Espiritismo para
los niños

por Marcela Prada

 

Tema: Orgullo


La Hormiga orgullosa


Érase una vez una hormiga muy trabajadora y disciplinada. Por tener esas virtudes y poder hacer cosas buenas, se hallaba mejor que los demás y vivía criticándolos.

“Dios mío, ¿cómo puede esa Cigarra vivir sin hacer nada todo el día, solo cantando? ¿Será que no se avergüenza de no trabajar, cuando me ve?”

“¡Mira allá al saltamontes! ¡Con esas piernas enormes y raras! Solo sabe comer hojas todo el día. Debería construir una casa para él, ¡eso sí!”

Una vez, cavando la tierra para construir su hormiguero, encontró una lombriz, que tampoco escapó a sus comentarios maliciosos.

“¡Vaya, qué insecto más feo! ¡Sin piernas ni brazos, con el cuerpo flácido! Debe ser por vergüenza que vive bajo tierra. De seguro quiere evitar encontrarse con alguien como yo, con piernas ágiles y fuertes. Pobrecita…”

La Hormiga era arrogante y convencida. Pensaba que su manera de vivir era la única correcta y que los otros no eran lo bastante buenos para ser sus amigos.

Un día, la Hormiga pasaba cerca de un árbol y la Cigarra, que estaba en una de las ramas, la saludó:

- Hola, Hormiga, ¿todo bien?

Pero la Hormiga, como de costumbre, no respondió y apresuró el paso.

- ¡Vaya, Hormiga! ¿No tienes educación? Nunca saludas a tus vecinos – suspiró la Cigarra, enfadada.

- ¡No tengo tiempo, tengo mucho qué hacer! – respondió la Hormiga, apresurada.

- Pues pienso que esa no es la cuestión. Deberías saber que existe mucho más en las personas y en las cosas de lo que ves. ¡El Búho, por ejemplo, es considerado el animal más sabio que existe! ¡Y, aun así, es humilde y trata a todo el mundo bien!

La Hormiga, que ya se alejaba del árbol, no respondió. Pero se quedó curiosa. ¿Será que el Búho era en verdad tan sabio? Tuvo ganas de conocerlo y, en un bello día, buscó al Búho en su árbol.

- ¡Hola. Hormiga! ¡Qué placer recibirte! ¿Cómo estás? – dijo el Búho, gentil.

- Hola... Entonces, ¿ya me conoces? – preguntó la Hormiga.

- Sí, pero solo de vista. Observo tu admirable trabajo. En mi modesta opinión, escogiste muy bien el lugar donde construiste tu hormiguero. Ahí crecen lindas plantas, debido al suelo fertilizado por las lombrices. También viven buenos vecinos alrededor, como el saltamontes y los otros que traen riquezas de vida a nuestra región. Tú y tu casa están protegidas por la diversidad de la fauna y de la flora. Pero… ¿Cuál es el motivo de tu visita? ¿En qué puedo ayudarte?

La Hormiga, escuchando los primeros comentarios del Búho, se convenció de que en verdad él era muy sabio. Y mirándolo con admiración, preguntó:

- Quería saber cómo puedes ser así. ¿Eres en realidad, como dicen, el animal más sabio que existe?

El Búho, entonces, sonrió y respondió:

- Amiga mía, yo observo todo lo que está a mi alrededor. Haciendo eso, aprendo mucho. ¿Pero quieres saber una cosa?

La Hormiga dijo que sí con la cabeza y el Búho concluyó:

- Cuanto más aprendo, más me convenzo de una cosa: ¡solo sé que nada sé!

- ¿Cómo así? – preguntó, admirada, la Hormiga.

- Yo sé muchas cosas, pero todavía me falta mucho más por aprender. No miro solo hacia abajo. Miro también hacia arriba y a lo lejos. Y percibo que no sé nada sobre el cielo, ni sobre el fondo del mar, ni del desierto, o de las leyes de la naturaleza. Amiga mía, todos nosotros formamos parte de un universo grande y hermoso. Sé que soy solo una pequeña parte de él. Nosotros somos muy especiales por haber sido creados por Dios, ¡que es perfecto en todo lo que hace! Pero estamos lejos de conocer todo y, sin duda, no somos mejores que nadie.

La Hormiga no sabía qué decir. Ella, que se creía tan superior, se dio cuenta cuán pequeña era ante el mundo. Entonces, solo agradeció la atención del Búho, se despidió y se fue a casa, pensativa.

Al día siguiente, la Hormiga estaba diferente. Salió de casa y observó los grandes saltos del saltamontes, algo que ella nunca lograría hacer. Conversó con la Cigarra y le contó que había conocido al Búho. Observó el bello lugar donde vivía y se acordó, con respeto, de las lombrices.

Desde ese día, la Hormiga aprendió a no mirar solo hacia sí misma y sentirse grande. Ella ya sabía mirar más allá, y sabía que era grande, pero no por ser mejor que los otros sino por formar parte de algo mucho mayor.


 

Traducción:
Carmen Morante
carmen.morante9512@gmail.com


 


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