Espiritismo para
los niños

por Marcela Prada

 

Tema: Auxilio, caridad, gratitud

 
La vecina enferma

 
El Dr. Evandro estaba en casa. Había trabajado mucho en el hospital durante todo el día. Como acostumbraba a hacer todas las noches, después de tomar un baño y cenar, se sentó en su silla, colocó las piernas sobre la banqueta y cogió un libro para leer.

Leyó por algunos minutos, pero no lograba concentrarse. El día había sido muy desgastante, lleno de acontecimientos, algunos desagradables. Comenzó a recordar la discusión que tuvo con un colega, por haber ocupado su consultorio sin coordinarlo.

Después, se acordó del motociclista que se chocó con su carro y arañó la pintura, por haber forzado el paso entre los carros detenidos en el semáforo.

Pensando en el carro, se acordó de la multa que había recibido hacía algunos días. Y pensando en cosas desagradables, su mente se fijó en todos los problemas grandes y pequeños, en todas las personas difíciles de convivir.

Así estaba cuando sonó el timbre. Dr. Evandro vivía solo, entonces él mismo tuvo que levantarse y atender. Al abrir la puerta, se encontró con una mujer afligida que comenzó a hablar rápidamente:  

- ¡Dr. Evandro! ¡Buenas noches! ¿Se acuerda de mí? Soy Marita, vivo en esta calle, en la otra cuadra. Perdón por incomodarlo, pero estoy muy preocupada por mi hijita. Ella cayó enferma de repente y está muy mal. Mi marido está de viaje. Estoy sola con los niños. ¡No sé qué hacer! ¿Podría ayudarme, por amor a Dios? – dijo ella, rompiendo en llanto.

El Dr. Evandro ya había atendido a muchas personas en el hospital y en la noche estaba en su derecho a descansar. Pensó en sugerirle que llamase un taxi o pidiera un aventón a alguien para llevar a la niña a un hospital y que sea atendida ahí. Pero también pensó que dar un poco de atención a esa madre que sufría sería hacer lo correcto. Entonces preguntó:

- ¿Qué tiene?

- De un momento a otro se puso toda roja, con la carita diferente. Está agitada, llorando mucho. ¡Está acostadita! – respondió Marita en llanto. – Dejé a mi hijo mayor cuidando de ella y el bebé, para venir aquí, pero necesito

volver pronto.

El Dr. Evandro se dio cuenta de la dificultad de esa madre. Con tres niños y esa aflicción en la que estaba, realmente era difícil para Marita ir a cualquier lugar. Por eso, sin encontrar otra solución, el Dr. Evandro dijo que iría con ella a ver a la niña. Marita le agradeció mucho y fueron, con prisa, hasta su casa.

Llegando, encontraron a los dos niños pequeños llorando y al mayor asustado, balanceando el carrito del bebé, intentando calmarlo.

Marita pasó la mano por la cabeza del niño, en un gesto para tranquilizarlo y agradecer sus cuidados con los hermanos. Cogió al bebé en brazos, le dio el chupón y, mientras lo abrazaba y calmaba, condujo al médico hasta la niñita enferma.

Ella tenía un poco más de dos años de edad y estaba nerviosa. Al ver a la mamá, la niña se lanzó a sus brazos llorando y Marita, tratando de sujetar a los dos niños al mismo tiempo, conversaba con ella con voz suave, intentando calmar a la niña.

- ¡Calma, Julia! Mamá trajo a una persona para ayudarnos. El Dr. Evandro es nuestro vecino y nuestro amigo. Él es una persona muy buena y un excelente médico. Te va a cuidar para que te sanes, ¿está bien, hijita?

- ¡Hola Julia! ¡Qué bonita eres! ¿Me dejas ver tu carita? – dijo el doctor, comenzando a examinarla.

En pocos minutos, el Dr. Evandro ya sabía lo que estaba pasando.

- Está teniendo una reacción alérgica – declaró. – Tiene el rostro hinchado, por eso la vio diferente. Y está agitada porque está muy incómoda por la comezón y por el malestar. Voy a llamar a la farmacia de nuestro barrio y pedir el remedio que debe tomar.

Después de la llamada telefónica, el Dr. Evandro conversó con Marita, explicándole que la reacción alérgica es muy peligrosa cuando la hinchazón en la garganta perjudica la respiración. Pero ese no era el caso de Julia, pues ella estaba respirando muy bien.

La farmacia no tardó en entregar la medicina y el Dr. Evandro hizo que Julia recibiera la dosis necesaria.

- ¡Bien! Ahora va a sentir sueño, debido al efecto del remedio. Mañana debe despertar mucho mejor. Le recomiendo que consulte a un especialista en alergias para hacer un seguimiento más cuidadoso, pero por ahora el caso está resuelto – dijo el doctor, dirigiéndose a la puerta.

Marita estaba tan aliviada y agradecida que no paraba de repetir:

- ¡Gracias a Dios! ¡Gracias a Dios!

Despidiéndose del doctor con un apretón de mano, ella dijo:

- ¡Muchas gracias, Dr. Evandro! ¿Cuánto es el costo de la consulta? No tengo dinero ahora, pero puedo pagarle mañana.

- No se preocupe, Doña Marita. No estoy aquí para ser remunerado. Solo estoy tratando de ser el vecino amigo que usted le dijo a su hija que yo era. Me alegro de haber podido ayudarla. ¡Tenga una buena noche! – respondió él, con una sonrisa.

En ese momento, la gratitud que Marita sintió fue tan grande, que de ella salió una especie de buena energía que fue directa al Dr. Evandro, haciéndole un gran bien. Ella sonrió y dijo:

- Que Dios se lo pague, entonces. Gracias. Buenas noches también.

Mientras caminaba de vuelta a su casa, el Dr. Evandro se sentía muy feliz. Sobre él caían del cielo luces espirituales. Ya no pensaba en contrariedades. Su día había terminado muy bien.


  

Traducción:
Carmen Morante
carmen.morante9512@gmail.com


 


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