Espiritismo para
los niños

por Marcela Prada

Tema: Felicidad


La nube Esponjosita


Esponjosita era una pequeña nube blanca. Parecía un gran pedazo de algodón, flotando en el aire.

Le gustaba tomar aventones en los vientos y pasear por el cielo para allá y para acá, conociendo todo. Hacía eso todos los días. Pero, hacía un tiempo, Esponjosita empezaba a sentirse aburrida.

Pasear era agradable, pero siempre era la misma cosa. Sentía la necesidad de algo diferente, sus días sin rumbos empezaban a dejarla molesta.

Un día, Esponjosita encontró una gran nube, con quien comenzó a conversar.

- Hola yo soy Esponjosita, ¿cómo te llamas?

- ¡Hola, querida mía! ¡Mucho gusto, yo soy Linda! Qué bello día, ¿no? ¡Siento que este va a ser un día maravilloso! – respondió la gran nube, con alegría.

- Qué bueno que pienses eso – dijo Esponjosita, desanimada. -Porque yo siento que este va a ser un día común, como han sido los otros, sin nada especial.

Linda, que era una nube más vieja y experimentada, sonrió a Esponjosita, comprendiendo lo que pasaba, y dijo con cariño:

- Querida mía, nosotras somos quienes hacemos nuestro día. Si tú quieres ser feliz, distribuye alegría. Y haciendo a los otros felices es que encontramos nuestra propia felicidad.

Esponjosita nunca había pensado en eso. La única alegría que ella conocía hasta ese momento era el placer de pasear, la sensación de la frescura del viento, el confort de flotar… Pero eso no era duradero. Y no era una novedad más para ella. Por eso Esponjosita pensó que valía la pena intentar lo que su nueva amiga propuso. Pero, dándose cuenta de que no sabía cómo hacerlo, preguntó:

- Pero Linda, ¿cómo hacer eso? ¿A quién puedo hacer feliz?

- Eso no lo sé, exactamente. Cada uno tiene un talento, una condición especial. Pero si rezas, pidiendo a Dios, que es el creador de todo y de todos los que existen, él va a ayudarte a darte cuenta. Cierra los ojos, concéntrate y conversa con Él con el pensamiento. Él va a escuchar tus palabras, sentir tu emoción y, si son sinceras, va a ayudarte, con seguridad.

Linda le dio un abrazo muy agradable, de nube blanda, a Esponjosita y se despidió.

Esponjosita, entonces, hijo lo que Linda sugirió: rezó. Con mucho sentimiento, pidió que Dios la ayudara. Cuando terminó la oración, abrió los ojos y vio que nada había cambiado. Esperó algunos minutos y, sintiendo la frescura del viento que pasaba, tomó un aventón, como acostumbraba a hacer.

Pero, mientras se movía lentamente, miró hacia abajo y vio niños que estaban tumbados en la hierba. Ellas apuntaban hacia arriba, conversaban y reían.

Esponjosita se dio cuenta que ellos estaban hablando de las nubes y de sus formas. Entrando en el juego, Esponjosita tomó la forma de un perrito, lo que los niños adoraron. Después, se volvió bien redonda, con un hueco en medio, pareciendo una rosquilla. En seguida, se estiró hasta parecer un castillo lleno de torres. A veces, los niños adivinaban, a veces se equivocaban y hablaban de formas en las cuales Esponjosita ni había pensado. Ella reía con eso y trataba hacer más. Los niños y Esponjosita se divirtieron un buen tiempo en ese juego.

Cuando el viento ya había llevado a Esponjosita lejos, ella vio una plantación. Algunos agricultores trabajaban ahí. Estaban cansados y sudorosos debido al fuerte calor del sol.

Esponjosita, entonces, tuvo una idea: decidió quedarse ahí parada, en vez de continuar su pasea. Bloqueando el sol, hizo sombra sobre esos hombres. Ellos miraban hacia ella aliviados. Parecían agradecer que ella estuviera ahí. Esponjosita se quedó ahí el tiempo que fue necesario hasta que ellos terminaran sus tareas. Se sintió importante. Estaba haciendo la diferencia para esos trabajadores y eso la dejó feliz.

Cuando el día terminaba, Esponjosita vio un campo muy hermoso, pero con una maceta llena de flores marchitas. Estaban secas, sufriendo por el fuerte calor de ese día de verano.

Esponjosita ya estaba convencida de que Linda tenía razón. Había pasado el día alegrando y aliviando a las personas y se sentía muy bien. Por eso, no lo pensó dos veces. Se acercó cuando pudo a la maceta y se exprimió hasta hacer caer una fina y deliciosa lluvia sobre las delicadas flores.

En pocos minutos, la tierra quedó mojada y las flores, recibiendo el agua fresca, volvieron a quedar bonitas y saludables.

Esponjosita, observando el colorido de las lindas flores, se sintió realizada.

La noche llegó. Todo quedó oscuro y quieto. Espojosita estaba muy feliz. Se acordó de las palabras de Linda. Ella tenía razón al decir que ese sería un día maravilloso.

Con los ojos cerrados, la nubecita rezó, diciendo:

- Gracias, Dios mío, porque hoy he conocido a Linda, que me enseñó cosas tan importantes. Gracias al Señor por haberme ayudado a darme cuenta cómo puedo ser útil a los demás. ¡Gracias por el día de hoy, Dios! ¡Muchas gracias!

Y así, terminando su día, Esponjosita durmió muy feliz…


 

Traducción:
Carmen Morante
carmen.morante9512@gmail.com


 


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