Especial

por Guaraci de Lima Silveira

Armonía, propuesta divina

¿Y qué es la armonía? Varios diccionarios van a conceptuarla. Varios filósofos van a divagar sobre ella y muchos no entenderán su real presencia entre todos. Por la armonía la inteligencia se consolida cuando alguien pretende realizar algo. El ejemplo del cosmos es decisivo. Todo allí es armonía y en el los astros giran y cumplen sus papeles, desde los más rocosos hasta los más gaseosos, en una belleza que produce el bien. Al saber que la armonía de fuera es apenas una armonía de dentro, el investigador precisa hacer una introspección mayor y mejor para ver dónde se situa en todos estos fundamentos.

En estos tiempos todo precisa ser analizado con la máxima precisión. Tal vez, por no obrar así, muchos se pierdem en enmarañados que perturban, que destronan el ser en su camino evolutivo. Hermes Trismegisto ya decía que lo que está dentro está fuera y lo que está fuera está dentro. De esa forma, si fluctuamos concienzudamente en este plano de armonía que es el Universo, hay que entenderse que todo él está dentro de cada uno de nosotros. Eso es verdad, eso es el conducto seguro que nos llevará a la espiritualidad superior.

En un pasado, tal vez no tan distante, aquellos filósofos caminaban solitarios por entre los arbolados en la tentativa de encontrar respuestas. La Filosofía es así, una eterna búsqueda de respuestas. Y ellos la deseaban. Cogían una hoja, una rama, abrazaban un árbol, se echaban sobre el césped y tomaban una flor. Y decían: - Aquí está el misterio de la vida. ¿Cómo entenderlo?

¡Sí, son notables todos aquellos que buscan salir del común diario en el afán de entender lo que está allá, más allá! Hay el hombre común que lamenta constantemente por tener que cuidar de su sobrevivencia. Hay el mediano que intercala aquel común con algo diferente y hay el hombre que se tira por los callejones que encuentra, sabiendo que en sus sedimentos la historia está grabada en sonidos y tonos. René Descartes, filósofo del siglo XVII, gritó: “Daría todo lo que sé por la mitad de lo que ignoro” No podemos dejar también de citar a Sócrates: “Sólo sé que nada sé”. Y a Epicuro, filósofo de Samos, dice en el siglo IV a.C.: “Nada es suficiente para quien considera poco lo suficiente”.

Intentemos observar este hombre que se tira por las sendas de lo desconocido allá en lo alto de una montaña y observa las aves y los mamiferos, principalmente el lince, que obtuvo este nombre por la luminiscencia de sus ojos. Los ojos reflejan el interior y el principio espiritual que allí habita, ciertamente el lince sondea el mundo con mucha más propiedad que aquel hombre común del cual ya hablamos. Su próximo estado puede ser el gato, que, junto al hombre, aprenderá el arte de domesticar sus instintos. Y por hablar de instinto...

Sí, es hora de hacer valer en nosotros las propuestas del córtex pre-frontal, que nos capacita a mirar más distante en el objetivo de decodificar la armonía. Es sabido por todos que somos seres perfectibles, Jesús nos dice para ser perfectos como lo es Dios, nuestro Padre. Entonces el tránsito por la vida debe ser el de valernos de esa información del Maestro y adaptarnos a ella, en la voluntad sincera de crecer en armonía. Con todo, y, a pesar de todo, las conciencias humanas aun yacen en las profundidades del inicio.

Jung y también Joanna de Ângelis, más allá de Stanislav Grof, nos alertan al informarnos sobre los cinco níveles de conciencia. Los científicos que estudian la Física Quántica nos dicen que todo es conciencia, como afirma Amit Goswami. Dentro de la propuesta junguiana del “Sí Mismo”, podemos entender las afirmativas de los físicos cuánticos y su mecánica cuántica. Sí, somos un portentoso conjunto de valores inexplorados y, por eso, somos muchas veces infelices. El hombre se hizo hombre a través de sus múltiples vivencias y elecciones y que fueron únicas y esenciales en sus trámites por los caminos que ya recorrió. Así, cada uno posee un complejo conjunto de informaciones y fuerzas que pueden dinamizarlo para conquistas con las cuales aun ni sueña. ¡Qué pena que no poseen los ojos de lince!

