Espiritismo para
los niños

por Marcela Prada

 

Tema: Bondad


La perrita Cindi


En una pequeña ciudad vivía una perrita callejera. No tenía casa y, por eso, andaba por las calles buscando comida. Era muy dócil y retribuía, moviendo la colita, los pocos mimos que recibía de vez en cuando.

En la misma ciudad vivía el Señor José. Un día, la perrita pasó frente a su tienda y se detuvo delante de la puerta. El Señor José, notando su cuerpo delgado y su mirada triste, tuvo pena y juntó un poco de comida para darle.

Después de comer todo, ella agradeció al Señor José moviendo la colita con satisfacción, y continuó su caminata.

Al día siguiente, la perrita apareció nuevamente en la puerta del Señor José. Y una vez más, él le trajo un poco de comida.

- Aquí, pequeña. Traje agua para ti también – dijo él, ofreciéndole un tazón con agua fresca.

El Señor José decidió adoptar a la perrita. La llamó Cindi, y los dos se volvieron los mejores compañeros. Cindi se quedaba con el Señor José mientras él trabajaba en la tienda, y después de que él cerraba las puertas los dos iban juntos a casa.

Una mañana, después de caminar con Cindi hasta la tienda, el Señor José se sintió mal, débil y mareado. Buscó apoyarse, pero se desmayó y cayó en el piso, detrás del mostrador.

Cindi se asustó. Le lamió la mano, intentando despertarlo, pero no sirvió.

La tienda estaba abierta, pero sin clientes. No había nadie cerca que pudiera ayudar. Cindi corrió por la vereda y se puso a ladrar muy alto. Un hombre que pasaba por ahí notó el comportamiento extraño de la perrita. Ella, al darse cuenta de que había llamado la atención del hombre, corrió hacia el interior de la tienda y continuó ladrando.

El hombre se detuvo delante de la entrada sin entender lo que pasaba con el animalito que iba y venía desde atrás del mostrador, aún ladrando mucho. El hombre entró en la tienda y fue hacia el mostrador, curioso por descubrir lo que perturbaba a la perrita. Fue entonces que vio al Señor José echado en el piso.

Rápidamente, el hombre llamó a una ambulancia y le dio la asistencia que podía. Pronto la ayuda llegó y el Señor José fue atendido. El Señor José despertó y, mientras se recuperaba, el hombre le informó cómo Cindi había pedido ayuda.

La perrita se quedó al lado del Señor José todo el tiempo. Él extendió su mano hacia ella y, acariciando la cabeza de Cindi, dijo:

- Gracias, Cindi. Pensé que tú eras quien siempre necesitarías mi ayuda.

Cindi no comprendió las palabras del Señor José, pero sintió su cariño y movió la cola, como siempre hacía.

El Señor José, después de eso, tuvo que hacerse algunos exámenes. Pero él y Cindi vivieron bien, juntos y felices, por muchos años.
 

Traducción:
Carmen Morante
carmen.morante9512@gmail.com


 


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