Espiritismo para
los niños

por Marcela Prada

 

Tema: Ayuda al prójimo


Ricardo y Ronaldo


El juguete preferido de Ricardo era un carrito que le habían regalado por su cumpleaños. Las puertas podían abrirse y las luces se encendían.

Ricardo se divertía con el carrito todo el día. Pero, una vez, en un descuido, el juguete se escapó de su mano y cayó.

Ricardo recogió el carrito y se dio cuenta de que, además de haberse roto el parachoques, una de las puertas ya no cerraba y las luces no encendían. El niño quedó devastado. Ricardo, casi llorando, fue corriendo para mostrarle a su madre lo que había pasado.

La madre lo lamentó mucho, pero no podía hacer nada. No podía comprar otro ahora. Abrazó a su hijo intentando consolarlo y, de repente, tuvo una idea:

- Ricardo, ¡creo que hay una manera de arreglar tu carrito! Encontré, hace unos días, a la mamá de tu compañero Ronaldo cuando fui al mercado. Ella estaba comprando un pegamento especial para él. Ronaldo hace sus propios juguetes, arregla los que se rompen, ¡hace mil cosas! ¡Puedes pedirle ayuda! – dijo la mamá, con una sonrisa.

Pero Ricardo no se entusiasmó mucho con esa idea. No tenía una buena impresión de Ronaldo.

- ¿Crees que él podrá arreglarlo, mamá? ¡Yo no sé! Le va mal en los exámenes y es muy distraído. Nunca sabe responder lo que la profesora pregunta. Incluso necesita obtener una buena calificación en el próximo examen para no ir a recuperación.

- Mira, solo vamos a saber si él puede, si intenta arreglarlo. Vamos, ve rápido a su casa y pide ayuda – incentivó la madre.

Ricardo no tenía otra opción, entonces fue. Felizmente, Ronaldo no vivía lejos. Pronto llegó hasta la casa de su compañero y golpeó la puerta.

Ronaldo atendió y saludó a Ricardo quien, medio avergonzado, mostró su carrito roto y le pidió ayuda. Con una sonrisa, Ronaldo invitó a Ricardo a entrar.

- ¡Voy a ver lo que puedo hacer!

Ronaldo, entonces, cogió una herramienta y enderezó la bisagra que dejaba la puerta fuera de su sitio. Con eso, pudo abrirse y cerrarse como antes. Después, el niño pegó el parachoques, y quedó perfecto. Para completar el arreglo, Ronaldo abrió el carrito con un destornillador y descubrió que un cable se había soltado. Solo lo conectó de nuevo y las luces del carrito volvieron a funcionar.

Ricardo se puso muy feliz y hasta sorprendido con el resultado del servicio. Sonriendo, agradeció a su amigo:

- ¡Quedó como nuevo! ¡Eres increíble! ¡Gracias!

- Tranquilo, Ricardo. Me gusta hacer estas cosas. Pensé que era mucho mejor arreglar tu carrito que estudiar, que era lo que hacía antes de que llegaras.

- Si quieres, ¡puedo ayudarte a estudiar! – dijo Ricardo, que era uno de los mejores alumnos de la clase.

- Caramba, Ricardo, gracias... Pero no quiero darte trabajo. Me cuesta mucho tiempo poder entender el curso – dijo Ronaldo, un poco avergonzado.

Ricardo se dio cuenta de cuánta ayuda necesitaba su amigo. Y se puso feliz de poder retribuir la buena voluntad de Ronaldo en arreglar su juguete favorito.

- ¡No hay problema! Estudiando juntos va a ser más fácil, ¡vas a ver!

Los niños estudiaron el resto de la tarde. Ricardo hizo resúmenes y preguntas para que Ronaldo respondiera. Cuando terminaron, incluso jugaron un poco antes de que Ricardo se fuera.

Ronaldo, gracias a su amigo, aprendió bastante y consiguió una buena nota en el examen. Aprendió también una lección más importante: cuando ayudamos a alguien, abrimos el camino para ser ayudados también.

Ricardo también aprendió una lección ese día: siempre necesitamos unos de otros. Y la ayuda puede venir de quien menos se espera.


 

Traducción:
Carmen Morante
carmen.morante9512@gmail.com


 


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