Especial

por Cláudio Bueno da Silva

Acción del bien sobre el último despropósito de las sombras

Un rápido análisis de la historia humana muestra claramente que la Tierra siempre fue palco de beligerancia. Heterogéneos en cuanto al adelantamiento, imperfectos en su mayoría, los hombres protagonizan, sin plena conciencia de eso, una larga lucha para imponer unos sobre los otros su voluntad y su dominio, normalmente por la fuerza. Hay aquellos para quien la vida solo tiene sentido si todos andarán para el frente. Hay no obstante, los que promueven atentados al progreso, que luchan para mantener supremacia y control de  sus “feudos”. A pesar de eso, han habido periodos de natural avance y la humanidad camina, si no en la velocidad deseable, al menos en lo posible.

Osadía sobre la flaqueza

En una especie de libre interpretación de la cuestión 932 de El Libro de los Espíritus, en que se cuestiona el hecho de los malos sobrepujarán a los  buenos, podemos decir que los métodos seguros, más tímidos, de los buenos, se apoyan en la paciencia y en el trabajo del tiempo para avanzar. Ya la estrategia del mal es instintiva, osada, y coge sus resultados sobre la flaqueza de los buenos. Por ser silencioso y discreto, el trabajo del bien es poco notado. Su “adversario”, todavía, tienen en el escándalo su mayor fuerza. El grado de dificultad obstaculiza la expansión del bien. El mal gana terreno fácil con los vicios morales. La historia universal registra episodios de uno y de otro en la trayectoria del hombre sobre la Tierra.

Inteligencia al servicio del bien y del mal

Eventos extraordinarios, en algunos momentos, hicieron pensar que la humanidad breve alcanzaría la madurez civilizadora. En contrapartida, la condición perversa del hombre jamás dejó de actuar, y materializa tragedias inhumanas que averguenzan su pasado y también su presente. El bien es capaz de producir fenómenos increibles para la más alta inteligencia. Más el buen sentido dice que no se debe menospreciar la capacidad del mal, que sabe utilizar esa misma inteligencia en favor de sus intereses.

El origen del bien y del mal se confunde con el inicio del proceso de autonomía del ser a través del uso del libre-albedrío. Bien y mal nacen de la acción moral del hombre. O sea, sus acciones serán buenas o malas, en la medida en que estuvieran o no en conformidad con las leyes de Dios, según la conceptuación espírita. Se concluye que Dios no creó el mal, el surge de las elecciones del Espíritu.

En el plano individual, el espíritu protagoniza buenas y malas acciones. Pero, en función de las preferencias continuadas, va elaborando en sí un revés que lo hace inclinar más para un lado que para el otro. La ley de afinidad y el instinto gregario lo hacen asociarse a grupos de convivencia, en que predominan valores del bien o del mal.

En la caminata inmadura de evolución del individuo, errores y aciertos se mezclan, más “El bien es siempre bien y el mal siempre mal, cualquiera que sea la posición del hombre; la diferencia está en el grado de responsabilidad”, dice la pregunta 636 de El Libro de los Espíritus. Bien y mal precisan ser conocidos para que el Espíritu adquiera la experiencia y comprenda las consecuencias de uno y de otro (pregunta 634, del mismo libro).

La sofisticación de las estrategias

El bien procura expandir sus acciones constructivas, perfeccionando métodos de actuación para obtener eficacia, lo que es muy natural. Por su lado, los agentes del mal encuentran justificaciones y medios para alcanzar sus objetivos. El mal en sí no evoluciona. Sus elementos para enredar son siempre los mismos – egoísmo, ambición, intriga, odio, corrupción. Sabe aprovechar las oportunidades que los hombres inconsecuentes le ofrecen, sea en lo menudo del día a día, sea en el fomento de crisis amplias y periódicas. Han sido así a través de los siglos. Sin embargo, las estrategias de disimulación para engañar y dominar se ha sofisticado mucho.  La explosión tecnológica y la globalización de todo, si por un lado traen beneficios, por otro ha facilitado la actuación de los materialistas antiéticos, tal vez hasta más de lo que las corrientes preocupadas con el bien esten del ser humano y del planeta. La aplicación de la psicología de masas volcada para determinados fines se desenvuelve mucho en la segunda mitad del siglo 20 y, asociada a las nuevas tecnologías, han servido a causas no siempre nobles.