“Ser hombre es estar a camino de los santos.” Diría el viejo filósofo, cansado de tantas caminatas y busquedas por su ser existencial. Ser hombre, diría el científico: “Es multiplicarse en trillones de células de las cuales es su señor y esclavo”. Ser hombre, diría el teólogo: “Es ser el religioso apartado de su esencia”. Y así cada cual, cada segmento, cada estructura de pesquisa define el ser como lo ve. Pero, dicen los científicos modernos que “El hombre es pura consciencia”. Ser consciente es estar consciente de lo que ocurre, apropiándose de las verdades que consigue ver. Hegel dice que “El eje de la conciencia es la búsqueda de la verdad”. Jesús afirmó que “Conoceréis la verdad y ella os liberará”.

En este conjunto de informaciones el hombre de las calles precisa reflexionar, principalmente para salir de las propias calles en busca de aquel ser que observa de lo alto de la montaña. Se cuenta que Léon Denis, en sus viajes como representante comercial, alguna vez que otra, en cuanto aguardaba el silencio de las estrellas, subía la montaña para ver el mundo allá arriba, como hizo el profesor John Keating con sus alumnos, incentivándolos a subir en sus carteras para ampliar la visión del conocer, tan bien retratado en la película “Sociedad de los Poetas Muertos”. Entonces aquel hombre simple, de la eterna búsqueda por la sobrevivencia y guarda de su territorio, dificilmente podrá dialogar con la propuesta de la armonía. He el drama humano en un contínuo que ya debería haber sido vivido y vencido.

Un nuevo pensamiento se vuelve necesario: Yo no soy un amontonado de células que mueren para que otras nazcan. Soy conciencia, soy propuesta de un Creador. Cuando Pheidíppides, el corredor griego, recorrió los cuarenta kilómetros entre las ciudades griegas de Maratona y Atenas para llevar la noticia de la victoria de los griegos sobre los persas, ni de lejos imaginaba que estaba plasmando en el mundo la propuesta de la fuerza y perseverancia para alcanzar un objetivo. Es preciso salir de la pequeña ciudad de Maratona, casi olvidada en la historia, para la gigante Atenas, proclamada y estimada en todo el mundo. Es preciso salir de lo pequeño y desconocido para lo grande y repleto de ideas que renuevan siempre.

¿Y, por que este mismo hombre, “Héroe de la Inteligencia” como nos dice Emmanuel, queda parado y plegado en un fiordo escandinavo, observando las barcas chocarse contra las rocas duras, y no hace el ejercicio de navegar por el océano intentando encontrar un puerto seguro, diferente de los peligros de los fiordos? Un puerto seguro es el de la llegada y el de la partida. Esta es la propuesta de la evolución: llegar y salir, concluir y recomenzar, como Joseph Campbell, con maestría, nos dice en su libro La Jornada del Héroe. ¿Y quién es este héroe, sino cada uno de nosotros? No pensemos en una vida repleta de invalidades en playas de los sueños, echados en barcos que se balancea perezosamente sobre pequeñas olas que no llevan a nadie a lugar alguno. Ellas representan la pereza o la rebeldía del existir. Pensemos, sí, en un transatlántico que nos haga cruzar los continentes visibles e invisibles, la materia y antimateria, la materia oscura y la energía oscura, y aun así habremos descubierto un solo Universo de entre millares posibles de otros Universos.

¿Y dónde quedarán nuestras buscadas herramientas por la sobrevivencia y apropriación de territorios de este mundo, delante de la armonía que se desdobla más allá, captada por la consciencia que vive, ve y aprende la realidad de las cosas, la verdad más allá, existente después de nuestras pocas visiones que hace el lince reír de nosotros? ¡Cómo es bueno saber que somos infinitos! Que, más allá de las propuestas iniciales de la racionalidad, caminaremos siempre en busca de nuevas montañas y planicies, aires y cielos. El cielo que se ve de la Tierra no es el mismo que se ve de un planeta de Sirio y así, en una sucesión increible y armoniosa que nuestros sentidos pequeños no consiguen vislumbrar. Para tanto, es preciso crecer. Se dice que el hombre precisa ser grande, sí, grande en conquistas espirituales.

