Espiritismo para
los niños

por Marcela Prada

 

Tema: Auxilio


Ayuda para Ted


El oso Ted tenía muchos amigos. Les agradaba a varios animales del bosque. Pero en los últimos tiempos él estaba diferente, desanimado y abatido.

Un día, Ted vio una colmena de abejas en un árbol y tuvo la idea de comer la miel de las abejas. Sin preocuparse por las consecuencias, comenzó a agitar el árbol muy fuerte.

Doña Paloma, que estaba posada en una rama, se asustó y voló.

- Ted, ¿qué estás haciendo? Por favor, deja de hacer eso, estoy construyendo un nido en este árbol – dijo la paloma afligida.

- Tu voluntad no es más importante que la mía – respondió Ted, sin interrumpir su intento de derrumbar la colmena.

Doña Paloma se quedó molesta, pero no podía hacer nada.

Otros animales también le pidieron a Ted que se detuviera. Las abejas nerviosas podrían picar a alguien, incluso hasta a alguna cría. Las hojas y las frutas del árbol ya estaban cayendo. Harían falta a los animales que se escondían del calor o que se alimentaban allí. Los monitos y varios pájaros que dormían en ese árbol tuvieron miedo de que él lo fuera a derrumbar. También le pidieron que se detuviera, pero no sirvió de nada.

Fue entonces que un enorme rugido asustó a todo el mundo, incluso a Ted. Era el León, el rey de los animales, que había sido llamado deprisa.

- ¡Deja de hacer eso, Ted! – dijo él con firmeza – ese árbol es todavía joven, va a crecer mucho y será importante para muchos animales. Tú no tienes derecho de perjudicarlos, solo para tener un poco de miel.

Ted se detuvo y miró hacia abajo avergonzado. El rey León era conocido por ser muy sabio y justo y por eso era muy respetado por los animales.

- Ve a casa, Ted. Después conversaremos – dijo el león. E dirigiéndose a los demás completó: ¡Vuelvan a sus rutinas! ¡La confusión acabó!

Todos obedecieron y la tranquilidad volvió al ambiente.

Al día siguiente el rey mandó llamar a la paloma y varios amigos de Ted. El rey acordó con ellos lo que irían a hacer. En seguida el león mandó llamar al oso.

Ted se sentía muy incómodo. Estaba triste y desanimado. Seguramente recibiría una reprimenda del rey León o incluso un castigo. Pero, cuando llegó a la reunión, Ted fue recibido amistosamente por el rey.

El oso se sentó en el lugar que estaba reservado para él y el rey León explicó:

- Ted, pedí que vinieras hasta aquí porque estamos percibiendo que no estás muy bien. Creemos que podrías estar olvidándote cuánto le agradas a tus amigos, lo bueno que eres, las cosas buenas que has hecho, cuánto te preocupas por otros animales y las cosas que has hecho para ayudarlos.

Ted se quedó sorprendido. Esperaba que se pelearan con él, pero lo que sucedió fue lo contrario. Uno por uno, los amigos de Ted le fueron diciendo lo que les agradaba de él. Hicieron elogios, sin mentir o exagerar, solo valorando su lado bueno, que ellos conocían bien, por haber convivido con él por mucho tiempo.

- ¿Te acuerdas, Ted, cuando fuiste hasta el río a buscar agua para mí? ¡Estaba enfermo con fiebre y con sed! ¡Tú te preocupaste por mí, me ayudaste y te lo agradezco! – dijo el armadillo.

- Eres muy alegre, Ted. ¿Te acuerdas cómo nos divertimos en la fiesta de confraternización del bosque, el año pasado? ¡Inventaste el “baile de Ted” y todo el mundo se quedó imitándolo y bailamos toda la noche! ¡Fue la fiesta más divertida que hemos tenido! – dijo el capibara.

- Ted, me agradas mucho. No somos muy cercanos, pero sé que eres muy educado. Cuando puse mis últimos huevos y nacieron mis polluelos, tú me felicitaste, nos deseaste salud e hiciste elogios tan gentiles que sentí mucho cariño por ti. ¡Te deseo lo mejor, siempre! – dijo doña Paloma, con sinceridad.

Otros animales también hablaron y Ted se quedó muy conmovido. Las lágrimas brotaron de sus ojos y comenzó a llorar. Pero no era un llanto de tristeza. En verdad, él sentía como si la tristeza estuviera saliendo de él.

Cuando Ted se calmó, contó que, con el calor y la falta de lluvias de las últimas semanas, las flores de las macetas de su patio trasero, que le gustaba tanto, habían muerto. No se había acordado de regarlas. Eso lo había dejado muy triste y sintiéndose culpable. Y lo peor: el pensamiento de que no era bueno se había instalado en su mente.

El rey León y los amigos conversaron con Ted. Lo ayudaron a percibir que los errores pasan y que tenemos que aceptar que no somos perfectos. Pero los errores también nos enseñan y la próxima vez ya no se va a olvidar de cuidar sus flores.

Ted comprendió sus sentimientos y se dio cuenta de que necesitaba volver a usar su mejor lado. Abrazó y agradeció a cada uno de sus amigos por la ayuda que le dieron.

Y volvió a vivir feliz y en paz.

 

Traducción:
Carmen Morante
carmen.morante9512@gmail.com


 


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