Especial

por Cláudio Bueno da Silva

Reflexiones sobre la doctrina social espírita

Si sabemos que es posible el desenvolvimiento del ser a través del amor, será obligación humana trabajar para evitar que el dolor tenga que hacer, solo el, ese papel junto a los hombres en evolución en la Tierra.

Se comprende la preponderancia del dolor como propulsor del progreso en los primeros estados de desenvolvimiento del Espíritu, pero despues de eso, en el curso del tiempo, la fueza del amor precisará prevalecer en ese proceso.

Lo que la Providencia Divina determina a través de los mecanismos de sus leyes está fuera del control humano, es bien verdad. Mas en lo que dependa de la actuación humana en la construcción del bienestar general, los que ya comprenden y tienen el sentimiento solidario podrán hacer su parte en la instalación de los principios de justicia y humanidad.

El hombre como auxiliar de Dios en la aplicación de la justicia

Aunque estemos sometidos a la soberana voluntad de Dios, la autonomía del albedrío humano debe auxiliar a la Providencia en la aplicación de la justicia en el mundo. No cabe al hombre cerrar los ojos al dolor ajeno causado por la maldad e injusticia, alegando simplemente que la ley divina de la reencarnación está cumpliendo su papel. Aunque muchos digan no creer en esa ley, acaban siempre encontrando que el hombre “paga por sus errores del pasado”, admitiendo así que hay “un pasado”. Incluso eso siendo verdadero, habrá siempre “errores nuevos” clamando justicia. Aunque inmutables, las leyes de Dios en el campo moral no son inflexibles, porque son generadas bajo el amor, la sabiduría y la misericordia absolutas. El hombre tiene caprichos, Dios no.

No todo sufrimiento del homem está relacionado a su pasado. El entendimiento rígido de la ley de causa y efecto debe ser atenuado por la comprensión de que el amor como instrumento educativo puede intervenir en los conflictos y problemas humanos del presente. El hombre no precisa aprender solo con las experiencias del dolor, del sufrimiento. Tenemos, por tanto, que auxiliar a Dios como humildes socios, en el cumplimiento de Sus designios en relación a nosotros, o sea, en el perfeccionamiento de las condiciones espirituales individuales, trabajando por la instalación del amor y de la fraternidad en la Tierra.

El Espiritismo reproduce la matriz moral de Jesús

El mensaje de Jesús, de carácter universal, fue dirigido a todos los hombres, independientemente de clases y cualquier otras condiciones, y no se confinó en pequeñas comunidades aisladas. El Maestro pautó sus enseñanzas basada en las deficiencias morales que sabía existían en los hombres. Cuando priorizó a los pobres y desheredados, lo hizo pensando en minimizar sus sufrimientos y enseñar a sus opresores la lección del amor fraterno. Afirmó ser difícil al rico entrar en el Cielo, pues el sentimiento de posesión, el deseo de acúmulo, el patrimonio no siempre lícito son impedimentos morales, más allá de causar el sufrimiento de la mayoría privada del acceso a lo necesario. Y ejemplificó eso no poseyendo nada, nunca, de él.

Allan Kardec afirmó que “a los desheredados, más que a los felices del mundo, se dirige el Espiritismo” (1). Es más que evidente su preocupación, tanto como la del Cristo, con la formación de una nueva mentalidad y de un nuevo entendimiento de la relación del hombre con los bienes de la tierra *, relación esta, de donde surgen todos sus conflictos y de donde resultará futuramente el equilibrio en las relaciones sociales. Así, el Espiritismo reproduce la matriz moral del pensamiento adoptado por Jesús.

Representatividad espírita en el medio social

El Espiritismo se preocupa fundamentalmente con la renovación del individuo, lo que redundará en la transformación total del mundo. El individuo está integrado en un contexto social, viviendo en sociedad. Más allá de la mudanza individual y de la influencia que cada uno pueda ejercer sobre el medio, es preciso considerar la posibilidad de actuación colectiva y organizada más abarcadora en la busca de soluciones para los problemas humanos. Por tanto, hombres e instituciones deben trabajar juntos para mejorar el mundo, no solo para los que viven hoy, sino también para los que reencarnarán en el futuro.

La doctrina espírita, detentora de pensamiento humanista y progresista, debe hablar a todas las clases al punto de influir sobre ellas, ayudando a disminuir la prevalencia de unas sobre las otras y la ignorancia sobre las leyes que rigen la vida en sociedad. Esas leyes de orden natural priorizan el progreso y la igualdad de todos los hombres. Es el papel educativo de la propuesta espírita. Nada que ver con el proselitismo “religioso”, y sí con la comunicación de ideas nuevas de que el mundo está precisando para librarse de los preconceptos, del conservadurismo y de la acomodación.

El pensamiento espírita precisa aumentar su representatividad en el medio social. Para eso es necesario que se estimule su movimiento a discutir, bajo la óptica espírita, las pautas sociales, que nada más son que los problemas humanos.

