Especial

por Rogério Coelho

La noble misión del médium espírita-cristiano

Parte 1

La mediumnidad practicada a la luz del Espiritismo es perenne fuente de bendiciones y armonía

“(...) Antes de ser médium de los fenómenos comunes, no olvide que todo aquel que da de sí mismo la más sencilla colaboración a la obra del bien es instrumento de Jesús, en el perfeccionamiento del mundo”. – Agar1

La mediumnidad permite la comprobación de dos puntos básicos del Espiritismo: La Comunicabilidad de los Espíritus y la Inmortalidad del Alma. En ella está arraigado el aspecto “Consolador” de la Doctrina de los Espíritus, ya que no hay alegría mayor que pueda recibir un corazón ulcerado por el dolor de la separación, que la comprobación de la sobrevivencia, más allá de la tumba, de un ser querido que dejara detrás de sí el vacío incompleto de la presencia física.

Sin recelo de equívoco, podemos afirmar que la mediumnidad es la madre de la Doctrina Espírita; y también podemos concluir de la misma forma, que – hoy en día – la hija (Doctrina Espírita), ya emancipada, debe cuidar con mucho celo de su madre (la mediumnidad).

En unisono con el Maestro de Lyon, aduce Alberto2“(...) la mediumnidad es bendición bajo cualquier aspecto considerada, porque faculta la constatación de la sobrevivencia del Espíritu a la disyunción molecular, lo que es fundamental para un comportamiento compatible con los factores que generan felicidad. Luego, enseña oportunidades valiosas para el ejercicio de la autoiluminación, por las instrucciones de que el médium se haga portador, adoptándolas, de inicio, para sí mismo, antes que para los otros. Por fin, pudiendo ejercer una forma de caridad especial, que es la de auxiliar en el esclarecimiento de aquellos que se demoran en la ignorancia de su realidad después de la desencarnación, granjeando amigos y hermanos excepcionales, que se le incorporan a la afectividad. La mediumnidad, por tanto, ejercida con la lógica aspiración en la Codificación Kardecista, constituye valioso patrimonio para la elevación y la paz. El médium, por eso mismo, es donador transitorio de oportunidades impares para la plenitud, no pudiéndose permitir la liviandad de utilizar ese noble recurso de manera comprometedora, vulgar, insensata...

Joanna de Ângelis3 viene a recordarnos lo siguiente: “(...) con propiedad, aseveró el apóstol Pablo que hay diversidad de dones, mas el espíritu es el mismo (Cor. 15:4-10), gracias a los cuales se manifestan los fenómenos que proceden de Dios, a través de la palabra de sabiduría, de la escritura, de la profecía, de las lenguas, de las curas, todo como manifestación del Espíritu. Posteriormente, por ocasión de la Codificación del Es­piritismo, Allan Kardec, estudiando las facultades mediúmnicas, demostró que ellas se presentan con variedad y polimórfia.

Incluso cuando se trata de una expresión que la tipifica en todos los individuos, he la que varia de cualidad conforme el instrumento por el cual se manifesta.

(...) La mediumnidad es facultad neutra, presentándose tanto a través de personas dignas como extravagantes. Los fenómenos que produce resultan siempre de las cualidades morales de sus portadores.

Es comprensible, por tanto, que el mandato mediúmnico se revista de elevación y de entereza espiritual en todo aquel que desea vivir con sabiduría, especialmente cuando se encuentra comprometido con la actividad espírita.

Nunca debe el médium permitirse la sistemática sintonía con las Entidades de conducta vulgar, buscando distraer y agradar al público, tan ocioso como irresponsable, siempre dispuesto al campeonato de la frivolidad.  Jamás olvidarse de que la mediumnidad debe ser considerada como un instrumento santo y que de manera santa­ y religiosamente debe ser utilizada.

La mediumnidad es puente através de la cual los inmortales retornan a la convivencia con las criaturas reencarnadas, advirtiéndolas, confortándolas, preparándolas para la sobrevivencia a la muerte.

