Especial

por Marcus De Mario

El valor de la oración

En el número de agosto de 1862 de la Revista Espírita¹, periódico mensual fundado y dirigido por Allan Kardec de 1858 a 1869, encontramos un significativo estudio sobre el valor de la oración, el cual vamos a traer al lector destacando trechos que consideramos importantes para la comprensión general. Trata el estudio de correspondencia recibida por el codificador trayendo mensaje firmado por el espíritu Angéle Rouget y dirigido a la médium, en la cual el espíritu confiesa haber, por orgullo y envidia, perjudicando mucho a la médium en determinada época de su vida. Al término de la confesión informa que la única persona que oraba en su intención era la hermana, mas que “son vuestras oraciones que me faltan. Las otras no traen para mí el sello del perdón.”

La médium pregunta a Kardec: “Entonces me acordé perfectamente de la mujer, muerta hace cerca de veinticinco años, y en la cual no pensaba desde muchos años. Me preguntó cómo las oraciones de su hermana, virtuosa y dulce criatura, devota, piadosa y resignada, no sean más fructuosas que las mias. ¡Incluso así, oré y perdoné.”

Responde Kardec:

“El proprio Espíritu da la explicación cuando dice: “Las oraciones de los otros no traen para mí el sello del perdón.” En efecto, aquella señora, la principal ofendida,habiendo sufrido más por la conducta de la otra, saturaba su oración de perdón, lo que debería tocar aun mas al Espíritu culpable. Orando, su hermana no hacía, por así decir, sino cumplir un deber; por otro lado, había un acto de caridad. La ofendida tenía más derecho y más mérito para pedir gracia; su perdón, pues, debería tranquilizar más al Espírito. Ahora, se sabe que el principal efecto de la oración es obrar sobre lo moral del Espíritu, sea para  calmarlo, sea para conducirlo al bien. Trayéndolo al bien, ella pide la clemencia del Juez Supremo, que siempre perdona al pecador arrependido.”

Para el espíritu que tiene la conciencia culpable por los errores cometidos y el mal que hizo a otros, y encontrarse en la fase del arrepentimiento, repercute intensamente en el la oración en su intención hecha por aquel mismo a quien hizo sufrir. La oración realizada por terceros también es agradable y útil, entre tanto no tiene la misma fuerza para su alma que aquella hecha por desafecto, perdonándole. Es de ese perdón que el espíritu necesita para reposar su conciencia en paz, adquiriendo así fuerzas para iniciar la reparación, pues es de la ley divina que no basta arrepentirse, deberá pasar por las pruebas y expiaciones consecuentes del error perpetrado.

Vemos aqui la necesidad y la importancia del perdón para que la oración tenga su real valor y alcance para aquel que, desencarnado, solamente conseguirá  rehacerse y reconstruir su camino sentirse que está perdonado por su víctima. Veinticinco años ya habían pasado, y el espíritu Angéle Rouget aun sufría inmensamente, teniedo la oportunidad de comunicarse espontaneamente, solicitando la oración de la médium, que en el pasado fue su desafecto. Felizmente la médium, siendo espírita, comprendió lo que debía hacer y comunica a Kardec que, aunque pasado tanto tiempo y los acontecimientos le hayan caído en el olvido, oró y perdonó.

Considerando de importancia el asunto, Kardec llevó la comunicación para ser leída en la reunión de la Sociedad Parisiense de Estudios Espíritas. Después de  la lectura varios comentarios fueron hechos, destacándose la pregunta de uno de los miembros de la sociedad:

“Los Espíritus solicitan constantemente oraciones a los mortales. ¿Será que los Espíritus buenos no oran por los sufridores? En ese caso, ¿por qué las oraciones de los hombres son mas eficaces?”

Antes que se pudiese debatir la cuestión, el médium E. Vézy recibió por la psicografia la respuesta, firmada por el espíritu San Agustín. Veamos, para nuestra edificación, algunos trechos de esa comunicación.

Orad siempre, mis hijos. Ya os dije: la oración es un rocío benefactor que debe volver menos árida la tierra resecada.”

Mucho más allá de un habla de belleza poética, la frase inicial de San Agustín indica que la oración es verdadero bálsamo para el alma que eleva su pensamiento al Creador, y que ese bálsamo igualmente suaviza y enternece el corazón de aquellos a quien envolvemos con nuestro acto de fe. Recordemos que en la pregunta 659 de El Libro de los Espíritus, aprendemos que la oración puede ser utilizada para loar, pedir y agradecer por eso el apelo de ese benefactor espiritual para orar siempre.

