma para producirlas. Esa materia es inherente a los individuos designados médiuns de efectos físicos, en los cuales los Espíritus consiguen, y no sabemos como, hacer que el ectoplasma presente en su cuerpo físico, pueda  exteriorizarse, sea en la forma invisible o visible, proporcionando la producción del fenómeno.

Pero al frente en los ítems 77, tema “Movimientos y suspensiones”, leemos:

77. Así, cuando un objeto es puesto en movimiento, levantado o echado para el aire, no es que el Espíritu lo agarre, empuje y suspenda, como haríamos con nuestra mano. El Espíritu lo satura, por así decir, con su fluido, combinado con el fluido del médium, y el objeto, momentáneamente vivificado de esta manera, obra como lo haría un ser vivo, con la diferencia apenas de que, no teniendo voluntad propia, sigue el impulso que le da la voluntad del Espíritu.

Considerándose que el fluido vital, que de cierto modo el Espíritu emite, da una vida artificial y momentánea a los cuerpos inertes, y teniéndose en cuenta que el periespíritu nada más es que ese mismo fluido vital, se concluye que es el propio Espíritu, cuando está encarnado, quien da vida a su cuerpo, por medio de su periespíritu, conservándose unido a ese cuerpo, en cuanto la organización de este lo permita; cuando se retira, el cuerpo muere. Si, ahora, en vez de una mesa, esculpimos una estatua de madera y sobre ella actuamos, tendremos una estatua que se moverá, que golpeará, que responderá con sus movimientos y golpes. Tendremos, en suma, una estatua animada momentáneamente de una vida artificial. En lugar de mesas hablantes, vamos a tener estatuas hablantes. […]. (v) (negrita nuestra)

Más adelante aun tenemos el ítem 98, tema “Fenómenos de transporte”, en el cual el Espíritu Erasto hace algunas consideraciones, de las cuales destacamos el 4º parráfo:

“En general, los fenómenos de transporte son y continuarán a ser extremamente raros. No preciso demostrar porque ellos son y serán menos frecuentes que los otros hechos de tangibilidad; vosotros mismos podéis deducirlo, con base en lo que afirmo. Además, esos fenómenos son de tal naturaleza que no todos los médiuns son capaces de producirlos; diré más: no todos los Espíritus están aptos para realizarlos. En efecto, es preciso que exista cierta afinidad, cierta analogía, cierta semejanza entre el Espíritu y el médium influenciado, capaz de permitir que la parte expansiva del fluido periespiritual (vi) del encarnado se mezcle, se una, se combine con el fluido del Espíritu que quiera hacer un transporte. Esta fusión debe ser tal que la fuerza resultante de ella se vuelva, por así decir, una, del mismo modo que, obrando sobre el carbón, la corriente eléctrica produce unlo foco, una sola claridad. ¿Por qué esa unión, esa fusión? – preguntaréis. Es que, para la producción de tal fenómenos, se hace necesario que las propiedades esenciales del Espíritu motor sean aumentadas con algunas de las propiedades del médium; es que el fluido vital, indispensable a la producción de todos los fenómenos mediúmnicos, es atributo exclusivo del encarnado y que, por consiguiente, el Espíritu operador queda obligado a impregnarse de el. Sólo entonces el puede, por medio de algunas propiedades de vuestro ambiente, desconocidas para vosotros, aislada, se vuelve invisible y hacer que se muevan algunos objetos materiales e incluso los encarnados.” (vii) (cursiva del original, negrita nuestra).

Entendemos que, por esas tres transcripciones, se tiene que el periespíritu es lo mismo que fluido vital, lo que queda más fuerte en la siguiente pregunta de El Libro de los Espíritus:

65. ¿El principio vital reside en uno de los cuerpos que conocemos?

“El tiene su fuente en el fluido universal. Es lo que llamáis fluido magnético, o fluido eléctrico animalizado. Es el intermediario, el lazo entre el espíritu y la materia.” (viii) (cursiva del original negrita nuestra)

Aquí el fluido vital es designado como principio vital. Ahora, ese primer elemento es que da la vida a los seres orgánicos – nada tiene que ver con el periespírito, por pertenecer a la materia del cuerpo físico, no es como dicho “el lazo entre el espíritu y la materia” que es la función exclusiva del periespíritu y no del fluido vital propiamente dicho.

En verdad, es el ectoplasma que se tiene presente en los más variados fenómenos de efectos físicos, como el “salía” del médium, tal vez se pensó tratarse del fluido vital, sin embargo, según lo que podemos entender, son cosas bien distintas.

En La Génesis, cap. X – La génesis orgánica, tema “Principio vital”, ítem 16, leemos:

[…] Sin hablar del principio inteligente, que es una cuestión a parte, hay en la materia orgánica un principio especial, inaprensible, y que aun no puede ser definido: el principio vital. Activo en el ser vivo, ese principio se encuentra extinguido en el ser muerto; pero no por eso deja de dar a la sustancia propiedades características que la distinguen de las sustancias inorgánicas. […]. (ix) (negrita nuestra)

Aquí tenemos lo que debemos entender por fluido o principio vital, o sea, un principio especial existente en la materia orgánica. Por el fenómeno de materialización, se constató salir del médium o ser de él expelido, tanto hace, para formar la apariencia del Espíritu manifestante y darle una cierta consistencia al punto de volverse palpable.

Así, debemos tener el mayor cuidado en los estudios de las obras de la Codificación para no tener confusión con ciertos términos empleados por Allan Kardec o por los propios Espíritus tomando unos por los otros.

 

Referências bibliográficas:

KARDEC, A. A Gênese. Brasília: FEB, 2013.

KARDEC, A. O Livro dos Espíritos. Brasília: FEB, 2013.

KARDEC, A. O Livro dos Médiuns. Brasília: FEB, 2013.

KARDEC, A. Revista Espírita 1868. Araras (SP): IDE 1993.

PALHANO JR., L. Dicionário de Filosofia Espírita. Rio de Janeiro: CELD, 2004.

RICHET, C. Tratado de Metapsíquica – Tomo I. São Paulo: LAKE, 2008.

 


[i]   KARDEC, Revista Espírita 1868, p. 26.

[ii]  PALHANO JR., Dicionário de Filosofia Espírita, p. 95-96.

[iii] RICHET, Tratado de Metapsíquica – Tomo I, p. 56.

[iv] KARDEC, O Livro dos Médiuns, p. 77.

[v]  KARDEC, O Livro dos Médiuns, p. 83-84.

[vi] Nota de la transcripción: Nota de Allan Kardec: Como se ve, cuando se trata de expresar una idea nueva, para la cual faltan términos en la lengua, los Espíritus saben perfectamente crear neologismos. Estas palabras: electromediúmnico, periespirítico, no son de invención nuestra. Los que nos han criticado por haber creado los términos espírita, espiritismo, periespírito, que no tenían términos análogos, podrán hacer también la misma crítica a los Espíritus. (cursiva del original, negrita nuestra)

[vii]  KARDEC, O Livro dos Médiuns, p. 100.

[viii] KARDEC, O Livro dos Espíritos, p. 75-76.

[ix]   KARDEC, A Gênese, p. 168.


 

Traducción:
Isabel Porras
isabelporras1@gmail.com

 
 

     
     

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