Especial

por Vladimir Alexei

El futuro y la nada

– Vaya, aun bien que desperté... ¡Qué sueño más extraño! ¡Soñé que al morir todo había acabado! ¡La nada era real! No veía nada, no sentía nada, no creía en nada, simplemente percibía que estaba en algún lugar, que no era posible describir porque ese lugar era nada...

La sensación de que la nada existe continuó aturdiendo al joven que buscó ayuda con el amigo espírita. Trabaron los primeros diálogos, después de la expresión un tanto como desconcertante del joven.

– Ivan, no sé decir lo que sentí. ¡Fue muy extraño! ¡Tuve la impresión de que estaba despierto, mas no había nada y ni yo existía! ¿Cómo eso es posible?

Ivan, el amigo espírita, se acordó de las reflexiones desenvueltas por Allan Kardec en el primer capítulo de El Cielo y el Infierno – o la Justicia Divina según el Espiritismo, y comenzó a conversar con Dimitri.

– Mi querido Dimitri – se dirigió Ivan al joven, usted me hizo viajar a las enseñanzas de un maestro francés, nacido en Lyon, que, como muchos pensadores, pasó desapercibido del gran público por tratar de asuntos que eran exclusividad de las religiones, como la continuidad de la vida. Ese maestro se llama Allan Kardec.

– ¿Mas ese tal Allan Kardec no es el jefe del Espiritismo? No sé si quiero conversar al respecto de esas cosas... solo de imaginarlo ya me quedo estremecido... (Mal sabía Dimitri que los estremecimientos no eran en función del tema y sí de la posible presencia de algún amigo espiritual que se interesaba también por el diálogo trabado entre ellos. ¡Sonrió en su intimidad, Ivan!)

– ¡Dimitri, yo jamás abordaría un tema que hiriese sus preferencias religiosas o que forzase a usted a un entendimiento contrario a sus creencias! Usted siempre confió en mí y en nombre de esa confianza es que hago esos comentarios. ¡Son apenas reflexiones! ¡No intentaré convencerlo, mi amigo! Aprendemos, con Kardec, que no se apresura el río, así como tampoco no se violan conciencias para hacer valer una verdad o lo que entendemos ser la verdad, al final, vivimos en el campo de la relatividad, o sea, todo lo que entendemos de la verdad o de la libertad y hasta de la continuidad de la vida es observado a partir de la condición relativa en que nos encontramos delante del todo.

Dimitri miró un tanto como desconfiado para Ivan, mas se acordó de que él había buscado a Ivan, no por acaso.

– Está bien, Ivan. Tiene razón. Discúlpeme si fui preconceptuoso. Pienso que fue un reflejo natural, pues todas las veces que intenté conversar al respecto de ese asunto con alguién, las ideas eran siempre entrecortadas, dogmáticas, cargadas de misticismo y yo pasé a evitar. ¡Pienso que el espírita no es así!

– ¡Vamos con calma, Dimitri, advirtió sonriendo Ivan! ¿Por qué usted cree que el espírita no sea así? ¡Está claro que pueden existir espíritas así también! Todo religioso, en mayor o menor grado, gusta de hablar sobre aquello que le hace bien y el espírita no es diferente. Muchos intentan convencer a las personas de la continuidad de la vida, de los misterios que son esclarecidos por el Espiritismo y, cuando así obran, lo hacen por puro impulso como los demás religiosos. Por eso, toda prudencia es bienvenida cuando el asunto envuelve la religión. No sé si ustedes, jóvenes, tienen ese dictado, mas en mi época se decía: “¡despacio con el palanquín, porque el Santo es de barro!” El espírita no es mejor que ningún otro religioso. Es, como otros religiosos, un individuo que posee en sus manos la llave para ser una persona mejor, mas que, como los demás, lucha para domar sus malas inclinaciones y por eso tiene la religión que abraza como la herramienta capaz de satisfacer sus necesidades y esclarecerlas delante de los desafíos de la vida.

– ¡Interesante eso, Ivan! ¡¿Si entendí correctamente, abrazamos las religiones que pueden ayudarnos a ser seres humanos mejores, no es eso?! Además, tal vez sea por eso también que muchas personas no son religiosas, en el sentido vulgar de la palabra, mas sus actitudes revelan un comportamiento superior, noble y más armonioso que muchos religiosos... ¡¿no es por ahí?!

– ¡Muy bien, mi joven Dimitri! ¡¡¡Brillante reflexión!!! ¡Si todos entendiésemos así, la vida sería más fraterna para todos! ¡No habría tanto preconcepto como a la religión ajena y la religión no alimentaría la división como ocurre en la actualidad!

Mas volvamos a lo que usted dice en el inicio sobre el sueño, Dimitri. Pienso que hablar sobre el sueño propiamente dicho, tal vez no sea tan simple, por eso voy directo al punto en que usted habla de la “nada”.

Ese pensamiento de la “nada” después de la desencarnación – eso mismo: la expresión utilizada por los espíritas para la “muerte” es “desencarnación”, o sea, lo que murió es el cuerpo físico, el Espíritu desencarna, deja la carne y vuelve para el mundo espiritual – es alimentado por la mayoría de las religiones que se vuelven materialistas, esto es, más preocupadas con la vida en la Tierra que con la unión o “religación” del hombre a Dios. Inclusive la idea de “religación” es un poco démodé, al final, si somos hijos de Dios, no dejamos de ligarnos a Él jamás. La idea de “religación” es alimentada por la “caída del Espíritu”, cuando se cree que el ser humano cayó en “desgracia” por tantos errores y “pecados” que, para volver a Dios, para “religarse” a Dios, precisa adoptar un comportamiento de acuerdo con tal o cual principio religioso. Son algunas incoherencias del pensamiento religioso, que llamamos “pensamiento dogmático”, porque son principios y “verdades” que no se cuestionan, porque no fueron construidas con base en la razón y sí en las ideas de cada religión.

