Espiritismo para
los niños

por Marcela Prada

 

Tema: Obediencia a Dios


La oveja descarriada


Había un pastor que cuidaba de muchas ovejas y las amaba mucho. Conocía perfectamente a cada una de ellas. Era un pastor muy bueno, que le daba a las ovejas todo lo que necesitaban y las protegía del mal.

Todos los días, el pastor llevaba a sus ovejas a pasear. Andaban en grupo y él iba junto a ellas, atento a todo lo que pasaba. Había lobos en la región, pero el pastor era grande y fuerte. Los lobos respetaban su presencia y no se atrevían a acercarse.

Cuando una oveja distraída se alejaba del grupo, el cuidadoso pastor la llamaba para que vuelva, levantando su cayado y guiándola hacia el rebaño nuevamente. Así, los paseos eran siempre tranquilos.

Pero una oveja comenzó a pensar que no necesitaba vivir así, siempre obedeciendo y haciendo lo mismo todos los días. Comenzó a querer experimentar otros caminos y a pensar que los lobos no eran tan peligrosos.

Un día, esa oveja cedió a esos pensamientos y se descarrió del rebaño. El pastor, cuando vio que se distanciaba, la llamó y apuntó con su cayado el camino que debía seguir. Pero la oveja se desvió y continuó distanciándose. El pastor se dio cuenta, entonces, que no había sido un descuido sino una decisión que la oveja había tomado.

Las otras ovejas pensaron que el pastor iría a traerla de regreso a cualquier precio, pues sabían del amor que él tenía por ellas y que quería mantenerlas protegidas. Pero él no hizo eso. El pastor sabía que, si traía a su oveja a la fuerza, la situación se volvería peor, pues ella intentaría alejarse nuevamente en otras oportunidades hasta que consiguiera tener la experiencia que estaba buscando.

El pastor la dejó ir, aunque sintiéndose muy triste.

Al final del día, las ovejas fueron conducidas al redil para que descansaran seguras y cómodas. Pero la oveja descarriada todavía no había vuelto. Ella estaba con frío y con miedo de la oscuridad, no conocía el lugar donde estaba y ni siquiera sabía cómo volver.

De repente, la oveja vio a un lobo, que también la había visto.

La oveja, con cautela, intentó acercarse y conversar con él, pero pronto se dio cuenta de que eso no sería posible. Aprendió en pocos segundos que los lobos eran peligrosísimos, sí. Sintió un miedo enorme e, incluso pensando que sería imposible salvarse, se dio vuelta por instinto y comenzó a correr, gritando por la ayuda de su pastor.

El pastor estaba por allí cerca, acompañando a su oveja amada sin que lo supiera. Así que cuando ella quiso volver y lo llamó, arrepentida, el pastor abrió los brazos y levantó su cayado muy alto. El lobo ya había comenzado a correr para atrapar a la oveja, pero se detuvo apenas vio al pastor. Bajó la cabeza, intimidado, y se escondió en la oscuridad.

El pastor, entonces, fue al encuentro de su oveja. Notando que estaba exhausta, congelada y asustada, la cogió en su regazo con inmenso cariño y con mucha alegría la llevó de vuelta a casa.

Al otro día, la oveja ya estaba recuperada. Se sentía feliz y agradecida. Salió al paseo junto a las otras ovejas y nunca más se alejó de su pastor.


 

Traducción:
Carmen Morante
carmen.morante9512@gmail.com


 


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