Espiritismo para
los niños

por Marcela Prada

 

Tema: Ley del Trabajo


La pereza


Cuando éramos pequeños, mi hermano y yo éramos muy perezosos. Inventábamos pretextos para no hacer nuestras tareas escolares ni colaborar en los servicios domésticos. Las actividades físicas tampoco nos atraían. No queríamos ir al colegio. Desperdiciábamos el tiempo, aburridos, indispuestos, sin hacer nada.

Nuestros padres evidentemente se resentían con eso y esperaban el momento correcto para animarnos a reformarnos.

Un día, después del almuerzo, cuando mi hermano y yo ya íbamos a iniciar otro largo descanso, mi mamá nos llamó para acompañarla a una pequeña caminata por nuestra calle.

Nosotros no queríamos ir, pero ella no nos dio otra opción y, a regañadientes, tuvimos que acompañarla.

Cuando pasamos frente a un terreno baldío, mi mamá pidió a mi hermano que dijera lo que él veía ahí.

Mi hermano, aun sin entender la intención de mamá, describió el terreno como un lugar feo, lleno de basura, con mal olor, insectos, metales oxidados y trozos de vidrio, sin nada que pudiera aprovecharse.

Continuamos la caminata y mamá pidió que yo observara si algún otro terreno se encontraba como ese. Caminamos un poco más y después volvimos a casa.

Cuando llegamos respondí que no. Solo el terreno baldío estaba en malas condiciones. Todos los demás estaban ocupados por casa, con jardines, garajes, patios… Uno de ellos incluso tenía una huerta y un pomar.

Mamá, entonces, con la mirada seria, nos preguntó:

- ¿Por qué piensan que se acumularon tantas porquerías en el terreno baldío?

- ¡Mira, mamá, porque está vacío! – respondimos casi al mismo tiempo.

- ¡Pues sí! – dijo mamá – es fácil percibir lo que sucede con un terreno que se queda vacío, sin ser trabajado, sin ningún propósito. Lo que ustedes tal vez no están percibiendo es que lo mismo sucede con la vida de las personas. Quien no tiene un buen propósito, no trabaja en alguna tarea útil, abre espacio para que se instale en su mente y en sus días todo lo que es inútil y perjudicial, como vicios, maldades, ignorancia y malestar. Al contrario, el hombre que es trabajador transforma, con el pasar del tiempo y con su esfuerzo, su vida en un terreno lindo, bien aprovechado y feliz.

Mamá no necesitó decir nada más. Mi hermano y yo nos miramos y entendimos bien lo que ella quería decirnos.

Después de eso, ya no rechazábamos las tareas que nos tocaba realizar.

Muchas veces, en nuestras vidas, hemos tenido pereza, pero el recuerdo de ese terreno baldío y de las enseñanzas de nuestra mamá siempre nos incentivó a llenar nuestros días con buenas acciones.

 

Adaptación del texto “La Ociosidad” del libro “Y Para el resto de la vida…” de Wallace Leal V. Rodrigues.

 

Traducción:
Carmen Morante
carmen.morante9512@gmail.com


 


Material de apoio para evangelizadores:

Clique para baixar: Atividades

marcelapradacontato@gmail.com




 

     
     

O Consolador
 Revista Semanal de Divulgação Espírita