Otro trecho que merece destacarse para nuestros comentarios:

“¿Quién os dice que nuestras oraciones no tenían la virtud de esparcir consuelo y dar fuerza a los Espíritus débiles, que no pueden ir a Dios sino con dificultad y, muchas veces, sin valor? Si imploran vuestras oraciones, es porque ellas tienen el mérito de las emanaciones terrenas que, subiendo voluntariamente a Dios, son siempre por ellos aprovechadas, por proceder de vuestra caridad y de vuestro amor.”

Sí, los buenos espíritus oran siempre por todos sus hermanos, y sus oraciones también consuelan y encorajan a los espíritus inferiores y son registradas por Dios; entre tanto, los espíritus inferiores o débiles, moralmente hablando, están aun muy apegos a su última existencia terrena, poseen el periespíritu (cuerpo espiritual) muy denso, por eso están más ligados a la tierra que al cielo, y sienten con más fuerza la oración que parte de los encarnados, envuelta en amor y caridad y con la expresión del perdón aquel que partió de vuelta al mundo espiritual dejando detrás de sí una estela de malefícios y desafectos. Es por eso que los desencarnados siempre nos piden oraciones, y, en las reuniones mediúmnicas, agradecen cuando oramos por ellos, lo que no significa que esten abandonados, mas es que no tienen condición de sentir, de percibir, el auxilio de los buenos espíritus que velan por ellos con todo amor.

Vamos ahora a otro destaque del mensaje de San Agustín:

“Para vosotros orar es abnegación; para nosotros, un deber. El encarnado que ora por el prójimo cumple la noble tarea de los puros Espíritus; sin poseerles el coraje y la fuerza, realizan sus maravillas. Es peculiar en nuestra vida consolar al Espíritu que sufre y pasa por dificultades; mas una de vuestras oraciones es el collar que cogéis del cuello para darlo al indigente; es el pan que retiráis de vuestra mesa para dar a quien tiene hambre. Es por eso que vuestras oraciones son agradables a quien las escucha.”

Como somos almas en transición evolutiva, en lucha entre el bien y el mal, orar por el prójimo es ir más allá, es potenciar nuestras fuerzas a beneficio de un hermano, y eso posee gran mérito delante de la ley divina, pues un espíritu bueno realiza la oración ya por deber, en cuanto nosotros tenemos en la oración un acto de verdadera fe, desligándonos del mundo material para nosotros projectarnos al mundo celestial. Los buenos espíritus tienen por misión consolar y esclarecer a los espíritus sufridores, de nuestra parte la oración se hace un acto de caridad, de renuncia, de abnegación, alcanzando a aquel que, aunque sea desencarnado, aun vive como si en la existencia corporal estuviese. Es más fácil para el espíritu sufridor recibir la oración de un encarnado, por cuestión vibratoria, que la de un buen espíritu, que vibra en una faja energética superior.

Quedamos ahora con el párrafo al final del mensaje espiritual:

“He ahí la razón, mis hijos, por la cual los espíritus sufridores, que vagan a vuestro alrededor, imploran vuestras oraciones. Debemos orar; podéis orar. Oración del corazón, es el alma de las almas, si así me puedo expresar; quintaesencia sublime que sube, siempre casta, bella y radiante, para el alma más grande de Dios.”

La oración debe salir del corazón. Nuestros labios deben reproducir con fe lo que sentimos. Nuestros pensamientos deben vibrar en amor y caridad al prójimo. Solamente así, obedeciendo esas condiciones, nuestra oración será agradable a quien dirigirnos y también a Dios.

Debemos orar siempre. Podemos orar siempre. Aliviemos los dolores y sufrimientos de aquellos que ruegan ser recordados y, muchas veces, perdonados, para que puedan desprenderse de la existencia corporal y, con la conciencia más aliviada, iniciar el vuelo del alma para las esferas espirituales superiores de la vida.

 

Bibliografia:

(1) KARDEC, Allan. Revista Espírita, Agosto de 1862. Tradução: Evandro Noleto Bezerra. Brasília: Feb, 2011.
 

Marcus De Mario es educador, escritor y conferenciante. Coordina el Grupo Espírita Siembra de Luz, en la ciudad de Rio de Janeiro. Es fundador y director del Ibem Educa. Colabora en la programación espírita de Rádio Rio de Janeiro.

         
 

Traducción:
Isabel Porras
isabelporras1@gmail.com

 
 

     
     

O Consolador
 Revista Semanal de Divulgação Espírita