Espiritismo para
los niños

por Marcela Prada

 

Tema: Respeto a los animales


Un animal no es un juguete


Joaquín estaba volviendo a casa, pues había ido a jugar a casa de su amigo. Cuando Joaquín dio vuelta a la esquina, vio a algunos niños corriendo y dando risotadas. Continuó andando y fue acercándose al pequeño grupo. Comprendió, entonces, el motivo de su diversión.

Ellos estaban riéndose de un gato, que tenía la cola atada a un hilo con un pedazo de metal amarrado. Cuando andaba, el metal raspaba el piso, hacía ruido y el gato se asustaba y salía corriendo. Cuanto más corría, más ruido iba detrás de él, y el gato se asustaba y corría aún más.

El pobre gatito solo se detenía cuando estaba muy cansado, pero tan pronto como se movía todo volvía a comenzar.

Los niños, sin piedad, solo veían diversión en eso y corrían atrás del animalito:

- ¡Qué gato tan tonto! – decía uno de ellos, riendo. - ¿No se da cuenta de que solo debe quedarse quieto?

Joaquín se quedó indignado cuando vio eso.

Él era un niño tímido y tuvo vergüenza de enfrentar a los otros niños, aún más cuando ellos estaban en grupo y Joaquín solo. Pero incluso así no se contuvo. Alguien necesitaba ayudar al gato. Entonces, con valentía, dijo:

- ¡Detengan eso! ¿No están viendo que el gato está asustado y necesita ayuda?

- ¿Qué tienes que ver con esto? ¿Acaso el gato es tuyo? – preguntó uno de los niños.

- Lo que tengo que ver con esto es que sé que esto no se hace. Nadie tiene el derecho de divertirse con el sufrimiento de los demás. Los animales también sienten dolor y miedo.

- No lo estamos lastimando. Solo nos divertimos con la situación – dijo el niño.

- El animal no es un juguete. Deberían buscar otro modo de divertirse. No están lastimándolo, pero él esta asustado y cansado. Si no van a ayudar, ¡por lo mejor déjenlo en paz de una vez!

Los niños se callaron. En el fondo, sabían que Joaquín tenía razón. Nuestra conciencia sabe lo que es correcto y lo que está mal, incluso cuando insistimos hacer lo que no deberíamos.

Los niños se fueron. Solo uno se quedó. Era Felipe, que se arrepintió después de escuchar las palabras de Joaquín y quiso ayudar.

Los dos niños tardaron mucho para lograr ayudar al gatito. Necesitaban dejar que se quedara solo, para que se calmara y descansara. Después, se acercaron calmadamente y fueron llamando al gatito. Hasta que el animalito confió en ellos y los niños pudieron desenrollar el hilo que estaba enroscado en su cola.

Cuando lo consiguieron, los dos niños celebraron, felices. Incluso acabaron volviéndose amigos después de eso.

Joaquín llevó al gato a su casa. Le dio comida y agua. Le complació, le dio cariño, hizo todo lo que pudo para que se sintiera bien.

Al día siguiente, Joaquín y su papá llevaron al gatito a un centro de acogida de animales. Más tarde el gatito fue adoptado por una familia con dos niñas que querían mucho tener un nuevo amigo como él.

El gatito fue muy bien tratado, respetado y amado de ahí en adelante, como todos los animales merecen. Después de todo, ellos fueron creados por Dios, así como nosotros y son nuestros compañeros aquí en el planeta Tierra.
 

 

Traducción:
Carmen Morante
carmen.morante9512@gmail.com


 


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