Espiritismo para
los niños

por Marcela Prada

 

Tema: Alegría


El Sapo y el Jaguar


Ya estaba oscureciendo y el sapo Tenorio, como acostumbraba a hacer por las noches, cogió su violín, se sentó en el pasto cerca del lago y empezó a cantar. Tenorio no era un sapo grande, ni bonito. Pero a todos les agradaba. Siempre sonriendo, tenía una alegría contagiosa. Optimista, de buen humor y simpático, Tenorio era capaz de mejorar cualquier conversación, elevando el ánimo de quien conversara con él.

En poco tiempo, otros sapos fueron llegando. Algunos cantaban junto a Tenorio y otros se acercaban solo para escuchar. Las canciones más animadas hacían a los sapos saltar, danzar y divertirse mucho.

Gracias a Tenorio, los sapos del lago empezaron a ser más unidos y felices. Se reunían cuando él tocaba y pasaban buenos momentos juntos, volviéndose amigos al poco tiempo.

La alegría de los sapos atraía inclusive a otros animales – como los patos, tortugas y conejos.

La fama de los cantos llegó a oídos del jaguar, el animal más temido de los alrededores. Él era muy poderoso y bravo. Y también muy infeliz, pues donde llegara todos corrían de él o se escondían. Era respetado, pero no tenía amigos.

El jaguar decidió investigar las fiestas de los sapos y descubrir por qué todos eran tan alegres en ellas. Se escondió en un matorral y observó las canciones y las danzas animadas. Reparó en el pequeño sapo Tenorio, que tocaba contento su violín incentivando a los demás a cantar con él.

De repente, el jaguar dio un salto y apareció en medio de todos. Sin decir nada, cogió a Tenorio entre sus dientes y salió corriendo, dejando atrás a los animales confundidos y asustados.

La desesperación fue general. Principalmente para Tenorio, que, en verdad, quedó blanco de tanto miedo.

El jaguar, después de algunos minutos, se detuvo y soltó al sapo, que dijo, casi sin voz:

- ¡Por amor a Dios, don jaguar, no me coma!

- ¡No es necesario hacer drama! No te comería ni aunque tuviera hambre. ¡No te ofendas, pero tienes un sabor muy amargo! – respondió el jaguar, limpiándose la boca con la pata.

- No me ofendo. Por el contrario, ¡estoy feliz de escuchar eso! – dijo el sapo, aliviado. – Pero, entonces, ¿por qué me trajo hasta aquí?

- Soy fuerte, bonito, grande y respetado. A pesar de eso, creo que tú eres mucho más feliz que yo. Tú no tienes nada de más y, aun así, estás siempre alegre. Sapito, quiero tu felicidad, tu alegría de vivir. Y vas a enseñarme cómo conseguirlo. ¡Ahora! – gruñó el jaguar, con cara molesta.

Tenorio tragó en seco. Pensó un poco y dijo:

- Don jaguar, ¡no sé por qué soy así! Pero dudo de que sea porque estoy agradecido por lo que tengo. No soy un animal con muchos atributos, pero esa fue la voluntad de Dios para mí. Todos los días busco estar en sintonía con las leyes de nuestro Creador. Hago lo mejor que puedo para cultivar el bien y la alegría. Con mi violín, que tampoco toco tan bien, paso momentos felices. ¡Y es solo eso! Llevo una buena vida, sin querer ser más que nadie. Pienso que la alegría es consecuencia de todo eso.

- ¿Solo eso? Si lo dices así parece fácil. La mayoría de los animales que conozco está siempre preocupada con su reputación, su imagen… Y se esfuerzan en parecer más felices de lo que son en verdad.

- Pienso que es solo buscar hacer la voluntad de Dios, cumpliendo lo que él programó para nosotros. ¡Y agradecer por todo! – dijo el sapo.

- ¡Está bien! – dijo el jaguar. – Voy a intentar hacer eso, sapo. Puedes irte, si quieres. Disculpa, pero no voy a llevarte de regreso, ¿está bien? Tienes un sabor amargo, ¿sabías?

- ¿Puedo irme? ¡Gracias! – dijo el sapo, aliviado. Puedes dejar que vuelva solo.

Y, despidiéndose, dijo:

- Tengo un sabor amargo, ¿no? ¿Sabías que tu aliento de jaguar no es nada bueno? – Tenorio mostró una sonrisa para que el jaguar se diera cuenta de que estaba bromeando. – Aun así, me gustó conversar contigo. ¡Chau, hasta pronto!

El jaguar también sonrió con la broma amigable del sapo.

Tenorio volvió al lago y fue recibido con gran alegría. En esa noche hicieron la fiesta más grande para conmemorar.

El jaguar intentó seguir la recomendación de su nuevo amigo. Pasó a observar más la vida y todo lo bueno que tenía. Se volvió más tranquilo y, de vez en cuando, hasta aparecía en las fiestas de Tenorio, que lo recibía muy contento.

Tenorio continuó tocando su violín. Con su manera de ser humilde y espontánea, mostraba a todos que la alegría, esa virtud tan deseada, se encuentra en cosas muy simples.


 

Traducción:
Carmen Morante
carmen.morante9512@gmail.com


 


Material de apoio para evangelizadores:

Clique para baixar: Atividades

marcelapradacontato@gmail.com




 

     
     

O Consolador
 Revista Semanal de Divulgação Espírita