Espiritismo para
los niños

por Marcela Prada

 

Tema: Aprendiendo de las virtudes


Luana y Rex


Luana era una niña muy pobre que vivía con su madre y su perro Rex en una sencilla casa de madera, cerca de un bosque.

Desde que era pequeña, estaba acostumbrada a trabajar duro para ayudar a su madre. Luana se despertaba temprano,
ayudaba en la casa y caminaba mucho buscando frutos silvestres.

Al llegar a casa, ayudaba a su madre a hacer tartas de fresa, pasteles de frambuesa y otras recetas deliciosas para vender en la ciudad.

Aun así, no tenían dinero para casi nada. A veces, Luana se quedaba molesta, porque su vida no era fácil. Soñaba con poder vivir en una casa mejor, comprar ropa bonita, probar comidas diferentes, salir de paseo...

Cuando se cansaba y comenzaba a quejarse, su madre siempre la reprendía:

- Luana, no te quejes. Dios siempre está pendiente de nosotras. Confiemos en Él y sigamos con nuestras vidas, cumpliendo con nuestras obligaciones.

Luana creía en Dios y en las palabras de su madre. Por eso, descansaba un poco, se calmaba y luego volvía al trabajo.

Y así, realizando sus actividades todos los días, Luana se convirtió en una joven fuerte, activa e inteligente, pues sabía hacer de todo. Cuando hacía las ventas, disfrutaba de la compañía de la gente, ya que en el bosque pasaba muchas horas sola. Por eso, Luana siempre era amable, jugaba con los niños y era educada con los mayores.

Además, ella también era alegre. Le gustaba llevar a Rex a pasear por el bosque mientras ella recogía las bayas. Se divertía viéndolo olfatear e intentar encontrar otros animales, e incluso nadaba con él en el riachuelo en las tardes más cálidas..

Un día, Luana y Rex estaban en el bosque cuando apareció a lo lejos un armadillo. Rex ladró y corrió tras el animal, que se dio la vuelta y también corrió, escondiéndose en medio del bosque.

Los dos desaparecieron en ese ajetreo. Luana fue tras Rex y, después de buscar mucho, lo encontró cubierto de tierra, cavando, sin descanso, un hoyo que ya era profundo.

Pronto se dio cuenta de lo que había sucedido. El armadillo, asustado, había corrido y entrado en su agujero para protegerse y Rex, que era un perro grande, al no poder entrar también, estaba cavando, tratando de alcanzarlo.

- ¡Basta, Rex! ¡Detente! - dijo Luana, temerosa de que Rex le hiciera daño al armadillo.

Pero el perro, entusiasmado con la cacería, no paraba de cavar. Luana tuvo que acercarse a ese montículo de tierra y tirar de él, regañándolo.

Al acercarse al hueco que se había formado, Luana vio un pequeño cofre adentro, todo sucio, pero entero. Tenía curiosidad por saber qué sería eso, enterrado allí en medio del bosque. Ella, entonces, se agachó, terminó de desenterrar el cofre y lo abrió.

¡Qué sorpresa se llevó! El cofre estaba lleno de joyas, piedras preciosas y monedas de oro. ¡Un verdadero tesoro!

Luana chilló de alegría y abrazó a Rex con tanta fuerza que hasta el perro se dio cuenta de que había sucedido algo muy importante. Luana saltaba tanto de entusiasmo que Rex hasta se olvidó del armadillo.

Luana llevó el pequeño, pero pesado, cofre a su casa. Se lo mostró a su mamá y las dos celebraron juntas.

Después de eso, sus vidas cambiaron. Compraron una casa pequeña, pero muy bonita, en la ciudad. Abrieron una pastelería, donde producían pasteles, tartas y otros dulces maravillosos, que encantaban a los clientes. También le compraron a Rex una caseta de perro hermosa y espaciosa. Después de todo, se lo merecía.

Muchas cosas cambiaron en sus vidas, porque empezaron a tener dinero para pasear, vestirse bien, tener más seguridad y comodidad. Pero algunas cosas no.

La joven permaneció como antes, con las virtudes que había aprendido en tiempos de escasez. Continuó esforzándose, siendo trabajadora, inteligente. Y en el trato con las personas, mantuvo la humildad, la educación y el placer de conversar con los amigos y clientes.

Luana no se dio cuenta e incluso se quejó algunas veces, pero fueron esos tiempos difíciles los que le enseñaron a ser la persona querida y admirada, que a todos agradaba.

Por eso, Dios permite que tengamos dificultades. No es fácil, ni agradable pasar por problemas, pero ellos nos dan lecciones. Un día los problemas desaparecerán. Pero los aprendizajes quedan y nos hacen mejores personas.


 

Traducción:
Carmen Morante
carmen.morante9512@gmail.com


 


Material de apoio para evangelizadores:

Clique para baixar: Atividades

marcelapradacontato@gmail.com




 

     
     

O Consolador
 Revista Semanal de Divulgação Espírita