Especial

por Arleir Bellieny

Vivir, amar y vivir

“Si la muerte fuese incluso el fin de todo, sería eso un buen negocio para los perversos, pues al morir habrían cancelados todas las maldades no apenas de su cuerpo, mas de su alma.” (Sócrates)


La influencia de las artes en nuestra trayectoria terrena siempre fue notada e imitada. Es hecho el éxito universal de los grandes clásicos a través de los siglos. En este mes de septiembre los medios convinieron en hablar sobre el “septiembre amarillo”, en alusión a aquellos que en desesperación atentan o interrumpen sus existencias en el cuerpo físico. Propongo una breve reflexión sobre dos obras magníficas que marcaron significativamente nuestra historia. 

Johann Wolfgang Von Goethe, en 1774, escribió una novela titulada “Los sufrimientos del joven Werther”, narrando una historia trágica en que el joven Werther amaba a Charlot, que también lo amaba, mas se casó con Alberto. Ese acontecimiento conmovió profundamente las estructuras psíquicas y emocionales del joven, que quitaría su propia vida usando el arma del verdugo.

Wolfgang Amadeus Mozart, en 1791, compone la “Flauta Mágica”, una ópera cuyo personaje, Papageno, con miedo de perder a la mujer que ama, Papagena, resuelve no vivir más, siendo ella la única razón de continuar. Amigos próximos consiguen desviarlo de la idea presentando otras alternativas para el desenlace de la cuestión.

Dos situaciones en que la vida está siendo colocada en cuestión.

La primera, Werther abandona el cuerpo físico anticipando el retorno al plano espiritual comprometiéndose ante la Ley de Causa y Efecto. Un acto insólito que fue considerado en la época un factor estimulante para que otras tantas personas en desesperación siguiesen su “ejemplo”. Tal cual ocurre en los días actuales, cuando figuras ilustres repiten esa práctica, hay un aumento considerable de actitudes tan equivocadas como la del joven Werther.

La segunda, con Papageno, el escenario sufre modificación cuando la intervención de amigos que le llaman la atención para la importancia de la vida, mostrando cuan significativo es valorar la oportunidad de estar habitando un cuerpo que fue cedido temporalmente por el tesoro cósmico, con todos los recursos naturales y espirituales de que necesita para completar su estancia en la Tierra como espíritu encarnado, independientemente de los reveses sufridos, los cuales, en la esencia, fortalecen y perfeccionan el carácter espiritual del Ser. Una demostración de amor y solidariedad humana que es el deber de todo aquel que confía en los desígnios de una fuerza vibracional superior, que huye de nuestro comando y entendimiento de sus mecanismos de actuación.

El contexto de la primera historia quedo conocido a través de los siglos como “efecto Werther o efecto contagio” (estímulo a la consumación del acto).  Ya la segunda como “efecto Papageno” (estímulo a desviar la idea del acto).

Investigando las estadísticas actuales de la OMS (Organización Mundial de la Salud), encontramos datos afirmando que cada 40 segundos un Werther interrumpe la vida en el cuerpo físico. No estoy utilizando aquí la palabra común a ese acto, para no servir de contagio para alertar posibles envestidas y desvíos.

Aprovecho para dejar una alerta a todo aquel que por ventura fuese solicitado a explicar sobre esta temática a tener el cuidado necesario para no hacer apología y no dejar trasparecer cualquier estímulo en la cualificación de ese desastre social. Y, al mismo tiempo, encaminar algunas pistas cuando las circunstancias nos pusieran frente a frente con un caso de desesperanzados que sugiere atención especial: Oír con cordialidad. Ser cordial es oír con el corazón a la persona y lo que ella trae de importante para ella; tratar con respeto el sentimiento a la historia del otro. Es eso que la persona está vivendo que es su propia historia. Es lo que ella cree ser la verdad; usar de empatia. Es procurar sentir lo que el otro está sintiendo. Vivir la queja como si fuese su queja, sentir el dolor como si fuese su dolor. Al notar que esa persona está corriendo riesgo de vida por la narración, no prometa sigilo del caso para agradarla, busque inmediatamente a alguien que sea responsable directo o indirectamente por la persona para prestar ayuda. Pariente próximo, amigo, o de preferencia, encamine a un profesional cualificado para proseguir el abordaje. Esa actitud apartó a Papageno de cometer la mayor de todas las locuras humanas, ser el autor de la incontinuidad de la encarnación.

Hay siempre alternativas para aplacar la desesperanza. En el decir de Viktor Frankl (1) “Nosotros podemos descubrir el significado de la vida de tres maneras: haciendo alguna cosa, experimentando un valor o amor, y sufriendo”. En mi parecer, no es necesario sufrir para encontrar un sentido para la vida. Ser masoquista no es ser heróico. Lo que llamamos sufrimiento puede estar prendido a un comportamiento egoísta y lleno de orgullo, bloqueando los canales perceptivos que la naturaleza humana nos ofrece en las relaciones interpersonales, favoreciendo el despertar de nuevos rumbos y caminos a ser recorridos y obstáculos superados. Creo que la única manera de acceder a otro ser humano en lo íntimo de su alma es a través del amor. Deseando y haciendo al otro todo aquello que nos gustaría fuese hecho a nosotros mismos.

La Doctrina Espírita codificada por Allan Kardec está impregnada de esclarecimientos y guías seguros para tratar de esas cuestiones. En la introducción de El Libro de los Espíritus, parte XV, encontramos la siguiente cita: “Entre las causas más comunes de superexcitación cerebral, o sea, del desequilibrio mental, están las decepciones, las infelicidades, los afectos contrariados, que son, al mismo tiempo, las causas más frecuentes. Así es que el verdadero espírita ve las cosas de este mundo de un punto de vista más elevado; ellas le parecen tan pequeñas, tan mezquinas, delante del futuro que lo espera; la vida es para él tan corta, tan pasajera, que las tribulaciones son, a sus ojos, apenas incidentes desagradables de un viaje”. (2) El asunto puede ser extendido en las preguntas 948 y 949 de la misma obra y también en El Evangelio según el Espiritismo, capítulo V, ítem 16, acentuando la cobardia moral y el coraje moral. (3) 

Para amar es preciso vivir. Vivir, amar y vivir.

 

Bibliografia:

1 – Frankl, Viktor, Em Busca de Sentido, 42ª edição, Vozes.

2 – Kardec, Allan, O Livro dos Espíritos, Introdução, parte XV, 182ª edição, IDE.

3 – Kardec, Allan, O Evangelho segundo o Espiritismo, cap. V, item 16, 113ª edição, FEB.


El autor es psicólogo clínico, expositor espírita internacional y miembro fundador de la AME-Rio (Asociación Médico-Espírita de Rio de Janeiro) y de la AME Internacional (Asociación Médico-Espírita Internacional).

 

Traducción:
Isabel Porras
isabelporras1@gmail.com

 
 

     
     

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 Revista Semanal de Divulgação Espírita