Canalizarle las energías de manera sabia y ele­vada, constituye deber impostergable de todo aquel que, médium ostensivo o natural, sea portador de una o de varias facetas mediúmnicas.

Se vuelve veraz, y los fenómenos por tu intermedio serán auténticos.  Te hace responsable y serio, y los hechos me­diúmnicos a que dieras origen merecerán credibilidad y consideración. Vive conforme recomiendan los Espíritus nobles, y aquellos que participan de tus experiencias mediúmni­cas se esforzarán para vivir dignamente. Ejercita la caridad y la renuncia, ayudándote y a tu prójimo, y los buenos Espíritus te elegirán para instru­mento de su ministerio de iluminación humana... Jesús, en la condición de Médium de Dios, vivió in­tegralmente todo cuanto nos enseñó a fin de buscarnos la gloria celestial”.

Léon Denis alecciona4: “nada verdaderamente importante se adquire sin trabajo... Una lenta y laboriosa iniciación se impone a los que buscan los bienes superiores. Como todas las cosas, la formación y el ejercicio de la mediumnidad encuentran dificultades, bastantes veces ya señaladas; conviene insistir en eso, a fin de prevenir a los médims contra las falsas interpretaciones.

Causas de Error y Desánimo

Desde que, por un trabajo preparatorio, las facultades del médium adquieren cierta flexibilidad, los resultados que se comienzan a obtener son casi siempre debidos a las relaciones establecidas con los elementos inferiores del mundo invisible. Una multitud de Espíritus nos cercan, siempre ávidos de comunicarse con los hombres. Esa multitud es – sobre todo - compuesta de almas poco adelantadas, de Espíritus livianos, algunas veces malos, que la densidad de sus propios fluidos conserva presos a la Tierra. Las inteligencias elevadas, animadas de nobles aspiraciones, revestidas de fluidos sutiles, no permanecen esclavizadas a nuestra atmósfera después de la separación carnal: remontan más alto, a regiones que su grado de adelantamiento les indica. De ahí bajan muchas veces - es cierto - para velar por los seres que les son queridos; se inmiscuyen con nosotros, más únicamente para un fin útil y en casos importantes, donde resulta que los principiantes casi nunca obtienen sino comunicaciones sin valor, respuestas graciosas, triviales, a veces inconvenientes, que los impacientan y desaniman... Ya en otros casos el médium inexperto recibe dictados subscritos por nombres celebres, conteniendo revelaciones apócrifas que le captan la confianza y lo llenan de entusiasmo. El inspirador invisible, conociéndoles los lados vulnerables, le lisonjea el amor propio y las opiniones, le superexcita la vanidad, acumulándolo de elogios y prometiéndole maravillas. Poco a poco lo va desviando de cualquier otra influencia, de todo exame esclarecido y lo lleva a insultarle en sus trabajos. Es el comienzo de una obsesión, de un dominio exclusivista, que puede conducir al médium a deplorables resultados.

Esos peligros fueron, desde los principios del Espiritismo, señalados por Allan Kardec; todos los días, estamos aun viendo médiums dejarse llevar por las sugestiones de Espíritus embusteros y ser víctimas de mistificaciones que los vuelven ridículos.                                        

Cuidados iniciales

Muchas decepciones y sinsabores serían evitados si se comprendiese que la mediumnidad recorre fases sucesivas, y que, en el periodo inicial de desenvolvimiento, el médium es, sobre todo asistido por Espíritus de orden inferior, cuyos fluidos, aun impregnados de materia, se adaptan mejor a los suyos y son apropriados a ese trabajo de bosquejo, más o menos prolongado, a que toda facultad está sujeta.

Solo más tarde, cuando la facultad mediúmnica – suficientemente desenvuelta – adquirió la necesaria maleabilidad, y se hizo dúctil el instrumento, es que los Espíritus elevados pueden intervenir y utilizarla para un fin moral e intelectual.