“No espere a una crisis para descubrir lo que es importante en su vida”, dice Platón en sus reflexiones en cuanto enseñaba a sus discípulos en la Academia. Los dramas nada más son que creaciones humanas para fortalecer al mismo hombre. Las almas frágiles caen delante del drama. Las almas fuertes vencen los dramas y se sueltan hecho aves sonoras en cielos diferentes que surgen después de los dramas diluídos. Platón, sabiamente, nos indica que es necesario descubrir lo que realmente nos es importante y lo importante debe ser el moverse del hombre simple para el hombre espiritual, o sea, que busca el cielo de Sirio o tal vez Antares o...

Allan Kardec fue el verdadero hombre de bien que ofreció a la humanidad algo de nuevo y consistente. Su obra siempre será ampliada por los nuevos descubrimientos y avances humanos, con todo jamás será refutada porque se basa en las Leyes Divinas, inmutables como Su Creador. Este es el camino para un nuevo pensamiento y actitudes. Un pensamiento necesario donde cada cual, a su vez y directriz, deberá encontrar la certeza de ir en busca de lo justo. Al hombre de ahora cabe entender así. Los planos físicos y espirituales, que siempre actuarán juntos, se volverán ahora conocidos por aquellos que desearan saber sus fundamentos e interacciones. Negar alguna cosa solo es valido si la negación estuviera pautada en todas las propuestas de análisis posibles, caso contrario, negar es no buscar la verdad que puede estar en su puerta.

Evitemos vivir lo que Friedrich Nietzsche dice: “Es preciso tener el caos dentro de sí para generar una estrella danzante”. Hagamos esta estrella aparecer sin la necesidad del caos que es desorden, mientras que la propuesta de nuestro Padre es el de la armonía. Cierto que el hombre precisa vivir experiencias, pero que no cumplamos el rito de Adán y Eva y partamos para el conocimiento del Paraíso en el Jardín del Éden sin los peligros avanzados peremptórios de la serpiente. Se hace, por tanto, necesaria una toma de conciencia de nosotros mismos para saber donde estamos presentemente y lo que queremos en este presente. Las luces de un nuevo tiempo ya comienzan a ser encendidas y ellas vienen del núcleo de la galaxia, en el increible proceso de la precisión de los equinocios. ¿Cómo quedará delante este nuevo tiempo? Parado, miedoso, ansioso, depresivo o fuerte que ni el vaquero abanderado que no teme el sol o la luna y lo protege para caminar y plantar y colher.

Nos valemos de las palabras de Jesús cuando Él nos dice: “Se cumplió el tiempo. El Reino de Dios está próximo. Arrepetíos, pues” (Mc 1:15). Aprovechádose de esas afirmaciones el hombre de este presente puede caminar con la certeza de que el Evangelio precisa ser cumplido por él, pues que el Evangelio es el Código de Luz Universal y no una religión establecida dentro de las paredes de un templo de cualquier denominación. Este es el hecho primordial. En la pregunta 909 de El Libro de los Espíritus:

P: ¿Podría siempre el hombre, por sus esfuerzos, vencer sus malas inclinaciones?

R: “Sí, y, frecuentemente, haciendo esfuerzos muy insignificantes. Lo que le falta es la voluntad. ¡Ah! ¡cuán pocos de entre vosotros hacen esfuerzos!”

Está todo escrito, definido y propuesto. Compete al hombre pensar con más cariño y perspicacia y obrar con inteligencia, pues, cuando así procede, enseguida viene la armonía, la perfección, lo bello y lo bueno, y, finalmente el tan soñado amor. 

 

Traducción:
Isabel Porras
isabelporras1@gmail.com

 
 

     
     

O Consolador
 Revista Semanal de Divulgação Espírita