Espiritismo para
los niños

por Marcela Prada

 

Tema: AuxilioJusticia Divina


La hormiga que le gustaba ayudar


Érase una vez una hormiguita llamada Tati, que era muy buena. Cuando alguien necesitaba de ella para cualquier cosa, ella ayudaba con el mayor placer.

A Tati no le importaba si iba a recibir algo en retribución ni si le iban a agradecer. A ella simplemente 
le gustaba sentirse útil.

Muchas veces no era necesario ni pedir. Si Tati veía a alguien con dificultades ella paraba lo que estaba haciendo e iba a ayudar.

Ella era una hormiga tranquila y feliz. Ayudaba a las personas con amor y recibía mucho cariño también.

La mayoría de las veces, cuando ella ayudaba a alguien, recibía agradecimientos y palabras gentiles. Pero no siempre pasaba eso. A veces, no agradecían ni daban importancia a lo que ella había hecho. A la hormiguita, sin embargo, no le importaba eso. Se sentía bien, solo por haber podido ayudar.

Un día, las hormigas estaba fuera del hormiguero buscando comida y encontraron un arbusto delicioso. Pero las hojas más tiernas eran las de la cima y las hormigas tenían que subir y pasar a las otras ramas para alcanzar las mejores hojas.

Tati, viendo a sus compañeras estirarse para subir, se colocó al lado de una de ellas. La otra hormiga, entonces, se apoyó en Tati, se subió a su espalda y alcanzó la rama de arriba. Inmediatamente, otra hormiga, viendo lo que su amiga había hecho, se subió también a la espalda de Tati, se aseguró en la pierna de la otra, que ya estaba en la cima y así las dos lograron subir.

Tati se estiró cuanto pudo para intentar subir también. Se quedó apoyada solo en sus dos patitas de atrás, estirándose con las otras cuatro, pidiendo ayuda para ser empujada hacia arriba. Las dos hormigas satisfechas, sin embargo, ni miraron abajo. Ellas se alejaron de Tati, sin ayudarla y sin siquiera agradecerle.

Tati quedó muy triste. Como ella no actuaba de esa manera, se sorprendió con la actitud de las otras hormigas. Tati intentó estirarse un poco más, pero no logró subir y ya estaba comenzando a rendirse y a conformarse en no poder recoger esas hojas, cuando de repente escuchó una voz:

- Hola, Tati, ¿todo bien?

Era su amigo grillo. De vez en cuando se encontraban y Tati era siempre educada con él. Ellos ya se conocían hacía mucho tiempo y el grillo ya había visto a la hormiguita ayudar a mucha gente. Por eso, al verla estirándose para subir, tuvo ganas de ayudarla también.

- ¿Qué estás tratando de hacer? – preguntó él.

- Hola, amigos grillo, ¿cómo estás? – respondió ella con una sonrisa. – Quería subir en ese arbusto. Sus hojas son deliciosas, pero solamente las de arriba. Estas de abajo, además de grandes, son demasiado duras.

- ¡Entonces vamos a la cima! – dijo el grillo, animado. – Puedes subirte y asegúrate bien.

La hormiguita no lo creía. Ella se había quedado tan triste por no haber podido contar con las hormigas a quien había ayudado y el grillo, por quien ella nunca había hecho nada directamente, estaba ayudándola de esa forma.

Ella esbozó una sonrisa, agradeció a su amigo y, pidiendo permiso, subió a su espalda y se sujetó muy bien, con sus seis patas.

El grillo entonces se agachó un poco, para tomar impulso y dio un salto tan grande que fueron a parar a la cima del arbusto.

- ¡Uhuu! – gritó Tati, emocionada.

La hormiguita, entonces, escogió las mejores hojas. Cogió muchas. Tantas cuanto ella podía cargar, y mira que las hormigas son muy fuertes.

Después, se subió de nuevo en el grillo y él saltó de vuelta al suelo. Y con otro salto, dejó a Tati en casa, con sus hojas tiernas y deliciosas que llamaron la atención de todo el hormiguero.

- ¡Muchas gracias, grillo! ¿Cómo puedo retribuirte? – dijo ella, con sinceridad.

- ¡Para nada, fue un placer! – respondió el amigo.

Se despidieron y el grillo se fue.

La hormiguita, entonces, se quedó pensando en lo bueno que se sintió recibir la ayuda del grillo. Y qué importante es ayudar. No importa que algunos no lo reconozcan. Lo importante es que Dios reconoce y pone en nuestro camino a las personas correctas para ayudarnos, cuando nosotros los necesitamos también. Dios es justo, es fiel y nunca nos desampara.

Tati ni pensó más en las hormigas que la despreciaron. Ella estaba con Dios y su corazón estaba en paz. 

 

Traducción:
Carmen Morante
carmen.morante9512@gmail.com


 


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