Espiritismo para
los niños

por Marcela Prada

 

Tema: Orgullo


El patito orgulloso


Había un campo con una laguna muy grande. Alrededor de esa laguna, vivían varias familias de animales.

Una de ellas era la familia de los patos, que era muy numerosa y bonita. Mamá Pata había empollado muchos huevos y de ellos nacieron lindos patitos, que más parecían pompones amarillos.

Todos los días, Doña Pata llevaba a sus hijitos a nadar al lago. Cuando pasaban, llamaban la atención de otros animales, que los saludaban gentiles:

- Buenos días, Doña Pata; ¡buenos días, patitos!

Doña Pata siempre devolvía el saludo. Al llegar a la laguna, era la primera en entrar al agua. Uno a uno, sus hijitos iban también y la diversión comenzaba.

Con el pasar de los días, los patitos se acostumbraron a esa rutina. Pero uno de los patitos, dándose cuenta de que era admirado, empezó a sentirse muy especial. Reparando en las diferencias entre él y los otros patitos que también nadaban en la laguna, muchas veces hacía comentarios desagradables y tenía actitudes irrespetuosas con los otros.

- ¡Ahí viene ese pescuezudo! – decía, refiriéndose a la cría de la garza. - ¡Además de feo, no sabe nadar, qué horror! ¡No sé cómo puede soportar ser así!

El patito llamaba “rara” a la familia de los búhos. El tucán era “narigudo”. Casi todos los vecinos recibían un apodo malvado de él.

Un día, vino nadando alegremente, desde el otro lado de la laguna, una cría de cisne negro. Era la primera vez que nadaba solo, y estaba contento por estar conociendo cosas nuevas. Pero, al encontrarse con el patito orgulloso, su alegría acabó.

El patito, mirando al visitante de arriba a abajo, exclamó insensible:

- ¿Quién es ese, que nunca vi por aquí? ¡Parece un pato, solo que muy feo! Grande, pescuezudo, y con ese plumaje gris. Pareces sucio. ¿Por qué no das unas zambullidas para limpiarte?

El pequeño cisne, asustado con esa agresión espontánea, se sintió tan mal que sus ojos se llenaron de lágrimas. Sin decir nada, solo se dio la vuelta y se fue, nadando rápidamente.

Los hermanos del patito quedaron avergonzados del comportamiento de su hermano, y se pelearon con él por esa causa.

Mamá Pata, cuando supo lo ocurrido, también quedó muy decepcionada y fue a conversar con su hijo:

- Hijo mío, esta no es la primera vez que te digo que luches contra ese orgullo. Tienes tus cualidades, pero tienes defectos también, como todo el mundo. ¡Tú solo sabes ver lo bueno en ti y lo malo en otros! El orgullo es uno de los mayores defectos morales que la gente puede tener y es totalmente contrario a las Leyes de Dios. ¿Sabes cuál es el resultado de nuestra falta de respeto a las Leyes Divinas? ¡La infelicidad!

Al día siguiente, el patito no podía ir a nadar. La mamá se lo prohibió por no haberse comportado bien y para que tenga tiempo para pensar en lo que ella le había explicado. Pero, lamentablemente, no dio resultado. El patito no prestó atención a los consejos de su mamá.

El tiempo pasó y el patito creció. Su apariencia cambió mucho. Su plumaje fofo y amarillo dio lugar a plumas blancas, con manchitas marrones. Algunas crías, como las de la Garza, eran mucho más grandes que él, que tenía las piernas cortas y caminaba torpemente.

Él ya no nadaba a su gusto por la laguna, pues había hecho muchas enemistades. Casi todos los vecinos no sentían simpatía por él y algunos, que no pudieron perdonarlo, eran verdaderos enemigos, con los cuales hasta se había enfrentado algunas veces.

Un día, decidió nadar bastante y cruzar la laguna hacia el otro lado. Cuando llegó hasta allá, vio al cisne negro, también ya adulto. Él era lindo, con las plumas muy negras, brillantes, enrolladas en las puntas. Tenía el pico muy rojo, contrastando con el negro del cuerpo. Era grande y su cuello curvado le daba un aire importante.

El patito se detuvo y se quedó pensando por algunos instantes. Se avergonzó de sus actitudes del pasado. Sus ojos se llenaron de lágrimas de arrepentimiento al darse cuenta de cuánto se había equivocado. Se dio la vuelta, entonces, y nadó de regreso a casa.

En el camino, se acordó de los consejos de su madre y reconoció que ella estaba en lo cierto. Algo, entonces, cambió dentro de él. El patito, que antes le gustaba de alabarse a sí mismo y disminuir a los demás, finalmente comprendió que la humildad es el camino de la verdadera felicidad.

Decidido a mejorar, salió de la laguna y sacudió el agua de sus plumas. Miró a los búhos, que siempre estaban ahí observando todo y dijo gentilmente:

- ¡Buenos días, búhos! Qué lindo está el día hoy, ¿no?

Los búhos se admiraron mucho, pues él nunca les había saludado. Tras unos segundos, una de ellas respondió:

- ¡Buenos días para ti también, patito!

El patito se sintió feliz y animado. Sabía que le llevaría un buen tiempo, pero estaba dispuesto a disculparse con aquellos a quienes había tratado mal y ser gentil con todos de ahí en adelante.


  

Traducción:
Carmen Morante
carmen.morante9512@gmail.com


 


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