Espiritismo para
los niños

por Marcela Prada

Tema: Confianza en Dios; miedo; ángel de la guarda


Confianza en Dios


Era un día de mucho sol. Las mariposas volaban, los pajaritos cantaban. Por todas partes había vida y alegría. Sin embargo, una niña no sentía esa alegría a su alrededor. Encerrada en su cuarto, Lara escuchaba a las personas que pasaban conversando por la calle y la risa de los niños, entretenidos con algún juego. Pero, a pesar de ser un lindo día, ella no quería salir de casa.

Lara era muy insegura. Tenía miedo de muchas cosas. No jugaba en la calle con sus vecinos, pues tenía miedo de que no fueran amables con ella o que quisieran jugar un juego en el que ella no pudiera participar. “Si corro, puedo caerme y lastimarme. Mejor no voy” – pensaba ella.

La mayoría de sus pensamientos eran pesimistas. Tenía miedo de las personas extrañas, pero también tenía miedo de estar sola. No quería ni pensar en tener que tomar remedios o inyecciones. Vivía preocupada por su salud. Y también por muchas otras cosas.

La pobre Lara creía que sería feliz huyendo de lo que podría causarle molestias. Pero no sabía que, para tener cosas bonitas, necesitaba aprender a superar las dificultades normales de la vida.

Su comida favorita era el pastel de chocolate que su abuela le preparaba cuando iba a visitar a la familia. Lara sabía la receta de memoria, pero nunca la había hecho. No tenía confianza de que sabría hacerla bien. “Si me equivoco, voy a desperdiciar los ingredientes. Y también, si Mamá no me puede ayudar, voy a tener que sacar el pastel del horno sola y me voy a quemar” – decía ella, renunciando a intentarlo.

Ella siempre actuaba así. Veía dificultad en todo y se rendía fácilmente. Sus padres conversaban con ella tratando de ayudarla, pues Lara se imponía tantas restricciones y aun así no se sentía ni más segura ni feliz.

Lara pasó el día en casa, sin jugar con nadie. Por la noche se fue a dormir, pero estaba triste. Al hacer la oración, se acodó de que su mamá le había enseñado que todos tenemos un amigo espiritual, que es invisible a nuestros ojos, pero que percibimos con el corazón. A ese compañero se le llama ángel de la guarda y nos acompaña siempre. Lara cerró los ojos y pensó: “Ángel de la guarda, estoy triste. Pero no sé la razón, ni cómo resolverlo. Me parece que me falta algo, pero no logro imaginar qué es. Espero que puedas, por favor, ayudarme…”

Dicho eso, la niña se fue a dormir.

Mientras dormía, Lara tuvo un lindo sueño. Vio un enorme campo lleno de flores y un lindo lago de agua cristalina. Ella se llenó de alegría y corrió para mojar los pies en esa agua fresca y llena de pececitos. Mientras jugaba con los pies en el agua, sintió que alguien llegaba a su lado. Era una joven de mirada muy bondadosa, que le dio una gran sonrisa. “¡Qué bueno verte tan feliz, Lara! Hacía tiempo que no te veía así.” Lara no la reconoció, pero sintió mucha alegría al verla. “Sabes, Lara”, dijo la joven, “presta atención porque voy a enseñarte una cosa.”

“¿Qué es?”, preguntó la niña, muy curiosa.

“He visto que estás muy preocupada, incluso con cosas que eres capaz de hacer. Estás en lo correcto cuando te acuerdas de que necesitamos tomar ciertos cuidados. Pero eso no debe ser de manera exagerada, si no el miedo te impide aprender cosas nuevas y hacer lo que te gusta. Lo que te falta es recordar que Dios siempre cuida de nosotros. No te olvides de que eres muy amada por Dios, por Jesús, por tus padres, por tu abuela, por mí y por muchas otras personas. Nosotros estaremos siempre ayudándote porque eres muy importante para nosotros y nosotros queremos verte feliz.”

Entonces, la joven le dio un abrazo a Lara y ella se sintió muy bien. Una onda de ternura inundó su corazón. Se sintió protegida y feliz.

Poco después Lara despertó. La luz del sol ya se asomaba en las rendijas de la ventana. La niña se levantó de la cama alegre y bien dispuesta. En pensamiento, agradeció a su ángel de la guarda por estar sintiéndose mucho mejor.

“Buenos días, mamá – dijo Lara al encontrarse con su mamá, en la cocina. Y dándole un beso cariñoso, preguntó: ¿Hoy podemos hacer el pastel que la abuela me enseñó?”

Más tarde Lara comió el pastel que ella misma había hecho y llamó, contenta, a su abuela, para contarle que había quedado delicioso.

Lara comenzó a hacer muchas otras cosas. Algunas aún con recelo, otras ya con más confianza. Algunas funcionaban, otras no tanto…

Lara hizo nuevos amigos, y aprendió a trepar árboles, a dar volteretas, a nadar y hasta vacunarse sin llorar. No siempre lo conseguía la primera vez, pero continuaba intentándolo.

A veces todavía sentía miedo y entonces cantaba una canción que decía:

“Cuando el miedo viene,

Me acuerdo de quien me quiere bien

Entonces digo así:

¡Dios cuida de mí!

Soy valiente

Porque Dios es bondadoso

Dios es mi amigo,

¡Dios está aquí conmigo!”

Es muy difícil enfrentar nuestros miedos, pero al poco tiempo Lara lo logró.

Ella descubrió que era más fuerte y valiente de lo que pensaba. Y buscando siempre acordarse de que era muy amada y cuidada, Lara descubrió también que sí era posible ser muy feliz.


Texto de Lívia Seneda.


 

Traducción:
Carmen Morante
carmen.morante9512@gmail.com


 


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