Especial

por Temi Mary Faccio Simionato

Reencarnar como aprendizaje

Yo os sumerjo en el agua para el arrepentimiento, mas el que viene depués de mí es más fuerte que yo, del cual no soy digno de calzar sus sandalias. Él nos sumerjerá en el Espíritu Santo y en el fuego.” Mateo, 3:11.


Comprendiendo que el conocimiento de la Ley opera la liberación de mentes atadas a los procesos personalistas, en reductos sombrios de ignorancia y corrupción, el precursor Juan Bautista puede ser interpretado, conforme sus declaraciones sabias y justas, con la propia ley de la justicia revelada a su pueblo. Nos enseñó que la disciplina antecede a la espontaneidad.

Así, con la iluminación espiritual de nuestro interior adquiriremos valores sagrados de la indulgencia y, para que nos edifiquemos en esa claridad divina, será necesario educar la voluntad, curar enfermedades psíquicas seculares que nos acompañan a través de las vidas sucesivas. Para tanto precisamos comenzar por la disciplina de nosotros mismos y por la continencia de nuestros impulsos. Apaguemos entonces, la hoguera de la impulsividad que nos incita a los actos impensados o a la queja sin razón y avancemos adelante amparados a la tolerancia constructiva, porque si hoy no conseguimos realizar la tarea que el Señor nos confió, a ella volveremos mañana con mayores dificultades para la necesaría recapitulación.

Podremos, de este modo, dimensionar el papel del precursor Juan Bautista, volviendo rectas sus sendas, preparando el camino del Señor. Él mismo dio testimonio de lo que predicó al someterse a la decapitación en rescate de lo que hizo cuando estaba encarnado en la piel del profeta Elías.

La reencarnación es el camino de la gran luz, por tanto amemos y trabajemos; trabajemos y sirvamos pues a cada nueva existencia daremos un paso en el camino del progreso y nos despojaremos de todas las impurezas, llegando el momento de no necesitar más de las pruebas de la vida corpórea. Entendemos entonces, que todos los Espíritus tienden a la perfectibilidad y Dios nos proporciona los medios de conseguirla con las pruebas de la vida en la Tierra.

Cuando tenemos consciencia, encontramos en la doctrina de la reencarnación una consoladora esperanza. El amor tiene su esplendor en la consciencia cósmica, pues, como Luz divina enciende en el corazón de la criatura, es capaz de transformar todo para el bien, en la sublime e ilimitada expansión de potenciales, generando campos de felicidad y ambientando la fuerza creadora de Dios, que nada mais es que la fe, fuerza poderosa e imbatible en la visión del Espíritu que ya no se mueve por apariencia o juegos de intereses personales.

Reconociendo que todo esfuerzo evolutivo produce valor agregando notas de efectivo aprendizaje a las aulas, Juan Bautista fue el misionero del arrepentimiento. No obstante, en el respeto al orden universal debemos recordar la enseñanza de Jesús sobre su primo: “Entre los nacidos de mujer no se levantó nadie mayor que Juan Bautista, mas el menor en el Reino de los cielos es mayor que él”. Mateo, 11:11-14.

Juan Bautista fue la voz que clamó en el desierto; trabajador de la primera hora, fue el símbolo rudo de la verdad que arranca las más fuertes raíces del mundo, para que el Reino de Dios prevalezca en los corazones. Expresó la austera disciplina que antecede a la espontaneidad del amor y la lucha para que se deshagan las sombras del camino. Juan fue el primer signo del cristiano activo, en guerra con las propias imperfecciones de su mundo interior, a fin de establecer en sí mismo el santuario de su realización con el Cristo. Por esa razón es que dice Jesús sobre Juan: “de los nacidos de mujer, Juan Bautista es el mayor de todos”.

Él cargó con la responsabilidad de abrir para la humanidad la Era Evangélica, volviéndose el símbolo del cristiano que se sacrificó por la verdad, y su conciencia enmarcó la diferencia evolutiva entre él y Jesús. Nos compete resaltar que, en las expresiones rudas de su vida, él recibía la confesión de los pecadores, sumergiéndolos, símbolicamente, en el río Jordán, mientras Jesús – el Pan que descendió de los Cielos, la Luz del Mundo, el Camino, la Verdad y la Vida – actuaba por amor y misericordia, proponiendo al hombre nuevo – la renovación.

