Espiritismo para
los niños

por Marcela Prada

 

Tema: Libre albedrío


El oso Pipo


Pipo era un oso fuerte y bonito, amigo de los animales del bosque. Le gustaba conversar, pero lo que más le gustaba era descansar.

A cualquier hora del día era posible encontrar a Pipo echado, tomando una siesta, o simplemente echado de espaldas en el piso, admirando la copa de los árboles o el azul del cielo.

Pipo acostumbraba a quedarse debajo de un gran árbol, que daba, según él decía, la sombra perfecta. Pero había un problema: el terreno debajo de ese árbol estaba lleno de piedras y desde que Pipo empezó a echarse ahí, comenzó a quejarse.

- ¡Ay, que dolor de espalda! ¡Ay, qué duras son esas piedras! – decía Pipo a quien pasara.

- Caramba, amigo, este lugar no es bueno para echarse. ¿No quieres buscar la sombra de otro árbol para descansar? – decían los animales, aconsejando a Pipo.

Pero el oso respondía:

- ¡No! ¡Déjame! Voy a seguir aquí mismo.

El tiempo pasaba y, cada vez más, Pipo sentía la espalda adolorida.

Algunos días dolía tanto que tardaba en levantarse. Se sentía entorpecido. Los otros animales no comprendían por qué Pipo no resolvía esa situación.

Un día, la paloma, el coatí y el mono se encontraron con su amigo, caminando con dificultad hacia el río y le dieron los buenos días.

- ¡Buenos días, amigos! En verdad, el día sería mucho mejor si mi espalda no me doliera tanto – dijo el ojo, con una sonrisa forzada. ,

Los amigos sabían que no servía de nada dar consejos. Sin saber qué hacer para ayudar a Pipo, decidieron buscar al rey león, que era un rey muy sabio. Ellos explicaron el caso al rey, pero quedaron sorprendidos y un tanto desconcertados al darse cuenta de que él ya sabía todo.

El mono no se contuvo y preguntó:

- Majestad, si ya sabía que el oso Pipo no está bien, ¿por qué no hizo nada hasta ahora?

El rey sonrió, calmadamente, y explicó:

- Querido mono, todas las providencias fueron tomadas en cuanto fui informado de la situación. Pedí a las ardillas que localizaran otros árboles con buena sombra. Pero Pipo no quiso cambiar el lugar de descanso, alegando defectos en cada una de las opciones. Pedí al armadillo que evaluara si sería posible hacer un esfuerzo colectivo, para que sean retiradas las piedras, pero él dijo que no, pues son tantas que tendrían que hacer un enorme hueco. También pedí que el médico del bosque examinara a Pipo y le recomendara un tratamiento. El Dr. Castor me garantizó que Pipo estaba consciente de que, para resolver definitivamente el problema, tendría que mudarse.  ¡Pero Pipo no quiso! Vean que lo que era posible hacer ya se hizo, pero nadie puede ayudar a quien no quiere ser ayudado. Ahora lo que necesitamos es tener paciencia y respetar el libre albedrío de Pipo.

Los animales escucharon las explicaciones del rey y la paloma aún quiso saber:

- Pero, rey león, aún no comprendo. Si Pipo sabe que le está haciendo mal y aun así no quiere mudarse, ¿por qué vive quejándose?

- Porque los dolores son suficientes para que se queje. Pero no son lo bastante para hacerlo cambiar su actitud y dejar el árbol que le gusta y buscar un lugar que le haga bien, donde pueda descansar de verdad – respondió el león.

La paloma, el coatí y el mono agradecieron la atención del rey y se fueron pensativos.

Empezaron a rezar por Pipo y tuvieron que ejercitar la paciencia para aceptar la decisión de su amigo.

Pasó algún tiempo y un día Pipo se dio cuenta de que empezaba a tener heridas en la espalda. Ese día se sintió muy triste. Tan triste, que decidió que no quería seguir más de esa forma.

Pipo decidió buscar al rey león y pedir ayuda. El rey fue muy atento y el oso pronto consiguió un lugar perfecto para dormir.

La paloma, el coatí y el mono llamaron a otros amigos e hicieron una fiesta sorpresa para inaugurar el nuevo lugar de descanso de Pipo.

El oso quedó muy contento y agradeció a todos.

Pipo pasó a echarse en un pasto muy mullido y en poco tiempo las heridas y los dolores sanaron.

Pronto se acostumbró a su nuevo lugar y pasó a gustarle mucho.

Después de algún tiempo Pipo casi ni se acordaba más del otro árbol y las piedras, y cuando pensaba en ellas era solo para estar seguro de que nunca más quería volver allá.

Había conocido una vida mucho mejor. Y había aprendido que los amigos pueden incluso ayudarnos, pero son nuestras propias decisiones las que nos llevan a un final feliz.

ices that lead us to a happy ending.


 

Traducción:
Carmen Morante
carmen.morante9512@gmail.com


 


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