Hombres sin rostro 

Sabemos que hay en el mundo hombres ambiciosos e insaciables que, solos, en grupos u organizaciones, actúan para usufructuar de ventajas exclusivas, y que buscan mantener hegemonia sobre los bienes de la tierra (en el concepto espírita), en detrimento de todo lo que no les interesa. Ellos siempre existirán en todas partes. Hoy, en el mundo globalizado, como si no tuviesen rostro, forman parte de un sistema, que Allan Kardec llamó en el libro La Génesis, en 1868, de “coyuntura”: “Son aquellos – dice Kardec – cuyos intereses materiales están ligados a la actual coyuntura y que no están adelantados lo suficiente para de ellos abrir mano, pues el bien general importa menos que su bien personal – quedan aprehensivos al menor movimiento reformador. La verdad es para ellos una cuestión secundaria, o, mejor dicho, la verdad para ciertas personas está enteramente en aquello que no les causa ningún transtorno” (¹).

Sus decisiones tácitas repercuten en todo el planeta. Fríos e impiedosos, tienen a su servicio innumerables personas y núcleos por el mundo que, consciente o inconscientemente, piensan y obran con los mismos propósitos, muy pragmáticos y totalmente desapegados de la ética. Son individualistas voraces y usurpadores. Según ellos, hay siempre una buena causa por detrás de sus acciones. Más acaban hiriendo hondo las estructuras institucionales y los más sagrados derechos y valores de la humanidad, en nombre de mucho dinero y poder.

Los hombres de aquí asociados a los “hombres de allá”

Los que “comandan”, tanto como los “comandados”, no están solos. Escepticos, no perciben una falange de seres invisibles que los acompañan, complices en la destrucción de vidas y sueños. Encarnados y desencarnados se aproximan por la afinidad y se comunican entre sí. Una simbiosis los alimenta. Obrando en esencia con las mismas motivaciones, eligen sus áreas de actuación y se inmiscuyen en la política, religión, ciencia, educación, arte, moda, deporte, entretenimiento, haciendo al mundo creer en símbolos, imágenes, colores, palabras, slogans, sofismas, metódicamente estudiados y escogidos para atontar, eludir y dominar las mentes, manteniéndolas “trabajando” en la perpetuación de sus privilegios, placeres y preconceptos.

Los Espíritus Superiores dijeron a Allan Kardec que la influencia de los Espíritus sobre los pensamientos y acciones de los hombres es tan grande, que muy frecuentemente son ellos que los dirigen (pregunta 459, El Libro de los Espíritus), aunque eso no exima unos y otros de responsabilidad sobre sus propios actos. Lo que de bien resultara de esa influencia constituirá mérito y progreso para los Espíritus, así como las consecuencias de las malas relaciones pesarán en la conciencia de los envueltos.

Las envestidas cíclicas

El propósito de este texto es reflexionar un poco sobre el problema ya entrevisto por Kardec en 1868, bastante agravado actualmente, derivado de las condiciones de miserabilidad moral de la humanidad, y que persistirá hasta que sus causas sean desaparecer por el proceso de regeneración a que ella está sujeta. Infelizmente, las crueles envestidas de las tinieblas parecen ser cíclicas en la historia humana. La última de ellas fue en el periodo de las dos grandes guerras (1914-18 y 1939-45). Cuando se conocen los bastidores de esos conflictos y las ideas que se propagaron en el medio de algunos pueblos, se ve que el plan de sus idealizadores era verdaderamente atentar contra el mundo. Por poco, el eje nazifascista de la segunda guerra no concretó su locura. Más, delante de tanta osadía de las fuerzas oscuras de la humanidad, vimos la voluntad de Dios prevalecer. A partir de ahí, el mundo se desenvolvió con rapidez y pasó a preocuparse con nuevos valores humanitarios que, de algunas décadas para acá más intensamente, vuelven a correr serios riesgos.

El enfrentamiento de ideas

Los cambios tocan a la puerta, los tiempos son llegados. Allan Kardec dice: “el pasado no satisface más a las nuevas aspiraciones y necesidades” de la humanidad; “hay una inevitable lucha entre las ideas”; “Nosotros presenciamos esa transformación, el conflicto que resulta de la lucha de las ideas contrarias que procuran implantarse; unas marchan con bandera del pasado, otras, con la del futuro”; “Hay, entre tanto, los que son esencialmente refractarios a esas ideas (nuevas), incluso entre los más inteligentes” (...). (²)

Las ideas nuevas llevan al hombre en la dirección de la libertad, igualdad y fraternidad. La reacción contra ellas pretende mantener el mundo injusto, dividido y cruel. El momento es de decisión y elección, que acabarán influyendo sobre el futuro de todos.

Claro que debemos reportarnos a Dios, pues solo Él podrá, con su misericordia, encaminar soluciones de tal magnitud. Más es justo pensar que conociendo los problemas, podamos, por lo menos en el ámbito individual tomar medidas de precaución, de cambios, de corrección de rumbo en nuestras vidas. 

