Espiritismo para
los niños

por Marcela Prada

Tema: Mentira, perdón

 
El cocodrilo y el mono

 
Había una vez un cocodrilo que, un día vio en los árboles al borde del río un mono recogiendo manzanas.

El cocodrilo adoraba las manzanas. Pero solo podía comerlas cuando, arrancadas por un viento fuerte, caían en el agua del río. Los cocodrilos saben nadar bien, pero como tienen piernas cortas y el cuerpo largo no pueden subir a los árboles.

El cocodrilo quería mucho esas manzanas y, llamando al mono, pidió algunas para él.

El mono era muy generoso y ciertamente le daría las manzanas con buen gusto. Pero el cocodrilo, con miedo de que se las negara, mintió, diciendo que él estaba enfermo y que esas manzanas serían un verdadero remedio para él.

El mono gentil, pensando en la necesidad del cocodrilo, no solo le ofreció las más grandes y bonitas, sino le dijo que podría recoger más frutas para él en los próximos días, para que el cocodrilo completara su tratamiento y se curara. Y así, el mono pasó a recoger, todos los días, deliciosas manzanas para el cocodrilo.

El cocodrilo estaba satisfecho. Además de saborear las frutas, tenía también la sensación de que era muy inteligente porque había engañado muy fácilmente al mono.

Fingía que mejoraba, para mostrar que las manzanas hacían efecto. Pero la mejoría era lenta, para no dejar de recibir las manzanas.

Hasta que un día, el cocodrilo, sin poder fingir más que seguía enfermo, inventó que estaba casado y tenía hijos y que su familia había contraído su enfermedad y también iba a necesitar manzanas.

El mono, pensando que era verdad, lo lamentó mucho y dijo:

- ¡Qué pena! ¡Pero no te preocupes, amigo cocodrilo! ¡Voy a ayudarte con las manzanas y ellos también podrán curarse, de seguro!

- Gracias, amigo mono. ¡Volveré mañana, a la misma hora, entonces!

El cocodrilo se fue nadando lento, pensativo. Había conseguido lo que quería: otro suministro de manzanas, por muchos días. Pero, algo no iba bien, pues el cocodrilo, en vez de sentirse feliz, comenzó a sentirse muy mal.

Se acordaba de las conversaciones con el mono, que además de entregarle las frutas era siempre muy simpático. El cocodrilo se dio cuenta de que el mono era muy bueno, pues se preocupaba por su salud y hasta lo llamaba amigo.

El cocodrilo ya no se sentía ni un poco inteligente. Se sentía en verdad un tonto, por haber mentido. Pensar en el mono, que siempre lo trataba tan bien, lo avergonzaba.

El cocodrilo se quedó tan apenado con la situación que se quedó algunos días sin ir a buscar las manzanas. Ni nadaba más por esa parte del río.

Pero eso no lo hacía mejorar. Todavía pensaba en el mono. Imaginaba que ahora él debía estar preocupado, pensando que el cocodrilo tenía problemas o enfermo de nuevo.

El cocodrilo se sentía cada vez peor. Un día, su conciencia lo perturbaba tanto que decidió buscar al mono y contarle toda la verdad.

Así lo hizo. El mono se quedó muy decepcionado.

El cocodrilo estaba triste, pero se sintió también aliviado porque, finalmente, estaba siendo sincero. Y finalizó la conversación diciendo:

- Espero que puedas perdonarme, amigo mono. Estoy muy arrepentido. Reconozco cuánto te preocupaste en ayudarme. Nunca más voy a mentirte, ni a ti ni a nadie más. Aprendí que tener la conciencia en paz es mejor incluso que comer manzanas.

Al comienzo, el mono se sintió humillado por haber sido engañado. Después, comprendió que quien se había humillado era el cocodrilo mismo, por haber actuado mal.

Después de un tiempo, el mono acabó perdonando al cocodrilo. Iba a darle otra oportunidad. El cocodrilo quedó muy agradecido y ellos pasaron a ser grandes amigos.

Continuaron encontrándose para conversar y reír juntos. El cocodrilo no pedía, pero el mono, sabiendo cuánto le gustaban las manzanas, a veces recogía algunas para él.

El cocodrilo encontró una forma de devolver la gentileza de su amigo: le enseñó a nadar al mono. Y cuando él se cansaba, lo cargaba en su espalda y los dos hacían largos paseos juntos.


  

Traducción:
Carmen Morante
carmen.morante9512@gmail.com


 


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