Especial

por Rogério Coelho

Lo que el Espiritismo es; lo que el Espiritismo no es – Parte 2 y final

Quien pretendiese hacer milagros por el Espiritismo no pasaría de ignorante

 

"(...) Nunca exista entre vosotros quien consulte adivinos, que observen sueños y augurios, que usen el maleficios, sortilegios,  encantamientos, o consulten los que tienen Espíritu pitónico y se dan a las prácticas de adivinación interrogando a los muertos." - Deuteronomio, 18:10 y 12.

 

Los israelitas no debían contratar alianzas con naciones extranjeras, y se sabe que en esas naciones iban a luchar, encontrarían las mismas prácticas. Por lo tanto, Moisés debía, pues, inspirar políticamente a los hebreos aversión a todas las costumbres que podrían tener similitudes y puntos de contacto con el enemigo. Para justificar esta aversión, necesitaba presentarse tales prácticas como las desaprobadas por Dios mismo, y de ahí estas palabras: - "El Señor abomina todas esas cosas y destruirá, a vuestra llegada, las naciones que cometen tales crímenes."

La prohibición de Moisés era assaz justa, porque la evocación de los muertos no se originó en los sentimientos de respeto, afecto o piedad hacia ellos, sino más bien un llamamiento a la adivinación, tal como en los augurios y presagios explotados por el charlatanismo y la superstición. Estas prácticas, al parecer, también fueron objeto de comercio, y Moisés, por más que lo hiciera, no consiguió desentrañarlas de las costumbres populares.

Las siguientes palabras del profeta justifican la afirmación[5]: - "cuando te digan: consultad a los magos y adivinos que balbucean encantamientos, responded: - ¿No consulta cada pueblo su Dios? Y a los muertos se habla de lo que compete a los vivos?  Sólo yo soy en quien señala la falsedad de los prodígios mágicos;  quien enloquece a los que se proponen adivinar, quien altera el espíritu de los sabios y confunde su vana ciencia.” (64:25).

"Que esos adivinos, que estudian el Cielo, contemplan las estrellas y cuentan los meses para hacer predicciones, diciendo que los revelan el futuro, vengan ahora a salvaros.  – Ellos se volvieron como paja, y el fuego los devoró; no podrán librar sus almas del fuego ardiente;  no quedarán de las llamas que disparan, ni brasas que puedan calentarse, ni fuego al que puedan sentar.  - Esto es lo que quedarán reducidas todas esas cosas que de las cuales los tienen ocupado con tanto ahínco: los traficantes que han traficado con vosotros desde la infancia se han ido, cada uno por su lado, sin que uno de ellos se encuentre que os quite vuestros males." (67:13 a 15).

Inequívocamente, en aquellos tiempos, las evocaciones tenían por fin la adivinación, mientras que constituían el comercio asociado con las prácticas de la magia y el sortilégio, acompañadas incluso de sacrificios humanos.  Por lo tanto, Moisés tenía razón, prohibiendo tales cosas y diciendo que Dios las aborrecía.

Esas prácticas supersticiosas se perpetuaron hasta la Edad Media, pero hoy predomina la razón, mientras que en el Espiritismo vino a mostrar el final exclusivamente moral, reconfortante y religioso de las relaciones más allá de la tumba.

Una vez, sin embargo, que los espíritas no sacrifican a los niños pequeños ni hacen libaciones para honrar dioses; ya que no interrogan a los astros, muertos y augures para adivinar la verdad sabiamente velada a los hombres; una vez que repudian traficar con la facultad de comunicar con los Espíritus; ya que no les mueve la curiosidad o la ambición, sino un sentimiento de piedad, el deseo de educarse y mejorarse, aliviando las almas que sufren; una vez que así es, porque lo es - la prohibición de Moisés no les puede ser extensiva.

