Espiritismo para
los niños

por Marcela Prada

 

Tema: Bondad


El príncipe escogido


Érase una vez una linda princesa. Además de bonita, era delicada y gentil. Ya era una joven y tenía ganas de casarse y tener hijos, y así formar su familia.

Su padre, el rey, la amaba mucho y deseaba que se casara con alguien que la hiciera muy feliz. Por eso, envió un mensajero a todos los reinos cercanos y distantes, informando que concedería la mano de su hija en matrimonio a aquel que trajera el mejor regalo para ella.

En la fecha marcada, tres príncipes aparecieron en el castillo.

El rey ordenó que fueran muy bien recibidos y hospedados en el castillo.

Al día siguiente, el rey mandó llamar al primer príncipe. El joven se presentó con ropas caras, elogió los objetos preciosos del palacio y mostró confiado el enorme baúl lleno de joyas y monedas de oro que traía para ofrecer a la princesa.

En seguida, fue el turno del segundo príncipe. Vestía traje de gala, como si fuera a una fiesta. Hablaba alto, con elocuencia. Elogió la decoración del castillo y mostró el regalo que había escogido para la princesa, un enorme baúl con muchos vestidos, tiaras y zapatos bonitos.

Por último, fue llamado el tercer príncipe, que se presentó con ropa elegante, pero no extravagante. Saludó al rey y la princesa y conversó con ellos con simpatía. Elogió a la princesa, diciendo que sus virtudes eran comentadas en todos los reinos, pero que ella era aún más bonita y amable en persona.

Al rey y la princesa les agradó mucho, pero, cuando el rey preguntó por el regalo para la princesa, el joven respondió:

- Su Majestad, lamentablemente no tengo nada ahora conmigo para ofrecer a la gentil princesa.

El rey, pensando que había desatendido a su hija, preguntó contrariado:

- ¿Y por qué no tienes nada para ofrecer a mi hija? ¿Piensas que mereces casarte con ella, con este desprecio?

El príncipe, entonces, respondió:

“Noble soberano, permítame explicar lo ocurrido. Pensé mucho sobre lo que debería traer para presentar a su hija. Conociendo las riquezas de su reino, no juzgué cuánto más oro u objetos preciosos fueran necesarios aquí. Al oír hablar del buen gusto y de la elegancia de la princesa, consideré prescindible ofrecerle objetos de uso personal.

Pensé en la expectativa que la princesa debe estar viviendo, imaginando dónde va a vivir después de casada y cómo debe ser el reino de su futuro esposo. Por eso, decidí traer un baúl repleto de las frutas más sabrosas de mi región, así como panes, quesos y dulces deliciosos, característicos de nuestra gastronomía local. Además, traje también algunos encajes y tejidos bordados a mano por nuestras tejedoras, como forma de mostrar a la princesa lo que ella encontraría en caso nos casáramos.

Sin embargo, en mi viaje hasta aquí, yo y mi comitiva encontramos en varios puntos del camino personas muy necesitadas, andrajosos hambrientos, familias con niños desnutridos y con frío, personas débiles, enfermas. Todo tipo de necesitados. Y el único recurso con el cual pude aliviar un poco de sus padecimientos fue darles los alimentos y tejidos contenidos en el baúl.

Ya envié, incluso antes del final del viaje, a algunos de mis sirvientes a buscar en mi reino los mismos mimos que traía para presentar a la noble princesa. Les recomendé que también trajeran suficientes suministros para ayudar a los desafortunados del camino sin tener que quitar contenido del baúl. Pienso que mañana deben llegar y, entonces, podré tener el honor de entregar mi humilde ofrenda a la princesa”.

Terminada la entrevista, el príncipe se retiró y el rey preguntó a la princesa:

- Y entonces, hija mía, ¿te gustó alguno de ellos?

- ¡Sí papá! ¡El tercer príncipe! Él se preocupó por mi bienestar, fue gentil y mostró tener buen corazón ayudando a los necesitados.

- Qué bueno, hija, a mí también me agradó. Si se preocupa más por las necesidades de los demás que por las apariencias, riquezas o regalos, es porque tiene un corazón virtuoso y va a hacerte feliz. Apruebo la unión de ustedes, si ese es tu deseo.

Después de algunos meses de noviazgo, la linda princesa y el príncipe se casaron. Ellos fueron a vivir al reino del príncipe, pero iban con frecuencia a visitar al rey para que él y la princesa no sintiera nostalgia uno del otro. Cuando el príncipe se volvió rey, gobernó su reino con mucha generosidad.

El príncipe escogido por la princesa no fue el más codicioso ni el más vanidoso, pero sí el de buen corazón. Y los dos fueron muy felices.


 

Traducción:
Carmen Morante
carmen.morante9512@gmail.com


 


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