El saneamiento espiritual en curso 

Miramos a nuestra vuelta, vemos personas, niños, animales, la naturaleza, soreímos en medio de tantas cosas bonitas que vivimos, y no conseguimos creer que el hombre tenga ese lado tan malo. Aun, la historia, los hechos, muestran la realidad. La doctrina espírita explica, con todo, que depende del propio hombre transformar en luz su lado oscuro, que nada más es que imperfección en estado bruto.

La conciencia crítica de individuos y grupos sobre su responsabilidad en la construcción del mundo que se quiere, hará presiones cada vez mayores a ese sistema materialista e incrédulo que causa tanto mal. Es preciso se contraponga a el con el conocimiento y las informaciones que alerten a las personas sobre el sentido de la vida y el significado espiritual de vivir en el mundo.

Si las poblaciones sufren la influencia de ese dominio perverso de los poderosos, gran parte de ellas estarán dispuesta a luchar por la preservación de sus valores naturales si fuera estimulada a eso. Espiritualistas de todo el mundo afirman que la humanidad inicia una nueva etapa de su educación. El Espiritismo anuncia que está en curso un saneamiento espiritual en el planeta, que consiste en la no permanencia en la Tierra de los espíritus deliberadamente dedicados al mal. Es un proceso relativamente lento, más continuo, al punto de permitir aquí apenas la reencarnación de espíritus interesados en progresar en regimen de solidariedad.

Las estructuras del mal comienzan a estremecer

Es importante notar que esa fase del proyecto referente a los destinos de la humanidad, aplicado por Jesús de Nazarét y las altas esferas de la espiritualidad, coincide con la percepción que se tiene actualmente de que las estructuras que mantienen de pie el edificio del egoísmo y de la ambición en la Tierra comienzan a estremecer. Los señores “de las reglas y normas” globales que imponen miseria y dolencia, ignorancia y odio, violencia y miedo, que perjudican poblaciones enteras, no están tan tranquilos así. Regímenes, sistemas, métodos, comienzan a ser desacreditados. Se comienza a pensar en un nuevo orden global en que las necesidades humanas sufran intromisión no solo de las normas políticas y económicas, más de todos los elementos que componen la vida integral del hombre en la Tierra: lo social, cultural, moral y espiritual.

El recrudecimiento de toda especie de males, la exacerbación de lo que hay de peor en el hombre, indican que las fuerzas del mal agonizan, reaccionan y posiblemente intentan jugar su último despropósito para manuntención del desorden en el mundo. Por otro lado, los movimientos de resistencia del bien señalizan que las simientes de amor plantadas a lo largo del tiempo por los que siempre creerán en Dios, ya se desenvuelven y no lejos comenzarán a dar frutos. 

El mal se cansa, el bien se fortalece

Escritos antiguos, tradiciones y profecías seculares afirman que esa “batalla” tendrá un fin. Al final, el mal se cansa, se agota, se diluye con los siglos y los dolores, al contrario del bien, que solo se renueva, se amplia, se fortalece y envuelve todo en luz. Hombres de pensamiento y buen carácter, comprometidos con la reorganización de la humanidad en bases de amor, también confían en la victoria del bien. En verdad, cuanto más vivimos, cuanto más avanzamos en sabiduría, más conocemos a Dios. Más y más comprendemos que la obra magnífica que Él instaura perpetuamente en el universo solo puede irradiar claridad, pureza, paz infinita. Siendo así, las tinieblas precisarán desistir de su lucha sin gloria que, desde el inicio, estuvo predestinada al fracaso. Sus agentes deberán retirarse de la Tierra y un día, sabe Dios donde, ellos mismos se transformarán en luz, pues luz y sombra son partes del mismo principio.

Más aun no serán esos cambios suficientes, a no ser para estabilizar y calmar los medios terrestres. La revolución moral del conocimiento espírita es que, cambiando el hombre a través de las reencarnaciones, cambiará el mundo.

 

Bibliografia: 

(¹) Allan Kardec, A Gênese, capítulo XVIII, item 24, FEAL, 2018, (itálico do original).

(²) Allan Kardec, A Gênese, capítulo XVIII, itens 11, 8, 30, 24, FEAL, 2018.   

Allan Kardec, O que é o Espiritismo, capítulo III, item 129, 130 e 131, FEB.

Allan Kardec, O Livro dos Espíritos, livro terceiro, capítulo I, O bem e o mal, LAKE.

Allan Kardec, A Gênese, capítulo III, O bem e o mal, FEAL, 2018.

Sugestión de lectura: Hermínio C. Miranda, El médium del Anticristo, artículo en Reformador (FEB), marzo/abril de 1976. Artículo publicado también en Las dos fases de la vida, Editora Lachâtre, 2005.

 

Traducción:
Isabel Porras
isabelporras1@gmail.com

 
 

     
     

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 Revista Semanal de Divulgação Espírita