Si los que claman injustamente claman contra los espíritas profundizaran más en el sentido de las palabras bíblicas, reconocerían que no hay nada de analogía, en los principios del Espiritismo, con lo que estaba sucediendo entre los hebreos. La verdad es que el Espiritismo condena todo lo que motivó la prohibición de Moisés;  pero sus oponentes, en el afán de encontrar argumentos con los que rebatan las nuevas ideas, ni se dan cuenta de que tales argumentos son negativos, porque son completamente falsos.   

El derecho civil contemporáneo castiga todos los abusos que Moisés tenía en cuenta reprimir. Sin embargo, si él pronunció la última pena contra los delincuentes, es porque carecía de medios más suaves para gobernar un pueblo tan indisciplinado.  Esta piedad, para los demás, estaba muy prodigada en la legislación mosáica, pues no había mucho donde escoger los medios de represión. Sin prisiones ni casas de corrección en el desierto, Moisés no podía graduar la pena como se hace en nuestros días, más allá de que su pueblo no era de naturaleza para temerse a sí mismos con sanciones puramente disciplinarias.  Por lo tanto, carecen de razón los que se apoyan en la gravedad del castigo para probar el grado de culpabilidad de la evocación de los muertos. ¿Debería por la consideración a la ley de Moisés mantener la pena capital en todos los casos en que la prescribía?   ¿Por qué entonces revivir con tanta insistencia este artículo, silenciando al mismo tiempo el principio del capítulo que prohíbe a los sacerdotes la posesión de bienes terrenales y participar, porque el Señor es la propia herencia? [6]

Hay dos partes distintas en la ley de Moisés: la Ley de Dios, promulgada sobre el Sinaí, y la ley civil o disciplinaria, apropiada a las costumbres y el carácter del pueblo.  Una de esas leyes es invariable, al paso que la otra se modifica con el tiempo, y a nadie se le ocurre que podemos ser gobernados por los mismo medios por los que eran los judíos en el desierto.

(...) Todo tenía su razón de ser en la legislación de Moisés, ya que todo lo que prevé en sus más pequeños detalles, más la forma, así como el fondo, se adaptaban a las circunstancias ocasionales. Si Moisés volviera en nuestros días para legislar sobre una nación civilizada, ciertamente no le daría un código igual al de los hebreos.

(...) ¿No vino Jesús a modificar la ley mosáica, haciendo de Su ley el código de los cristianos?  No dijo: - "¿vosotros sabéis lo que se dijo a los antiguos, tal y tal cosa, y yo os digo algo más? Sin embargo Jesús no proscribió, antes sancionó la Ley del Sinaí, de la cual toda Su doctrina moral es un desdoblamiento...  Ahora, Jesús nunca ha aludido en ninguna parte a la prohibición de evocar a los muertos, cuando este era un asunto bastante grave para ser omitido en Sus predicaciones, habiendo Él tratado de otros asuntos secundarios.

¿Serán los detractores del Espiritismo más judíos que los cristianos?  Cabe señalar que, de todas las religiones, precisamente la judía es que hace menos oposición al Espiritismo, porque no invoca la ley de Moisés contraria a las relaciones con los muertos, como hacen las sectas cristianas.

Pero tenemos aun otra contradicción: - si Moisés prohibió evocar a los muertos, es que podían venir, pues de lo contrario inútil fue la prohibición.   Ahora, si los muertos podían venir en esos tiempos, también pueden hoy; y si son los Espíritus de los muertos los que vienen, no son exclusivamente demonios. Además, Moisés “de modo alguno habla en esos ultimos”.                      

En el libro básico del Espiritismo titulado "El Cielo y el Infierno", más precisamente en el capítulo XI de la 1ª parte, ítem 8 y siguientes, Allan Kardec enseña, con su habitual argúcia intelectual y lógica: "(...) si Moisés prohibió evocar a los muertos, es que ellos podían venir, porque de lo contrario es inútil la prohibición.  Ahora, si los muertos podían venir en los tiempos, también pueden hoy;  y si son Espíritus de los muertos los que vienen no son exclusivamente demonios.  Por demás, Moisés de ninguna manera habla de esos últimos.