Ese “nada”, entonces, acaba siendo más uno de esos “dogmas” (¡la filosofía también tienen esos “dogmas” y el “nihilismo” es uno de ellos!), como el dogma de aguardar el día del “juicio final”, a la derecha del trono o “ardiendo en el mármol del infierno”.

– ¡¿Hummm... quiere decir entonces que el “juicio final” no existe, Ivan?!

– Si existe, Dimitri, en la visión espírita, no es interpretado de esa forma. No voy a hacer como muchos espíritas, Dimitri, que encuentran respuestas para todo o que "saben de todo", mas apenas en teoría, ya que, en la práctica, continuan con sus luchas delante de las maldades morales. Lo que me acuerdo sobre el “juicio final”, en realidad, es un entendimiento íntimo, una especie de “despertar de conciencia”, cuando, al llegar al mundo espiritual, percibimos lo que vivimos e hicimos en cuanto encarnados. Ese “juicio final” se expresa para cada uno de forma diferente y eso quiere decir que tanto puede ser algo bueno, así como más una oportunidad de aprendizaje, para comprender mejor lo que precisaríamos hacer y corregir en cada existencia.

Por eso me acordé de Kardec, Dimitri: la vida no acaba con la muerte. La muerte es un proceso que pertenece al ciclo de la vida. Nacemos, nos desenvolvemos, alcanzamos la madurez y depués entramos en un proceso de preparación para volver para al mundo espiritual.

Ese proceso de preparación varia de individuo para individuo. Lo natural, el proceso que debería acontecer naturalmente con todos, es el agotamiento de las fuerzas vitales hasta el desenlace. Lo que llamamos de desenlace es la “disolución” del vínculo del espíritu a la materia. Ese vínculo es fluidico, energético. ¡Lo que ocurre en el “sueño” es parecido con el desenlace!

– ¡¿Quiere decir entonces, Ivan, que yo “desenlazo” (sic) todos los días – se admiró Dimitri?!

– ¡Sí (Ivan rió gustosamente), es eso mismo, mi amigo!

– ¡Muchacho... en tan poco tiempo, cuantas reflexiones, Ivan! ¡Ustedes los espíritas son muy inteligentes!

Sonriendo, Ivan advirtió nuevamente:

– ¡Cuidado, amigo Dimitri! “Despacio con el palanquín...” ¡Nosotros, espíritas, no somos muy inteligentes! ¡Seremos considerados inteligentes cuando verdaderamente consiguiéramos poner en práctica las enseñanzas de la doctrina espírita! Por ahora, la gran mayoría de nosotros comprendió las enseñanzas. ¡El desafio ha sido vivir lo que sabemos en teoría! ¿¡Dimitri, ya imaginó, todo lo que aprendemos aquí en la Tierra, todos los amores, amigos, experiencias, lecturas, músicas, viajes, todo eso desaparecerá para siempre?! ¿¡Aquel viaje que usted ansió durante toda la vida, para la cual juntó dinero, planeó con todo cuidado, curtió, registró, fotografió, publicó en las redes sociales, y, de repente, todo eso se pierde, acaba y nada más tiene sentido?! ¿Sería justo? Que Dios sería ese que permitiría recorrer tantos años estudiando, abrazando una profesión, dedicándonos, esforzándonos para evitar sufrimientos, dominando rabias, tristezas y melancolias, ¿para qué? ¿Para nada?

Dimitri se quedó pensando con los ojos perdidos en el horizonte, mientras Ivan continuaba.

– ¿Qué Dios sería ese que crearía una experiencia en la Tierra, apenas en la Tierra, para en sesenta, setenta u ochenta años construir lazos, sentir nostalgia de los seres queridos que partirán y nunca más nos encontramos?

Amigo Dimitri, pensemos juntos: ¿ese Dios, que permite nazcan niños con deficiencias físicas, algunos en la opulencia, muchos en la miseria, sufriendo preconceptos, faltando viveres, salud precaria, para qué? ¿Por el simple placer de hacer a sus hijos “sufrir”? ¿Por qué unos sufren más que otros?

Mi querido Dimitri, perdóneme el entusiasmo, mas rechazo con todas las fuerzas creer que Dios sea injusto. Dios no es humano. Dios es la causa primera de todas las cosas. Todo surgió a partir de Él. Nada que Él haya construido es imperfecto, por eso, por todo lo que vemos de la creación Divina y por todo lo que sentimos, incluso sin ver, diría al amigo que no sería creíble, racionalmente, humanamente creíble, que la vida cesaría con la muerte. Hay, después de la vida en el mundo terreno, un universo a explorar, que se desvela con nuevos colores a cada renacimiento aquí en la Tierra.

Siendo así, mi noble amigo, parafraseando al poeta: “tengo tanto que hablarle, mas con palabras no sé decir...”, lo que sé es que el futuro está siendo construido ahora y la nada... bien... la nada va a quedar para nuestro próximo diálogo, porque Kardec dice que la nada no produce cosa alguna... ¿Siendo así, cómo usted puede pensar que murió, sentir que murió, ir para la “nada”, siendo que la nada no existe y volver con impresiones de que “no vio nada”? ¿¡Esa “nada” que usted “vio” sería alguna cosa, no?!

– ¡Ivan, encontré que usted me ayudaría con respuestas, mas, al revés de eso, me está llenando de preguntas! ¡Não sé esas respuestas! 

– Calma, amigo Dimitri, ¿quien sabe la gente consigue encontrarlas juntos?

 

Traducción:
Isabel Porras
isabelporras1@gmail.com

 
 

     
     

O Consolador
 Revista Semanal de Divulgação Espírita