Espiritismo para
los niños

por Marcela Prada

 

Tema: Sembrar y cosechar


No quiero ir al infierno


 

Rodrigo era un niño muy travieso. Le gustaba el alboroto, no respetaba a nadie. Se peleaba por cualquier motivo. Sus compañeros incluso evitaban estar cerca de él, porque era fácil meterse en problemas.

Un día, Rodrigo se burló de Marina, una niña de su clase. Ella

quedó tan enojada, que gritó:

- ¡Rodrigo, maleducado! Eres una pésima persona, ¿sabías? ¡Cuando mueras, de seguro vas a ir directo al infierno!

El niño, burlándose, se rio sin darle importancia.

Pero las palabras de Marina se quedaron en su cabeza. En el fondo, sabía que no tenía un buen comportamiento.

Ese pensamiento de ir al infierno fue creciendo dentro de Rodrigo y lo incomodaba tanto que empezó a sentir miedo. Comenzó a dormir mal, a tener pesadillas y a levantarse en la noche, asustado. Tenía miedo de morir, porque pensaba que lo que lo esperaba no sería bueno.

Su mamá notó la situación de su hijo y lo llamó para conversar.

Rodrigo terminó contándole lo que había pasado y dijo llorando:

- ¡No quiero ir al infierno, mamá!

La mamá, entonces, abrazó a su hijo y con cariño le explicó:

- No estés así, querido. Te voy a contar una cosa: no vas a ir al infierno. ¿Sabes por qué? ¡Porque el infierno no existe!

- ¿Estás segura, mamá? Todo el mundo ha escuchado hablar del infierno – dijo Rodrigo, todavía inseguro.

- Hijo, es que algunas religiones tienen la creencia de que seremos juzgados después de esta vida: si fuimos malos, seremos condenados e iremos al infierno, o tendremos la salvación eterna e iremos al cielo si fuimos buenos. Pero, en el entendimiento de nuestra religión espírita, no es así. Es porque nosotros creemos que tenemos muchas vidas aquí en la Tierra, a través de las reencarnaciones. ¿Cómo podríamos tener una sentencia de duración eterna, si después vamos a nacer de nuevo?

La mamá de Rodrigo le contó también la Parábola de la Oveja Perdida, enseñada por Jesús, en la cual una oveja se perdía del rebaño y el pastor la buscó hasta encontrarla y traerla de vuelta.

- Jesús dijo: “ninguna oveja del rebaño que mi Padre me confió se perderá”. Con la ayuda de Jesús, todos nosotros encontraremos la paz y la felicidad un día, hijo. Eso es el paraíso para nosotros y todos vamos a alcanzarlo un día.

- ¡Qué bueno, mamá! ¡Qué alivio! – y, cambiando de triste a enojado, Rodrigo continuó: - ¡Esa niña me las va a pagar! ¡Aprenderá a no asustar a los demás!

- No hables así, Rodrigo – reprendió la mamá. – Aunque no exista un lugar de castigos eternos después de la muerte, todavía existe sufrimiento para aquellos que actúen mal. El infierno es el estado de perturbación en que las personas quedan, cuando, por nuestro libre albedrío, tomamos decisiones contrarias a las leyes de Dios. Si plantas espinas, te lastimas y sufres cuando vas a cosecharlas. Mientras elijas hacer cosas que sabes que no son correctas, lo que obtendrás de la vida también serán cosas malas. ¡Piensa en eso, hijo!

Después de la conversación con su mamá, Rodrigo se dio cuenta de la responsabilidad que tenía sobre sus actitudes y lo que estaba atrayendo hacia sí mismo.

Al día siguiente, Rodrigo fue al colegio. Estaba acostumbrado a tener mala conducta, pero estaba dispuesto a cambiar y poco a poco se fue transformando. Cuando encontró a Marina, apenas le sonrió y le dijo “hola”.

Demoró un tiempo, pero Rodrigo aprendió a respetar a las personas. En vez de ser temido y mal visto por todos, logró hacer algunos amigos y pasó a ser querido por muchas personas.

Su mamá quedó muy feliz al verlo mejorando. ¿Y saben quién estaba más feliz? ¡El mismo Rodrigo!


 

Traducción:
Carmen Morante
carmen.morante9512@gmail.com


 


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