Es doble, por tanto, el motivo por el cual no se puede aceptar lógicamente la autoridad de Moisés en la especie, a saber: - primero, porque su ley no rige el Cristianismo; y en segundo lugar, porque es impropia a las costumbres de nuestra época.  Pero supongamos que esa ley tiene la plenitud de la autoridad por algunos otorgadas, y sin embargo ella no podrá, como vimos, aplicarse al Espiritismo.  Es cierto que la prohibición de Moisés cubre la interrogación de los muertos, pero de una manera secundaria, como auxiliar de las prácticas de hechicería. La palabra interrogación, junto a los de adivino y agorero, demuestra que entre los hebreos las evocaciones eran un medio de adivinar; sin embargo, los espíritas sólo evocan a los muertos para recibir los consejos y obtener alivio en favor de los que sufren, nunca para lograr revelaciones ilícitas. Cierto, si los hebreos usaban de las comunicaciones como hacen los espíritas, lejos de prohibirlas, Moisés las incitaría, porque su pueblo sólo tendría que lucrarse.

Es cierto que algunos críticos jorobados o mal intencionados han descrito las reuniones espíritas como asambleas de nigromantes o hechiceros, y como los médiums como astrólogos y gitanos, porque tal vez cualquier charlatán ha acariciado tales nombres a sus prácticas, que el Espíritismo no puede, además, aprobar.

En compensación, también hay muchas personas que hacen justicia y son testigos de la naturaleza esencialmente moral y sería de las reuniones serias.  Además de eso, la Doctrina, en los libros al alcance del mundo, protesta bien alto contra los abusos, para que  la calúmnia recaiga sobre quien lo merece. (...)  Que los escépticos nieguen la  manifestación de las almas vana, ya que en ellas no creen; más lo que se vuelve extraño  es ver encarnizarse contra los medios de probar su existencia, esforzándose por demonstrar la imposibilidad de esos medios,  ¡aquellos mismos cuyas creencias reposan en la existencia y en el futuro de las almas! Parece que sería más natural acoger como benefícios de la Providencia los medios de confundir a los escépticos  con pruebas  irrecusables,  pues  que  son  los  negadores  de la  propria religión.  Los que tienen interés en la existencia del alma  deploran constantemente la avalancha  de la  incredulidad que invade, diezmando, el  rebaño de fieles: entre tanto,  cuando  se  les presenta  el  medio más poderoso de  combatirla,  rechazándolo  con tanta  o más obstinación que los mismos incrédulos.  Después, cuando las pruebas abultan de modo a no dejar dudas, he que procuran  como  recurso  de supremo  argumento la  prohibición  del asunto, buscando, para justificarla, un artículo de la ley  mosaica de la cual nadie dudará, prestandole, a la fuerza, un sentido  y aplicación  inexistentes. Y tan felizes se juzgan con el descubrimiento,  que  no  perciben  que  ese  artículo es  aun  una justificación de la Doctrina Espírita. 

Todas las razones alegadas para condenar las relaciones  con los Espíritus no resisten a un exame serio. Por ardor con que se combate en ese sentido es fácil deducir el  gran interés ligado al asunto. De ahí la insistencia... Viendo esta cruzada de todos los cultos contra las manifestaciones, se diría que de ellas se atemorizan.

El verdadero motivo podría bien ser el recelo de que los Espíritus muy esclarecidos viniesen a instruir a los homens sobre los puntos  que  se  pretende oscurecer, dandoles conocimiento, al mismo tiempo, de la certeza de otro mundo, a la par de las verdaderas condiciones para en el ser felices o desgraciados. La razão debe ser la misma porque se dice al niño: "No  vayas  allá, que hay lobos."  Al hombre dicen: "No llaméis a los Espíritus:  - Son el diablo."

No importa, sin embargo. - Impiden los hombres de evocarlos, más no  podrán  impedirlos de  venir  a los  hombres  para levantar la lámpada de bajo del celemín.

