Espiritismo para
los niños

por Marcela Prada

 

Tema: Perdón


Los regalos de Simón


En un gran árbol vivía un mono, cuyo nombre era Simón.

No se pueden imaginar cuán juguetón era Simón y, además de eso, le gustaba dar regalos divertidos y hacer bromas a todos los animales de los alrededores. No necesitaba ser una gran fecha para que el mono corriera con una linda caja de regalo con esos lazos de cintas de colores.

Una mañana, Simón se levantó con los rayos del sol entrando por su ventana. Lo primero que recordó fue el cumpleaños de doña Raposa. Se levantó y, en un abrir y cerrar de ojos, se lavó y se vistió, corriendo en seguida a saludar a la cumpleañera.

- Buenos días, doña Raposa, ¿Como está? Vine a saludarla por su cumpleaños. Acepte este regalito que te traje como recordatorio de este día.

- Oh, Simón, no necesitabas molestarte. ¡Muchas gracias!

Diciendo esto, doña Raposa fue abriendo el envoltorio, muy contenta con su regalo. Pero ¡qué sorpresa le aguardaba! Al abrir el paquete, había nada más ni nada menos que una rana, que saltó de la caja tan pronto como abrió la tapa.

- ¡Oh! ¡Qué susto! ¡Yo que pensé que era un lindo vestido! ¡Uh! ¡Uh! – decía, asustada y triste.

El mono ya estaba lejos, y se reía del susto de Raposa.

Otro día se levantó y salió corriendo mucho, porque tenía que llevar un regalo a doña Foca, que vivía en el lago.

- Hola, doña Foca, ¿cómo está? Yo venía a traerle un recuerdito – dijo, entregándole un paquete con un bello lazo azul.

Doña Foca, muy contenta, abrió el paquete y…

- ¡Oh! ¡Simón, pero tú sabes que no me gustan las verduras! Solo como peces.

Y así fue pasando el tiempo y el monito armaba siempre un regalo raro para brindar. Sus amigos se fueron poniendo tristes y ya no lo visitaban. Simón jugaba solo y ya no tenía ganas de jugar bromas a nadie, pues, debido a sus regalos, se quedó sin ningún amigo.

Los días seguían pasando y Simón estaba cada vez más solo, aburrido y arrepentido. Se quedaba en la ventana de su casita, esperando alguna visita; pero tal cual, nadie venía. A veces, bajaba del árbol corriendo, pensando haber escuchado a alguien llamándolo; pero cuando llegaba al suelo, no había nadie. Pasaba las horas esperando que alguien pasara.

Hasta que llegó el día de su cumpleaños. El mono hizo un pastel, se arregló muy bien y salió por el bosque invitando a todos los animales a la gran fiesta que iba a dar. En la tarde, se puso ansioso, a la espera de sus invitados, pero el tiempo fue pasando, pasando y nadie aparecía.

Simón se quedó sentado en una silla, mirando el pastel. Las lágrimas caían por su pequeño rostro y decía:

- Si mis amigos vienen es señal de que me perdonaron y yo me pondría feliz, riendo y jugando. Yo les prometería que nunca más los engañaría.

Y así pasó horas y horas hasta que se durmió, recostado en la mesa. De repente, se despertó con el ruido de palmas y risas. ¡Miró! No podía creerlo; ¡parecía un sueño!

- ¡Amigos míos! ¡Vinieron, no se olvidaron de mí! ¡Muchas gracias! Ustedes me perdonaron. Prometo no dar más regalos de mal gusto. ¡Les daré regalos que a ustedes les van a gustar mucho!

Y ahí se quedaron saboreando el pastel, alegres por haber perdonado a Simón y él, por su vez, contento por haberse vuelto nuevamente amigo de los animales.


Fuente: Texto que aparece en la guía de Evangelización Jardín A, de la editora Alianza.


 

Traducción:
Carmen Morante
carmen.morante9512@gmail.com


 


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