Lavemos el Espíritu de los errores, pues también partimos para la reencarnación con el propósito de purificarnos, o sea, mudar pensamientos y conceptos para el bien. Nos disponemos a adoptar propósitos dignos de arrepentimiento, partiremos para una nueva vida como Espíritu que, aun en el plano espiritual, se entrega confiante y esperanzado a la nueva tarea en el terreno reencarnatorio.

Arrepentirse es caminar para el cielo. Aprendemos con Jesús que Dios se hace presente en todos los rincones del Universo, especialmente en el interior de cada uno. Es la religión verdadera, en que el bien se hace a toda hora y en cualquier circunstancia y sin tiempo determinado. Juan preparaba el camino para que Jesús pudiese darnos la llave del Reino de los Cielos y enseñarnos a trilla para el alcance de la armonía personal estableciendo ese reino en los corazones.

El evangelista Juan, en el capítulo 3, versículo 30, aclara: “Es necesario que él crezca y yo disminuya”. Precisamos dejar que el Maestro crezca en nosotros, mas, para tanto, necesitamos disminuir, o sea, hacer el ajustamiento de la personalidad a los patrones del amor en trabajo, cooperación y simplicidad, pues el tierno Rabi es el libertador de nuestras vidas cuando nos disponemos a la vivencia espontánea para el bien de todos.

Juan nos ofrece sustanciosas reflexiones doctrinarias hoy encontradas en el Espiritismo. El Evangelio es espontaneidad cuando el sacrificio personal ya no se caracteriza por opresión o coacción. El “Venid a mí”, o “Tened buen ánimo” del Cristo son apelos amorosos, balsamizantes, a predisponer a los seres oriundos de rudos aprendizajes evolutivos a los estados más altos y coherentes de la vida íntima.

Volviendo a Mateo en el capítulo 3, versículo 11, asimilamos que el sumergir en el Espírito representa la sintonía que tenemos con las fajas depuradoras que nos gobiernan, en que permanecen los Benefactores redimidos de nuestra comunidad terrestre. El fuego, al contrario de las malas impresiones humanas, es la fuerza moral que arde e ilumina por emanación de la conciencia pacificada y al servicio de Dios. Capaz de transformar a todo y a todos, promoviendo conforme podemos observar en la historia del Cristianismo, en que los convertidos se volvían, voluntariamente, antorchas vivas, consumiéndose en amor, renuncia, fe y humildad para clarificar y renovar los patrones estrechos del mundo.

Aun hoy, matriculados en la escuela del aprendizaje espiritual, estamos diariamente siendo convocados al reexamen de la importancia reencarnatoria, confesando ante a nosotros mismos los errores cometidos, alimentando el firme propósito de superarlos.  Es preciso que accionemos el arrepentimiento, reparando los errores para no quedarnos apenas con los sentimientos, mas trabajar, pues cada uno recibirá según sus obras.

Delante de las propuestas que nos abren en el plano de la conciencia en derivación de un pasado culpable, el Espíritu cuando es empeñado en arrepentimiento sincero, inducido al esfuerzo renovador, auxiliará definitivamente en los desequilibrios del alma. Por tanto, volviéndonos para los intereses espirituales, por la valorización del prójimo y cambios de tendencias en el empeño de mejoría íntima, nos vamos ajustando a la verdadera ruta de liberación, caracterizada en Aquel que es el Camino, la Verdad y la Vida.


Bibliografia
:

ABREU, Onofre Honório – coordenação – Luz Imperecível – 10ª edição – Editora União Espírita Mineira – Belo Horizonte/MG – lições 3,6, 8 e 11 – 2015.

KARDEC, Allan – O Livro dos Espíritos – 16ª edição – Editora FEESP – São Paulo/SP – questões 168 e 171 – 2015.

XAVIER, Cândido, Francisco – O Consolador – ditado pelo Espírito Emmanuel - 29ª edição – Editora FEB – Brasília/DF – pergunta 254 – 2013.

 

Traducción:
Isabel Porras
isabelporras1@gmail.com

 
 

     
     

O Consolador
 Revista Semanal de Divulgação Espírita