El  culto que estuviera con la  verdad  absoluta nada  tendrá que temer a la luz, pues la luz hace brillar la verdad y el demonio nada puede contra ella.

Repeler las comunicaciones desde más allá de la tumba es repudiar los medios más poderosos de instruirse a sí mismo, ya iniciando el conocimiento de la Vida Futura, ya por los ejemplos que tales comunicaciones proporcionan. La experiencia nos enseña, más allá de eso, el bien que podemos hacer, desviando del mal a los Espíritus imperfectos, ayudando  a los  que  sufren a desprenderse de la  materia y a  perfeccionarse. Prohibir las comunicaciones es, por tanto, privar a las  almas  sufridoras de la asistencia que les podemos y  debemos dispensar. 

Las siguientes palabras de un Espíritu resumen admirablemente las consecuencias de la evocación, cuando son praticada con fin caritativo: "todo   Espíritu  sufridor  y  desolado  os contará  la  causa  de su caída, los desvarios  que  lo  perdieron.   Esperanzas,  combates,  terrores, remordimientos, desesperación  y  dolores, todo  os  dirá.   ¡Al  oírlo,  dos sentimentos os acometerán: el  de la  compasión  y  el  del temor!  Compasión  por  el  y  temor por  vosotros mismos.

Y  si  lo  siguiéseis   en   sus   quejas, vereis  entonces  que  Dios jamás lo pierde  de  vista,  esperando  al pecador  arrependido y extendiéndole los brazos después que  busque regenerarse. Del culpable veréis, en fin, los progresos benéficos para los cuales tendréis la felicidad y la gloria de contribuir, con la solicitud  y el cariño del cirujano acompañando la  cicatrización de la herida que piensa diariamente”.

El Espiritismo es, en verdad, el "Consolador Prometido"[7] por  Jesús  "que  el Padre enviaría más tarde en  Su  nombre  y  nos enseñaría  todas  las cosas, haciéndonos recordar todo lo  que  Él había dicho”.

Si, por tanto, el Espíritu de Verdad tenía que venir más tarde a enseñar todas  las  cosas, es que el Cristo no dijera todo;  si  el viene a recordar  lo  que  el Cristo dice, es que lo  que  Este  dice  fue olvidado o mal comprendido[8]. 

El Espiritismo viene, en la época predicha,  cumplir la promesa del Cristo: preside su  advenimiento  el  Espíritu  de Verdad. Él llama a los hombres a la observancia de la ley: enseña todas las cosas haciendo comprender lo que Jesús sólo dice por parábolas. 

Advirtió el Cristo: "oigan los que tienen oídos para  oír."  El Espiritismo  viene a abrir los ojos y los oídos, por cuanto habla  sin figuras, ni alegorías; levanta el velo intencionalmente lanzado sobre  ciertos misterios.  Viene finalmente a traer el consuelo supremo  a los  desheredados  de la  Tierra y  a  todos  los  que  sufren, atribuyendo  la causa  justa y fin útil a todos los dolores. Dice el Cristo: "bien-aventurados los afligidos, pues serán consolados." 

Más,  ¿cómo ha alguien sentirse dichoso por sufrir, si no  sabe por qué sufre? El Espiritismo muestra la causa de los sufrimientos en las existencias anteriores  y en el destino de la Tierra, donde  el  hombre expia  su  pasado.  Muestra el  objetivo  de los  sufrimientos, apuntándolos  como  crisis saludables que producen la cura  y  como medio  de  depuración que garantice la  felicidad  en las  existencias futuras. 

 


[5] - Isaías,  8:19.  

[6] - Deuteronômio, 27:1 e 2.

[7] - Jo., 14:15 a 26.

[8] - KARDEC, Allan. O Evangelho Seg. o Espiritismo. 129.ed. Rio [de Janeiro]: FEB, 2009, cap. VI, item 4. 
            
Traducción:
Isabel Porras
isabelporras1@gmail.com

 
 

     
     

O Consolador
 Revista Semanal de Divulgação Espírita