Espiritismo para
los niños

por Marcela Prada

 

Tema: Adquisición de virtudes


Aprendiendo a volar


Doña Zorzal estaba muy feliz. Había cuidado de sus dos polluelos con dedicación y ahora ellos estaban grandes, listos para aprender a volar.

Doña Zorzal les dio las instrucciones necesarias y dijo que ellos podrían comenzar. Los polluelos quedaron muy emocionados.

El primer pajarito subió al borde del nido, batió las alitas con fuerza, comenzó a levantarse en el aire y… cayó.

Al caer, tropezó sus patitas en el borde del nido y cayó hacia atrás sentado. Su hermano se rio de él.

- ¿De qué te estás riendo? – reprendió la mamá. – Así es como empezamos. Ahora es tu turno, ¡vamos!

El segundo polluelo subió al borde del nido y se preparó, pero a la hora de intentar volar desistió.

- Puedes ir tú de nuevo, hermano. Quiero ver cómo lo haces.

A la mamá Zorzal no le gustó la idea. Pero el otro estaba emocionado para intentar de nuevo y de inmediato tomó la delantera.

El segundo intento no fue mucho mejor que el primero. El pajarito se cayó también, solo que, esta vez, fuera del nido. Con gran esfuerzo, logró equilibrarse en la rama.

Demostrando mucho esfuerzo, batió las alitas de nuevo, pero sin ganar altura, y acabó yéndose hacia el suelo.

Mamá Zorzal voló cerca de él, animándolo y dándole recomendaciones.

Allá en lo alto, todavía en el nido, el otro hermano observaba todo. Tenía ganas de volar como su mamá, pero no estaba ni un poco animado en igualarse a su hermano. Pensaba que esa situación era ridícula. Sentiría vergüenza si los otros pajaritos lo vieran sin equilibrio, cayendo, intentando y fallando varias veces. Quería esperar un poco más, hasta que sus alas estuvieran más fuertes.

Cuando su hermano, con mucho esfuerzo, logró volver, estaba un poco sucio de tierra y muy cansado, pero estaba feliz.

Al día siguiente, ya pudo salir mucho mejor. Continuó practicando y esforzándose hasta que en pocos días ya estaba logrando volar.

El pajarito que se había quedado en el nido, mientras tanto, no se sentía bien. Se daba cuenta de que el nido ya era pequeño para él, pero sabía que aprender a volar no era fácil.

Un día, su mamá decidió conversar con él.

- Hijo, tú estás preocupado con el hecho de tener que aprender a volar, ¡pero yo no lo estoy! ¿Sabes por qué? Porque yo sé que eres capaz. ¡Y Dios también sabe que vas a conseguirlo! Él nos creó así, con esa capacidad.

- Pero mamá, es difícil volar, tienes que esforzarte mucho, intentarlo varias veces, fallar muchas veces.

- ¡Sí, lo sé! Sí es difícil, pero así es como se consigue. Y por eso es tan genial. Solo consigue volar quien se esfuerza, quien aprende. Volar es especial, es una sensación maravillosa, y fue Dios quien nos preparó para eso. Pero si volamos, es porque conquistamos esa capacidad. Hay mucho de nosotros mismos en “poder volar”. 

Doña Zorzal continuó:

- Querido, no te fijes tanto en las dificultades. Yo, tu hermano, Dios y todos los otros pájaros sabemos que tú estás aprendiendo. Y sabemos también que las caídas son normales en este proceso. Claro que te vas a esforzar para no caer. Pero si eso pasa, te levantas, mira hacia arriba, estira el pecho y las alas y vuelve a intentarlo. ¡En una hora vas a lograrlo! ¡Naciste para volar!

El pequeño zorzal escuchó con atención lo que su mamá decía y se dio cuenta de que ella tenía razón.

Entonces, comenzó a intentarlo. Se cayó algunas veces, como es natural. Su hermano también quería reírse de él, pero lo ocultó.

Fue mejorando con cada intento, hasta que al fin lo consiguió.

El día que logró volar bien por primera vez, su mamá y su hermano se unieron a él. Los tres volaron juntos y él se sintió muy satisfecho y feliz.

 

Traducción:
Carmen Morante
carmen.morante9512@gmail.com


 


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