El periodo de ejercicio, de trabajo preparatorio, tan fértil muchas veces en manifestaciones groseras y mistificaciones, es, pues, una fase normal de desenvolvimiento de la mediumnidad: es una escuela en que nuestra paciencia y discernimiento se ejercitan, en que aprendemos a familiarizarnos con el modo de obrar de los habitantes del Más Allá. En esa fase de prueba y de estudio elemental, debe siempre el médium estar de sobreaviso y nunca apartarse de una prudente reserva. Le cumple evitar cuidadosamente las cuestiones ociosas o interesadas, las bromas, todo en suma que reviste carácter frívolo y atrae a los Espíritus livianos.

Es preciso no dejarse desanimar por la mediocridad de los primeros resultados, por la abstención y aparente indiferencia de nuestros Amigos del Espacio.  Médiums principiantes, quedad seguros de que alguien vela por vosotros y de que vuestra perseverancia es puesta a prueba. Cuando hubierais llegado al punto requerido, influencias más altas llegarán a vosotros y han de continuar  vuestra educación psíquica.

Mediumnidad: Un Sagrado Don del Cielo

No procuréis en la mediumnidad un objetivo de mera curiosidad o de simple diversión; considerarla de preferencia un don del Cielo, una cosa sagrada, que debéis utilizar con respeto, para el bien de vuestros semejantes. Elevad el pensamiento a las Almas generosas que trabajan en el progreso de la humanidad; ellas vendrán a vosotros y os han de amparar y proteger. Gracias a ellas, las dificultades del comienzo, las inevitables decepciones que experimentareis no tendrán desagradables consecuencias; servirán para  esclareceros la razón y desenvolveros las fuerzas fluidicas.

La buena mediumnidad se forma lentamente, en el estudio calmado, silencioso, recogido, lejos de los placeres mundanos y del tumulto de las pasiones. Después de un periodo de preparación y expectativa, el médium coge el fruto de sus perseverantes esfuerzos:  Recibe de los Espíritus elevados la consagración de sus facultades, maduradas en el santuario de su alma, al abrigo de las sugestiones del orgullo. Si guardas en su corazón la pureza de acto y de intención, vendrá, con la asistencia de sus guías, al volverse cooperador utilísimo en la obra de regeneración que ellos vienen realizando.

Terminada la primera fase de desenvolvimiento de sus facultades, lo importante para el médium es obtener la protección de un Espíritu bueno, adelantado, que lo guie, inspire y preserve de cualquier peligro.

En la mayor parte de las veces es un pariente, un amigo desaparecido que desempeña al pie de él esas funciones. Un padre, una madre, una esposa, un hijo, si adquirirán la experiencia y el adelantamiento necesarios, nos pueden dirigir en el delicado ejercicio de la mediumnidad. Mas su poder es proporcionado al grado de elevación a que llegarán, y no siempre su ternura y solicitud bastan para defendernos de las envestidas de los Espíritus inferiores.

Dignos de loor son los médiums que, por su desinterés y fe profunda, han sabido atraer, como una especie de aliados, a los Espíritus de alta elevación, y participar de su misión. Para hacer bajar de las excelsas regiones a esos Espíritus; para decidirlos a sumergirse en nuestra espesa atmósfera, es preciso ofrecerles aptitudes, notables cualidades. Su ardiente deseo de trabajar en la regeneración del género humano torna, entretanto, esa intervención mucho menos rara de lo que se podría imaginar.


Fin de la primera parte – continua en la próxima edición.
 

 


[1] - XAVIER, Francisco Cândido. Nosso livro. Pelo Espírito Agar. Lake. p.17

[2] - FRANCO, Divaldo. Tormentos da Obsessão. Salvador: LEAL, 2001, cap. ‘Informações Preciosas’, p. 89-100.

[3] - FRANCO, Divaldo. Jesus e vida. Salvador: LEAL, 2007, p. 45-49.

[4] - DENIS, Léon. No Invisível. 19.ed.Rio de Janeiro: FEB, 2000, cap. V, 1ª parte.

         
 

Traducción:
Isabel Porras
isabelporras1@gmail.com

 
 

     
     

O Consolador
 Revista Semanal de Divulgação Espírita