Espiritismo para
los niños

por Marcela Prada

 

Tema: Parábola del Hijo Pródigo


El regreso del hijo


En un lugar muy lejano, en una bella hacienda, vivían juntos el padre y sus dos hijos.

Un día, el más joven, pensando que estaba trabajando mucho en la hacienda y deseando divertirse más, dijo:

- Papá, quiero la parte de la herencia que me corresponde. Quiero gozar la vida mientras soy joven.

El padre, aunque molesto, hizo la voluntad del joven. Le dio bastante dinero, con el que partió de la haciendo a tierras lejanas.

Su bolsa llena de oro atrajo a muchas compañías interesadas y falsos amigos para los cuales el joven patrocinó banquetes, fiestas y regalos caros.

El dinero, que al principio era mucho, se fue consumiendo rápidamente hasta acabarse. Y cuando eso pasó también se fueron los “amigos”, las gentilezas y las comodidades.

El joven fue sorprendido por una realidad que no conocía. Comenzó a experimentar necesidades de todo tipo, incluso hambre.

Dándose cuenta, entonces, de que la situación había cambiado, el hijo del hacendado rico pasó a buscar empleo o algún servicio que pudiera por lo menos garantizarle un plato de comida.

Sin embargo, los tiempos eran difíciles y todo el pueblo atravesaba un periodo de escasez. Por ello, el joven decepcionado no consiguió mejor trabajo que ser cuidador de cerdos.

Abatido y hambriento, cuando vio la comida de los cerdos deseó comerla, pero ni esa comida, de mal aspecto, que era dada a los animales, le fue ofrecida.

En la noche, aún con hambre, no pudo dormir. Muy triste, recordaba a su padre y su casa y pensaba: “Mi padre nunca dejó que sus empleados pasaran hambre. No soy más digno de ser tratado como antes, pues fui desconsiderado con la buena vida que tuve y además desperdicié el dinero de mi padre. Pero le imploraré que me perdone y me acepte como el más simple de sus empleados. Volveré a la hacienda”.

Al día siguiente el joven hizo lo que había decidido.

Cuando estaba acercándose a la hacienda, su padre lo vio a lo lejos.

Sin esperar que su hijo llegara, el padre fue por el camino a su encuentro y se lanzó a sus brazos, abrazándolo y besándolo muchas veces, con el corazón lleno de alegría por volver a ver a su hijo querido.

Al notar el aspecto sucio y maltratado del joven, el padre llamó inmediatamente a sus empleados, ordenando que le trajeran ropas limpias y le dieran de comer. Después hizo los arreglos para que se hiciera una gran fiesta esa misma noche, para conmemorar el regreso del joven.

El otro hijo, que estaba trabajando en los campos, al darse cuenta de la agitación de las personas, yendo y viniendo, quiso saber lo que estaba pasando y fue informado por los empleados del regreso de su hermano y de la fiesta que sucedería más tarde.

Sin entender la actitud de su padre, el hijo mayor fue a buscarlo y le preguntó:

- Padre, para mí, que me quedé siempre a tu lado, nunca me diste una fiesta. ¡Pero, para mi hermano, que hizo lo que hizo, preparas una gran celebración! ¿Es que acaso, padre mío, apruebas las actitudes que él tomó? ¿Debemos festejar por él?

El padre, entonces, esclareció:

- Hijo mío, es verdad que siempre estuviste conmigo y todo lo que es mío es tuyo. Siempre compartiste lo mejor de mí y felizmente nunca pasaste por las necesidades que tu hermano sufrió por las decisiones equivocadas que tomó. No celebro lo que pasó antes. Festejaré por el simple hecho de que mi hijo amado ha regresado y por estar, de nuevo, junto a nosotros.

Escuchando las palabras del padre el hermano comprendió sus razones y pudo alegrarse también por el regreso de su hermano.

Esa la noche, hubo una gran fiesta y los tres volvieron a ser unidos y felices.

 

Texto inspirado en la parábola del Hijo Pródigo.


  

Traducción:
Carmen Morante
carmen.morante9512@gmail.com


 


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