Espiritismo para
los niños

por Marcela Prada

Tema: Tolerancia, paciencia


El conductor apresurado


Saulo estaba volviendo del trabajo. En su carro, buscaba concentrarse en las canciones que tocaban en la radio, para distraerse del embotellamiento del tránsito.

Había muchos carros a su alrededor. Todos detenidos. Cuando andaban, lo hacían muy lentamente. El semáforo cambiaba sin que muchos lograran pasar.

La paciencia era una virtud que se exigía mucho a los conductores en esa situación.

De nuevo el semáforo cambió y, esta vez, Saulo estaba cerca del cruce.

- ¡Vamos, vamos, gente! ¡Creo que esta vez sí podré pasar! – dijo esperanzado.

Pero, apenas los carros comenzaron a andar, se escuchó la bocina insistente de un carro que intentaba forzar su paso por entre las filas que se formaban. Los conductores de los otros carros quedaron muy contrariados. Algunos reclamaron, otros hasta insultaron. Después terminaron abriendo paso moviéndose hacia los lados para que ese “apresurado” pasara sin golpear sus carros.

Saulo veía la escena por el espejo retrovisor y pensaba:

- ¡Eso no! No voy a darle pase a ese impertinente. Yo también estoy cansado y quiero llegar a casa. Que espere atrás, en la fila, como todo el mundo.

Pero el carro que pedía pase se fue acercando cada vez más, hasta que quedó detrás de Saulo, que mantuvo su carro en la misma posición. El carro de atrás empezó a tocar la bocina. Saulo pensó que eso era absurdo.

- Qué atrevimiento – murmuró.

Miró una vez más por el retrovisor y vio al conductor afligido, gesticulando y hablando algo. Saulo, entonces, imaginó que tal vez ese hombre tenía algún problema grave. Pensó que no hacía mal si movía su carro un poco a un lado y lo dejaba pasar. Pero, en seguida, otro pensamiento lo atormentó:

- ¿Y si él solo estuviera fingiendo, solo para engañar a los otros y pasar al frente? Hay tanta pillería por allí... ¡No lo sé!

Pero el conductor tocaba tanto la bocina y hacía gestos agitados que Saulo acabó cediendo y lo dejó pasar. Saulo movió su carro a un lado y el otro conductor logró pasar por el cruce, con el semáforo ya en amarillo. Saulo se quedó y tuvo que esperar un poco más.

- ¡Mejor así! Si hubiera algún problema, como parece, debo ayudarlo. Si él nos estuviera engañando, por lo menos el equivocado será él, y no yo.

Cuando finalmente llegó a casa, Saulo notó que su esposa, Telma, no estaba ahí, como de costumbre. Él se extrañó, pues ella, que estaba embarazada y con la barriga ya bien grande, siempre prefería esperar su compañía para las salidas que necesitara hacer.

Saulo recién se estaba dando cuenta de la ausencia de su esposa cuando alguien tocó el timbre. Era su vecina Sandra, un tanto agitada, hablando apresuradamente:

- ¡Hola, Saulo! ¡Qué bueno que llegaste! ¡Tienes que ir al hospital! Mi marido se llevó allá a Telma. Ella comenzó a sentir mucho dolor y pensó que el bebé podría nacer. Nosotros no pudimos avisarte, pues ya habías salido del trabajo.

- ¡Dios mío! – dijo Saulo, preocupado - ¡Pero no debía nacer todavía! Gracias, Sandra, ya me voy...  .

Saulo se dirigió al hospital lo más rápido que pudo. Al llegar, una enfermera le informó que, en ese momento, su hijo ya estaba naciendo.

- Va a nacer un poco antes del tiempo previsto… Pero no se preocupe, el médico de su esposa llamó a un pediatra especialista en bebés prematuros para acompañar el parto – explicó la enfermera, tranquilizando a Saulo. - Los dos ya están cuidándola, solo necesita esperar.

Saulo, entonces, fue llevado a una sala de espera, donde esperó durante un tiempo que le pareció infinito. Después de muchas oraciones y de mucha preocupación, la enfermera le avisó que el parto había terminado y que ya podía ver a su esposa.

Telma estaba bien, acomodada en una cama. Cuando la vio, Saulo corrió a abrazarla. Los dos sonrieron y pronto el pediatra entró en el cuarto, con el bebé en brazos, diciendo alegremente:

- ¡Felicidades! Tuvieron un hijo lindo y fuerte. ¡Nos dio un susto a todos, pero ahora está todo bien!

Telma y Saulo le agradecieron mucho y escucharon con atención las recomendaciones sobre el cuidado del bebé.

El pediatra, entonces, se despidió y cogió sus cosas para ir a casa a descansar. Estaba muy satisfecho por haber llegado a tiempo y que todo saliera bien. Unas horas antes, él había sido llamado para que regrese al hospital, con urgencia, para salvar la vida de un bebé que estaba naciendo antes de tiempo.

Saulo, inmerso en la emoción del momento, no reconoció al médico que había ayudado a que su hijito naciera. Él era el conductor apresurado, a quien le había dado pase.

Saulo nunca pudo imaginar que, ayudando a ese conductor, él estaba ayudándose a sí mismo y a su familia.


  

Traducción:
Carmen Morante
carmen.morante9512@gmail.com


 


Material de apoio para evangelizadores:

Clique para baixar: Atividades

marcelapradacontato@gmail.com




 

     
     

O Consolador
 Revista Semanal de Divulgação Espírita