El escritor y filósofo espírita argentino, Humberto Mariotti, recuerda que “El Espiritismo posee una riquísima teoría sociológica, y llegó el tiempo de su aplicación a la sociedade humana. Más allá de eso, ignorar que el Espiritismo tiene un destino social sería desconocer sus grandes líneas humanistas y la misión que le cabe en base al dolor humano” (2). Allan Kardec ya dijo en La Génesis: “El Espiritismo tiene que desempeñar un gran papel en este movimiento regenerador”.

El compromiso espírita

Para los espíritas, el combate a las injusticias y los desordenes sociales tienen un significado mucho más amplio. Como reencarnacionistas, saben que volverán aquí, y todo cuanto dejaran de hacer ahora por omisión aumentará su responsabilidad sobre el sufrimiento futuro. Y más: la caridad es una norma moral que el espírita precisa comprender muy bien y ampliamente. El espírita mínimamente coherente no puede huir al compromiso de colaborar con ideas y posturas nuevas que ayuden en la desaparición de hábitos egoístas seculares que han atrasado el progreso humano.

La evolución mística y pasiva del individuo debe ser complementada con la acción en el bien común, de modo a reflexionar en la renovación de los valores sociales que irán concretando la vida armoniosa y fraterna. Mientras se reconozca como iguales, la división de los hombres por clases será sustituída paulatinamente por un regimen solidario, donde no habrá presiones sociales. El hombre espiritualizado habrá comprendido que la importancia de la vida material termina en la tumba, y él mismo se despojará, en cuanto viva en el cuerpo físico, de los pesos inútiles que ya no precisa cargar.

Las fuerzas retardarias sistémicas que se empeñan por mantener un sistema materialista de vida causan mucho mal a la humanidad, frenando la marcha de su evolución. “El bien reinará en la Tierra cuando entren los Espíritos que la vienen a habitar los buenos superarán a los malos. (...) Pero los malos solo la dejarán cuando el hombre haya desterrado de aquí el orgullo y el egoísmo” (3).

De ahí la importancia de las fuerzas espiritualistas progresistas asuman su protagonismo de forma práctica en la construcción del mundo de regeneración. Entonces los sectarios, los fanáticos, los misoneístas se sentirán dislocados en un ambiente donde la maldad que puedan planear los manifestará gritando a la reprobación general.

El agotamiento del individualismo

Las crisis sociales y humanitarias tienen siempre como causa las acciones del hombre, sus abusos, sus vicios. El hambre, la miseria, las dolencias no son determinaciones divinas, son efectos de las acciones y elecciones humanas.

Hemos vivido hace mucho bajo un modelo que exacerbó nuestros instintos materialistas y llevó al ápice nuestros vicios morales. Se hace evidente que precisamos caminar ahora en otra dirección. La evolución lleva naturalmente al Espíritu a socializar sus bienes morales y materiales. Diciendo eso me viene a la memoria la cena evangélica de Jesús compartiendo el pan. ¿Qué sentido tuvo aquella actitud del Cristo, moral y materialmente?

El Espiritismo y las doctrinas espiritualistas no dogmáticas y progresistas deben contribuir para el esclarecimiento del hombre en cuanto a su condición de Espíritu inmortal, sujeto a reencarnarse periodicamente para evolucionar. Por eso se hace necesario repensar, modificar, perfeccionar las estructuras que rigen nuestra vida en sociedad, buscando encaminarla a la vivencia más humana, libre y fraterna, menos egoísta y predadora. Y eso se conseguirá a través de la difusión y de la práctica de ideas aireadas, pacíficas y factibles.

Nueva realidad espiritual

Los hombres no podrán desenvolverse moralmente de modo satisfactorio si continúan viviendo bajo modelos y patrones antiguos de pensamiento y comportamiento. Las ideas viejas y retrogradas comienzan a despertar la indignación de aquellos que ven en el progreso espiritualizado la única forma de avanzar con seguridad. Los misoneístas, los reaccionarios con mal humor pierden fuerza y no tendrán más como mantener sus manos pesadas sobre los destinos humanos. La reacción de los óptimistas, que siempre se manifestó aisladamente, tomará cuenta del mundo. Las luces se encienden, las ventanas se abren, la claridad ilumina las conciencias y las instituciones, y volver atrás es imposible. Los destruidores del futuro perderán. Ellos poco se entienden entre sí. Los espiritualistas progresistas, los libertarios no habrán luchado en vano. La libertad, la igualdad y la fraternidad se preparán para acoger com los brazos abiertos, finalmente, a los que siempre soñarán con ellas.


Bienes de la tierra
, según el concepto espírita, es todo cuanto proviene de la naturaleza, tenga o no la interferencia de la acción humana. Todo lo que la tierra produce, por naturaleza, y lo que de ella deriva por la acción del hombre. Por extensión, creo que se pueda incluir también los valores morales como tal.


Bibliografia
:

1. Allan Kardec, La Génesis – los milagros y las predicciones según el Espiritismo, “Naturaleza de la revelación espírita, ítem 44, FEAL, 2018.

2. Humberto Mariotti, El hombre y la sociedad en una nueva civilización, Edicel, 1983.

3. Allan Kardec, O Livro dos Espíritos, questão 1019, LAKE, 1978.

 

Traducción:
Isabel Porras
isabelporras1@gmail.com

 
 

     
     

O Consolador
 Revista Semanal de Divulgação Espírita