Espiritismo para
los niños

por Marcela Prada

 

Tema: Error, reparación, libre albedrío


La pared pintada


Claudio entró a su casa con la cabeza baja. Fue directo a su cuarto y cerró la puerta. Él y otros niños habían pintado la pared de la casa del Sr. Ernesto, que vivía en la otra cuadra, y ahora estaba arrepentido por lo que había hecho.

La pared había sido pintada recientemente, pero ellos lo dejaron lleno de rasguños y manchas.

Claudio sabía lo que estaba bien y lo que estaba mal. Y ensuciar la pared del vecino con pintura estaba definitivamente mal.

Sin embargo, para sus amigos eso les pareció una gran aventura, y estaban emocionados. Cuando Claudio amenazó con dejar la idea, lo llamaron cobarde y dijeron que el Sr. Ernesto era un viejo gruñón que merecía una casa fea. Para no contrariar a sus amigos, Claudio terminó participando en el grafiti, pero ahora se sentía mal por eso.

Echado en su cama, varios pensamientos vinieron a su mente.

“Y ahora, ¿qué hago? Si le cuento a mamá y a papá, ¡se van a molestar conmigo! Tal vez sea mejor ir a pedirle disculpas al Sr. Ernesto y explicar que yo no quería hacer eso, que fue idea de Toño. Tal vez se moleste solo con Toño, pero entonces Toño se va a molestar conmigo. No tendré el valor de decírselo a nadie. ¿Y si alguien me descubre? ¿Me arrestarán?”

Claudio se fue a dormir tarde, atormentado por el remordimiento y por malos pensamientos. Al día siguiente, apenas apareció en la sala, sus padres lo llamaron para conversar.

Le explicaron que el Sr. Ernesto había estado ahí más temprano. Él les mostró una imagen que su vecino de enfrente había hecho con su celular, en la cual Claudio aparecía con otros niños pintando la pared.

Claudio se quedó pálido. No dijo nada y comenzó a llorar.

Cuando pudo hablar, explicó a sus padres todo lo que había pasado y cómo se sentía. Su mamá lo consoló:

- Qué bueno que estés arrepentido, hijo. Es importante reconocer nuestros errores cuando actuamos mal.

- Algunas veces – dijo el papá – acabamos haciendo cosas de las que no nos enorgullecemos, porque todavía somos imperfectos y estamos aprendiendo a vivir conforme a las leyes de Dios.

Al oír esas palabras, Claudio sonrió aliviado. Parecía que le habían quitado un peso enorme de su espalda. Pensó que sus padres estaban siendo muy comprensivos:

- ¡Vaya, gracias! ¡Miren, pueden estar tranquilos que nunca más voy a hacer eso, lo prometo!

Y, pensando que el asunto estaba cerrado, Claudio se dio la vuelta y se fue, cuando su mamá le dijo:

- Espera un poco, hijo. Aún no terminamos. Arrepentirse es solo el primer paso, ahora tienes que hacer la reparación de tu error.

- Eso mismo – continuó el papá – y por eso que vas a ir a la casa del Sr. Ernesto ahora mismo a pedir disculpas. Y vas a usar tu dinero para comprar pintura nueva y pintar la pared durante el fin de semana.

- ¿Qué? ¿Por qué solo yo? – se quejó Claudio. – El culpable fue Toño, él es quien debería hacer todo eso.

- No podemos culpar a los otros por tu error. Ellos son responsables de sus propias acciones. Tú eres responsable de tus actos y tus elecciones. Puedes hablar con Toño y los otros si quieres, pero la consecuencia de tu actitud es tu responsabilidad – explicó la mamá.

Claudio no tuvo cómo discutir, y acabó haciendo lo que le recomendaron sus padres. Se sintió muy avergonzado a la hora de pedir disculpas al Sr. Ernesto. Y quedó muy decepcionado con Toño, que no quiso ayudar ni comprando la pintura ni pintando.

Pero Claudio se hizo más amigo de Robinho, que también se sentía como él y lo ayudó en todo. Los dos quedaron muy cansados por pintar el muro el sábado y además retocar la pintura el domingo.

Pero valió la pena, porque, al final, todo quedó bien. El Sr. Ernesto incluso pasó a sentir simpatía por Claudio y le decía jugando cuando lo veía:

- Claudio, si quieres pintar mi pared de nuevo, te dejo, ¿está bien?

Claudio a veces sentía vergüenza al recordar que había pintarrajeado la pared. Pero no tanto, porque después se acordaba del resto de la historia y sabía que, si estaba equivocado al comienzo, había hecho lo correcto al final.


 

Traducción:
Carmen Morante
carmen.morante9512@gmail.com


 


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