Espiritismo para
los niños

por Marcela Prada

 

Tema: Influencia espiritual


El jardín de Lucas


Lucas no quería ir más al colegio. Normalmente, le gustaba las clases porque podía encontrarse con sus amigos. Pero, recientemente, estaba siempre triste.

Ya no tenía ganas de jugar pelota, ya no quería jugar, ni conversar con sus compañeros. Pasaba el recreo sentado, solo.

En casa también estaba diferente, siempre aislado, no quería conversar con nadie. Un día su mamá Ana, preocupada por su hijo propuso:

- Querido, ¿vamos a invitar a algunos amigos para que vengan a casa, el sábado, para que jueguen?

- ¿Qué amigos, mamá? No tengo amigos. ¡A nadie le agrado!

- ¿Cómo así, hijo? ¿Por qué dices eso?

Ana entonces empezó a recordar varios sucesos ocurridos entre Lucas y sus amigos.

Pero Lucas no se convencía. Aun sabiendo que lo que su mamá le decía era verdad, en su cabeza ese pensamiento se repetía: “no le agrado a nadie”.

Después de mucha conversación, Lucas admitió que no tenía motivos para pensar eso, pero ese pensamiento era insistente y lo dejaba muy triste.

- Hijo, has estado yendo a las clases de evangelización en el centro espírita y sabes que nuestra mente, además de emitir pensamientos, también puede captar pensamientos de otras mentes que estén sintonizadas con la nuestra. Esos pensamientos que surgen, sin ningún motivo real, pueden ser sugestiones de espíritus infelices, que te están perturbando. Necesitamos cuidarnos de eso.

Lucas comenzó a pensar que su mamá podría tener razón.

- Mamá, cuando me pides que arregle mi cuarto, o que me apresure para no llegar tarde, ya escucho este pensamiento: “no le agrado a ella”. Pero yo sé que eso no es verdad.

- Claro que no, al contrario; si me preocupo por ti es porque te amo y mucho – dijo Ana, abrazando a su hijo.

La tarde pasóDespués de que Lucas había terminado la tarea de la casa, Ana lo llamó al jardín.

- ¡Hijo, ven acá! Quiero mostrarte una cosa. ¿Ves esta maceta? Quiero que me digas a qué se parece.

La maceta necesitaba cuidados, las malas hierbas ya estaban muy grandes y se habían expandido. Lucas miró a su mamá sin entender.

- Esta maceta es como nuestra mente. ¿Estás viendo estas malas hierbas? – dijo ella y arrancó una de ellas, mostrando sus raíces. – Podemos compararlas con nuestros malos pensamientos. Esos que nos dejan tristes o con rabia. Si los dejamos vivir en nuestra mente por mucho tiempo, ellos crean raíces. Y roban el espacio de los buenos pensamientos.

Ana señaló hacia a una canasta, al lado de la maceta. Esta estaba llena de retoños de flores.

- Entonces nosotros tenemos que llenar nuestra mente con buenos pensamientos, así como cultivamos flores en la maceta. Quiero que escojas una flor para colocarla en el lugar de estas pequeñas matas. Mientras haces eso, quiero que escojas un buen pensamiento para cambiar esa idea de que no le agradas a nadie.

Lucas comenzó escogiendo un bonito girasol de la canasta. Arrancó una de las malas hierbas y plantó el retoño en su lugar. Mientras trabajaba con las flores, pensaba en sus experiencias felices hasta que escogió una y dijo:

- ¡Ya sé! Cuando esté triste, voy a recordar mi fiesta de cumpleaños. Todos mis amigos estaban ahí, y toda mi familia también. Me gustó mucho la hora que me cantaron “feliz cumpleaños”. ¡Y los regalos! ¡Y los juegos! ¡Y los dulces! ¡Es un recuerdo muy bonito que tengo, mamá!

Ana sonrió y estuvo de acuerdo con su hijo, viendo el alivio en sus ojos. Y abrazó a Lucas con cariño, diciendo:

- Cada vez que pienses que no le agradas a nadie, cámbialo por ese recuerdo. Y te vas a sentir mucho mejor. ¡Mira qué bonita quedó la maceta! – dijo ella satisfecha.

Al día siguiente, Lucas puso el consejo de su mamá en práctica. Siempre que ese mal pensamiento surgía, él inmediatamente pensaba en su fiesta de cumpleaños y se alegraba. A veces no era fácil. Necesitaba esforzarse para concentrarse en el pensamiento bueno y no terminar repitiendo el pensamiento malo.

Pero con el pasar de los días Lucas fue observando que estaba funcionando.

También comenzó a percibir más los gestos de amistad de sus amigos. Y hallar normal cuando alguien tenía algo más que llamaba la atención, que no fuera él.

- Lucas, ¿quieres ser de mi equipo hoy? – dijo su amigo Juan, a la hora del recreo. – Ayer me quedé en el otro equipo porque Cayo ya me había llamado, pero hoy quiero jugar contigo.

Lucas mostró una sonrisa:

- ¡Sí quiero! Vamos a llamar a Paulo también.

Nuestra mente es un jardín, donde nosotros somos los jardineros. Así como fertilizamos las plantas que queremos que crezcan, debemos alimentar los buenos pensamientos para que nuestra vida florezca.


 

Traducción:
Carmen Morante
carmen.morante9512@gmail.com


 


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