Espiritismo para
los niños

por Marcela Prada

 

Tema: Providencia Divina, humildad


Los tres árboles


En lo alto de una montaña, tres jóvenes árboles observaban el poblado que avistaban allá abajo y conversaban sobre lo que les gustaría ser cuando fueran grandes.

La primera, viendo cómo eran valoradas las joyas y las piedras raras, dijo:

- Yo deseo que mi madera sea usada para hacer un baúl de riquezas. Guardaré con cariño el tesoro más precioso que los hombres puedan tener.

El segundo árbol quería una vida más agitada, y exclamó:

- ¡Yo quiero que mi madera sea usada en un carruaje! Ayudaré a transportar, con cuidado, a un rey muy sabio y poderoso.

El tercer árbol, siguiendo el mismo ideal de grandeza de sus amigos, declaró:

- A mí me gustaría de formar parte de la estructura de un castillo. El más lindo del reino más importante de todos.

El tiempo pasó y los árboles crecieron. De vez en cuando, pensaban en el futuro que les aguardaba. Y recordaban sus sueños y las ganas de servir a sucesos de gran importancia.

Dios, que todo lo sabe, registraba los deseos íntimos de los árboles.

Un día, un leñador subió a la montaña. Viendo esos árboles grandes, con troncos gruesos, cortó al primero y al segundo, llevándolos al poblado.

En las manos de hábiles carpinteros, ellos fueron trabajados con el fin de hacerlos útiles. Sin embargo, al contrario de lo que los árboles esperaban, el primero fue transformado en un comedero de animales y llevado para servir en un simple establo.

El segundo árbol también fue tallado y se volvió un pequeño barco, pasando a transportar pescadores y peces todos los días.

El tercer árbol permaneció en la montaña. Cada vez más viejo y bonito, albergaba pájaros, daba frutos y esparcía frescor con la sombra de su gran copa. El árbol era muy útil, pero, a pesar de eso, esperaba el día en que también pudiera, quién sabe, ver su sueño realizado.

Los tres árboles aceptaban humildemente las funciones que eran llamados a realizar todos los días, aunque algunas veces se hallaban muy lejos de los ideales que habían soñado en su juventud.

En una noche feliz, llena de estrellas, donde la paz y el amor eran sentidos en el aire como suave melodía, una pareja se refugió en un establo. El comedero, en el que el primer árbol había sido transformado, revestido con heno, sirvió de cuna para un delicado bebé recién nacido. Acababa de nacer, en ese establo humilde, el hombre más importante que haya vivido en la Tierra. Lo arropó, satisfecho, con inmensa ternura.

El tiempo pasó y, cuando ese niño ya se había convertido en un hombre, un día paseó en un barco con sus amigos pescadores. Era el segundo árbol, que le servía de transporte. El hombre terminó durmiendo en el barco, pero vientos muy fuertes asustaron a los pescadores. El hombre, entonces, se levantó y calmó la tempestad. Inmediatamente, el segundo árbol entendió que ahí estaba alguien más poderoso e importante que cualquier rey pudiera ser. Realizado, sintió que era realmente privilegiado.

En otra ocasión, el mismo hombre subió la montaña. El pueblo se reunió debajo para escuchar sus enseñanzas. Allí, junto al tercer árbol, Jesús predicó las más bellas palabras de consuelo, esperanza y amor que hayan sido escuchadas. Esas palabras fueron conocidas como Sermón de la Montaña.

Las personas, mirando hacia arriba, veían el cielo, a Jesús y toda la naturaleza que formaba un paisaje sublime. En ese momento, el tercer árbol sintió, conmovido, que formaba parte del Reino de Dios, el más grande y más bello reino que existe. Y ahí, junto a él, se encontraba un soberano incomparable. Agradecido, abrió sus ramas y reconoció, feliz, la función maravillosa que realizaba como parte de la naturaleza.

Los tres árboles humildes pensaban que sus sueños ya no se iban a realizar, pero permanecieron siempre sirviendo. Y fue así como Dios, con el paso del tiempo, realizó sus deseos, de una manera incluso más grande de lo que ellos mismos habían soñado.

 

Fuente: Adaptación de un cuento popular del mismo título.


 

Traducción:
Carmen Morante
carmen.morante9512@gmail.com


 


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